jueves, 10 de febrero de 2022

Diario de Viaje: Navalagamella (Enero de 2021)

 Pues justo antes de Filomena decidimos ir hasta este lugar. La parte occidental de Madrid tiene unos lugares que son bien interesantes y no quedan muy lejos. Este primer viaje pasamos cerca de la iglesia del pueblo, típica castellana. De ahí empezamos a internarnos en varios senderos que se iban a lejando del pueblo y nos iban acercando a un bosque de encinas y comenzamos a tener algo de frío por la creciente humedad en la sombra. Incluso varias partes del camino estaban totalmente congeladas. De vez en cuando asomaban restos de antiguos molinos sobre el río Perales y justo en el lugar más agreste se llega al punte medieval de Pasadero, que tiene en la otra orilla un mirador para que te deleites del paraje y pienses sobre cuántos carros y transeúntes habrán pasado por allí a lo largo de los siglos.

En esta orilla te puedes acercar hasta una urbanización de grandes casas y justo antes de llegar te topas con un enorme quejigo centenario, algo admirable. Incluso está bien señalizado y se explican multitud de detalles. Parece ser que hay una red de árboles singulares por todo Madrid.

Para hacer la vuelta más larga al deshacer el camino cruzando de nuevo el puente fuimos paralelos al río Perales hasta llegar a un pequeño embalse, que alberga un club náutico. Ver agua como que te relaja siempre. La vuelta fue rápida y llegamos a la plaza central del pueblo donde probamos como buenos muertos de hambre la rica y abundante comida gallega del bar de la plaza.

En un segundo viaje hicimos la ruta de los molinos, ascendiendo el río Perales y encontrándonos con multitud de antiguos molinos de agua. Lo malo de esta senda es que es más conocida y estaba abarrotada de gente. Se complica con la pandemia y llevando perra que haya mucha gente pero llegamos a un recodo del río bastante verde y con unas vistas hermosas. Por un momento, cerca del pueblo (tuvimos que recorrerlo por el norte para llegar rápido a la senda) pasamos por un lugar rarísimo, como si viviese alguien sin hogar o que fuese algún lugar de encuentro para algunos ritos. Había una antena, una bandera española y varias estatuíllas y muñecos esparcidos. Rarísimo todo. Había senderos paralelos a los riachuelos y el camino fue bastante agradable. Llegamos a recortar por otro sendero más tranquilo para intentar evadir a la gente y llegamos cerca del aparcamiento principal de la ruta, dominado todo por un conjunto de búnkeres de la Guerra Civil. Impresiona la mole de cemento y evocas el sufrimiento que hubo en estos lugares.

Quisimos volver a probar la comida gallega pero no había lugar, así que, afortunadamente, decicimos almorzar en Valdemorillo. Ya lo narré en otro sitio, pero carne a la brasa espectacular.

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