domingo, 8 de noviembre de 2015

La falacia de la elección acotada

Evidentemente sigo con atención el proceso electoral para las presidenciales argentinas. El kirchnerismo ha quedado muy desgastado con los desmanes de la presidente Fernández y los chanchullos del vicepresidente Boudou y varios ministros. Tampoco ayudó mucho las formas neofeudalistas de los gobernadores de provincias lejanas a la capital. Pero bueno, la alternativa que ha pensado el pueblo argentino no es que sea muy viable que digamos. Macri es un fiel defensor del neoliberalismo, de la privatización y tiene muchas causas judiciales pendientes relacionadas con corrupción, trata e incluso estupefacientes. Pero claro, uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Su derechismo no me convence, para nada. Pero tampoco la desidia de Scioli y la pésima gestión que ha llevado a cabo en la provincia bonaerense. Tampoco esa máscara de defensores de los Derechos Humanos que se han puesto mientras paralelamente ponían como jefe del ejército a alguien involucrado de lleno en la dramática dictadura de 1976-1983 y algunas personas aprovechan una buena causa para su propio beneficio.

Las elecciones ya fueron y, como ya tengo en mi ética, se ha de votar a favor de uno, convencido, no en contra de alguien. Ahora esta segunda vuelta, el balotaje, tiene a la gente arrinconada en dos férreas posturas e intenta llamar al votante indeciso o al que dio su confianza a otro candidato de primera vuelta. Una parte de la democracia, aunque importante es solo una parte, es votar a quienes deseas que sean tus representantes, a quienes tienen un programa político con el que te sientes identificado en una buena parte. Pero también es decir que no te gustan las opciones, que no te convence ningún programa o que esos representantes no te van a inspirar confianza.

Esto se vuelve como el famoso episodio de los Simpson donde los alienígenas Kang y Kodos suplantan las identidades de los principales candidatos a gobernar EE.UU. para asegurarse la victoria. Independientemente de quién ganase, las políticas serían idénticas. Sin embargo, la gente se ensoñaba diciendo que quizás las cosas hubiesen sido diferentes si hubiesen votado al otro candidato. Hay una buena crítica sobre el bipartidismo en esto, denostando incluso terceras vías. ¿Qué estoy intentando decir? Que te encajonan, que por conveniencia de unos y otros te obligan a que decidas sobre dos opciones. Que ignores el resto de ideas. Que no veas si hay otras soluciones. La izquierda argentina clama que ambos son desastrosos y es mejor votar en blanco. Votar al menos malo seguro que te hace resentir los siguientes cuatro años cuando se implementen políticas (avaladas con tu voto) que no te gustan. El voto, en realidad, no recoge que votas en contra de, sino que votas a favor de. Y eso es lo que no quieren ver o quieren que ignores.

Quizás el mensaje de la izquierda queda opacado por el resto de sus ideas, algunas severamente trasnochadas y por eso no cala. Quizás el posicionamiento de personas íntegras, como Stolbizer y Del Frade en favor de Macri y Scioli, respectivamente, ha desconcertado a muchos. Pero el clima de polarización está llegando a niveles alarmantes. Listas de difusión científicas se han convertido en púlpitos para hacer campaña, indicando que vienen recortes y marginación (como si antes las cosas iban de oro, con los becarios contratados en negro y con ínfimos derechos). Es más, esto no servirá de mucho, pues en vez de captar votantes con tal avasallamiento los va a reforzar en su opción primera.

Independientemente del resultado que habrá en pocas semanas, Argentina va a pasar unos años duros, enconados. El nuevo presidente llevará a cabo políticas nefastas para el pueblo y a favor de las grandes corporaciones. Y esto va a ser verdad gane quien gane. Es inevitable, pero no lo avales con tu voto. Como dice un importante tuitero: "No les votes, pero vota".

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