sábado, 6 de mayo de 2017

¿Cordón sanitario para la Infanta?

Tras muchos dimes y diretes por fin hubo sentencia para el caso Nóos, aunque todo está sujeto a apelaciones y a más matizaciones. Urdangarin fue declarado culpable y el fiscal Horrach incluso pidió prisión preventiva aunque se indicó que como vive junto a un escolta del Estado este puede controlarlo y evitar que se fugue mientras duran las apelaciones. Diego Torres también tuvo condena, cosa que hay que aplaudir. Sin embargo, para sorpresa e indignación de muchos, la infanta Cristina fue absuelta, aunque no pudo escapar a la responsabilidad civil y tiene que restituir el dinero sustraído por su marido (pero como depositó una fianza mucho mayor se le va a devolver el plus, cosa que me parece perfecta, ya que, nos joda o no, la ley va a ser igual para todos).

La indignación incluso llevó a dudar de la probidad del juez Castro y las tres magistradas que dieron la sentencia. Rápidamente se le olvidó a la gente los esfuerzos de Castro ante viento y marea. También pronto olvidaron que muchos se jactaban que las magistradas Martín, Romero y Moyà eran ideológicamente próximas a Podemos. Sea esto cierto o no da cuenta de la capacidad de olvidar que tiene la gente para renovar con bríos sus ataques. Evidentemente, nos da morbo y atracción que los famosos, los ricos, los poderosos, lleguen a pasarlo mal y que esto sea aireado por los medios de comunicación. Como una venganza kármica. Yo lo digo ahora, tal y como lo dije antes: no soy experto en leyes y si antes creía en la integridad de la función judicial tras la sentencia sigo creyendo en lo mismo. Y más cuando muchos jueces, off the record, anunciaron que estaban hartos de ser considerados marionetas de los políticos e iban a arremangarse las puñetas de sus togas y a ser implacables. Lo repito, cómo se nos olvidó todo.

Pronto el temblor se hizo notar en Zarzuela. Saliese condenada o absuelta la hermana del Rey, iba a llover sobre este palacete: o porque el Jefe del Estado tenía una hermana entre rejas o porque la Justicia le había hecho un favor demostrando sus favoritismos. Bien es cierto que la Casa del Rey afrontaba el vaivén con algo de protección debido a que el segundo aniversario de Felipe VI como Monarca indicaba que la institución poseía un 73% de aprobación contra un 23% de desaprobación. Incluso las franjas de edad desmentían el hecho de que existe una masa crítica republicana que en unos meses va a dar un golpe de timón a la Jefatura del Estado: +33 en la franja de 18-34 años, +41 en la franja 35-54 de años, +50 en la franja de 55-64 años y +73 en la franja > 65 años.

Bien es cierto que los índices de aprobación bajan con la edad, por lo que eso es un buen acicate para no dormirse en los laureles y obliga a seguir dando a conocer la labor de la primera magistratura y cómo hace para llevar a cabo sus funciones y, cómo no, a llevar la transparencia y ejemplaridad más allá de lo exigido. Ya lo dijo Felipe VI junto a un grupo de niños y adolescentes: "lo que no se conoce es, a veces, difícil de querer y de comprender". Aunque siempre esté presente en las noticias o en los programas del corazón, a la hora de la verdad, pocos conocen sus procedimientos, sus límites, su presupuesto. Y esto siempre favorece malinterpretaciones y desencanto. Algo indicó Juan Carlos I hace unos años: "un rey puede hacerse querido en una generación, pero la institución monárquica tarda varias generaciones en arraigarse".

Ahora toca ver el proceder de la Casa del Rey en estos meses. Si la Infanta es inocente nada le impide retomar sus funciones de representación institucional. La sentencia del juicio mediático es la que no posee fuerza de ley pero a veces cuenta más que cualquier resolución del Poder Judicial. Como inocente debe retomar sus pasos, aunque estoy casi seguro que imperará en Zarzuela la idea de que al no haberse comportado de manera ejemplar, sea inocente o culpable, no merecerá recuperar su papel institucional. La retirada del ducado pudo haber sido la regia sentencia (además de la política de incomunicación orquestada, quizás, por la Reina), casi siempre irrevocable.

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