Un ejemplo sobre la actitud de dinamismo y buenos augurios que el nuevo Rey quería dar a la institución militar y que fue recogida por el escritor Luis Carandell en su libro sobre anécdotas políticas en España a lo largo de la Historia. Además, es un nuevo ejemplo de la mítica campechanía que siempre han hecho gala los Borbones en un intento de no ser expulsados del país.
En este caso, durante la campaña contra los carlistas, el joven Alfonso XII visitaba un hospital militar. Haciendo presencia en el peligroso frente y confortando a los heridos ganaría simpatías y prestigio en el ejército, que mucho le hacía falta, puesto que la Restauración estaba aún tambaleante y un monarca joven no inspiraba tanta confianza como un soberano experimentado y entrado en años. En este caso se acercó a la cama de un teniente que había hecho bastantes actos aguerridos y de valor. Alfonso XII entonces le preguntó:
—¿Qué tal, Capitán?
El enfermo se incorporó y dijo:
—Soy Teniente, señor...
El Rey no rectificó:
—¡He dicho Capitán!
Entonces, ya sea por confusión y pocas ganas de rectificar o que quería medio en broma medio en serio darle la noticia del ascenso tuvo lugar esta anécdota en medio del hospital militar.
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