viernes, 24 de agosto de 2012

El referendum de la Monarquía

Parece que en ciertas ocasiones solo unas opiniones son las legítimas y otras automáticamente han de tomarse por tomaduras de pelo. Y en el peor de los casos por cosas que no son: o suponen que son impuestas con un lavado de cerebro o que los que piensan de otra manera apoyan dictaduras, racismos y tienen nostalgia del fascismo. Si en verdad ese colectivo cree en la democracia puede optar por elegir una opción y argumentar razonadamente por qué la otra no le parece válida, pero tomar a los que opinan diferente de locos o animalitos que han sido lobotomizados roza el grado de falacia.

Todo esto viene a cuento por el tan manido tema del referendum sobre la forma de Estado. Que haya en un corto plazo parece que no va a ser probable y muchos apuestan por hacerlo cuando ostente la Corona Felipe VI. Ya he especulado hasta la saciedad que partidarios de ambas respuestas (SÍ o NO) solo esperan a llamar al referendum cuando los vientos soplen a su favor. Los republicanos cuando haya un cambio de Rey antes de que Felipe se adapte al cargo y empiece a dar frutos su labor, aprovechando las rémoras franquistas de la elección de su padre y los argumentos clásicos en favor de la opción republicana. Los monárquicos (o constitucionalistas si pensamos también en un sector de juancarlistas o defensores de no alterar lo que funciona, mal o bien) si no tienen otra esperarán un tiempo hasta que Felipe VI se asiente y que funcione una buena campaña para darle prestigio. Si va a ser apasionante e incierto lo que va a pasar tras la muerte (aunque mejor sería abdicación) de Juan Carlos I, va a ser el debate si es necesario un referendum y la fecha de dicho referendum. Lo que sí se da a día de hoy son encuestas y evaluaciones. Los resultados cubren una horquilla amplia porque depende dónde se pregunte y cómo. Y cuenta además las últimas noticias sobre Botsuana y Urdangarin. El Rey, para subsanar su maltrechísima imagen, ha estado programando viajes a Brasil, Chile, Rusia y la inminente ida a Israel para intentar convencer a los gobiernos de dichos países que confíen en las empresas españoles y a cantarles las bondades de la alta velocidad ferroviaria española, aparte de su rebaja de sueldo y de presupuesto para la Casa del Rey (aunque harto exigua) y sus ínfimas vacaciones. En un futuro volverá a vender la misma idea del AVE en India. Con todo esto, la cantidad de artículos y argumentos en un lado y en otro está subiendo de intensidad y se intentan responder, cosa que nunca antes se había dado.

En las últimas encuestas que han salido a la luz aparece que el 48% de la ciudadanía apoya una monarquía, mientras que el 39% apoya una república, un 4% le da igual qué régimen tenga España y un 3% no apoya ninguna. El 6% restante no sabe o no contesta. Estos datos dan un estrecho margen y depende de los indecisos, posibilistas y los afectos o agradecidos a una etapa. Ante las clásicas declaraciones que la izquierda y derecha moderadas, junto con el centro apoyan que España tenga una monarquía parlamentaria, como se ha visto a lo largo de estas décadas, están las extremas izquierda y derecha que plantean que mejor sería una república democrática. Cada sector tendrá en mente su objetivo y la conformación de su idea, pero lo interesante de la anterior encuesta son los desgloses de cada votación por los votantes de los dos partidos mayoritarios: Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español. De votantes del PSOE, un 44% se decanta por la monarquía, mientras que un 45% ve mejor una república. Un 2% de los votantes le da igual y un 1% no prefiere ni una opción ni la otra. El 8%, un alto valor, no opina. Se ve claramente que hay dos sectores casi igualados en el seno del PSOE. Si atendemos a los votantes del PP, un 73% prefiere la monarquía y un 18% tiene preferencia por una república. A su vez, un 3% indica que cualquiera es buena y otro 3% manifiesta que ambas son igual de malas. Finalmente, un 3% no opinó sobre el asunto. En cuanto este partido hay una clara apuesta por la Corona.

También las encuestas hicieron a la ciudadanía seleccionada otra pregunta: si le convenía más a España una Monarquía Parlamentaria como la actual o si en vez de eso tenían en mejor estima una República Semipresidencialista como la que actualmente hay en Francia. Las respuestas no dejan lugar a dudas cuando hay preguntas más concretas: el 54% prefiere una Monarquía Parlamentaria de estilo español y un 37% prefiere una República Semipresidencialista de estilo francés. Un 9% no opinó. En este caso también hubo un desglose por partidos con la novedad que también participaron votantes de Izquierda Unida. Entre los votantes del PSOE un 53% apuesta por el sistema español actual y un 42% por el francés actual y un 5% no opinó. Entre los votantes del PP se tuvo que un 69% optó por el actual modelo español y un 21% por el modelo francés actual con un 10% de no opinión. Por último, de los votantes de IU se tiene que un 24% prefiere el sistema español de hoy en día y un 73% el sistema francés de hoy con un 3% que no opinó. Se puede ver que en este caso los votantes de los dos partidos mayoritarios apuestan por el sistema monárquico parlamentario actual de España, pero no así en IU, donde prefieren el actual sistema francés. La anécdota curiosa es que un votante de IU (con fortísimas raíces obreras y muchos comunistas) de cada cuatro prefiere una monarquía parlamentaria a una república presidencialista.

Para poner en comparación unos resultados con otros, donde en un caso las cosas están más reñidas y en el otro hay un buen colchón para la Corona pudiera ser por la pregunta sobre un régimen semipresidencialista. Es posible que se prefiera la figura de un Rey, cuando no se da la opción de una República Presidencialista como la que hoy tiene Estados Unidos o una República Parlamentaria como la que posee actualmente Italia. Y los que en la encuesta primera no prefieren ninguna (los de cualquiera podrían encajarse o bien en desencantados pero férreos del sistema social actual o por posibilistas) son los que hay que tener en cuenta. Podrían preferir una dictadura (fascista o comunista) o un mundo de anarcosindicalismo (el clásico anarquista) o anarcocapitalismo (el flamante neoliberal y de las corporaciones). O quizás algo que no se me ocurra por ser desconocido para mí, evidente o terrorífico. Lo importante hoy en día es cómo los números dan para ocupar a uno con sus diatribas.

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