sábado, 17 de abril de 2021

El hermoso mundo etéreo de Tolkien

 En estas últimas semanas empecé a ver los vídeos de Kai47 en Youtube sobre todo el ingente universo que imaginó Tolkien. Refresqué muchas cosas que había olvidado con el paso de los años y aprendí otras nuevas y sorprendentes. Me leí ya hace varias décadas más de una vez la trilogía de El Señor de los Anillos y en más de una ocasión me devoré El Hobbit. También, con las energías altas, me leí en un periquete El Silmarillion cuando me decían que era un tostón y de lectura complicada (para nada si lo ves como un compendio histórico y no una novela más). Vi las películas varias veces en su versión extendida y confieso que la trilogía de El Hobbit solo la vi en el cine. Sé que fueron más flojas y la crítica hizo bien en golpearla pero quisiera haberla visto más veces por lo impresionante de sus decorados y paisajes, que siempre son dignos de ver. Cuentos inconclusos, apéndices, algunos relatos no vinculados con su magna obra, Los hijos de Húrin también los devoré.

Ya he repetido que el mundo de Tolkien le dio una digna resurrección a las novelas de caballería, llamadas ahora (o fueron su evolución) de fantasía épica. Fue un intento de darle una mitología a Reino Unido al estilo de la griega o las orientales y creó algo que trasciende su generación.

Escribo esto para volver a dar mi apoyo a esta saga que trasciende lo normal y te toca en el fondo de tu mente. Y es que me molestó leer, aunque tuviese razón, una entrevista de G.R.R. Martin donde decía decepcionarle que Tolkien nunca profundizase más allá de su final. En concreto, detalles sobre el reinado de Aragorn: su política fiscal, su relación con los otros reinos, el tema de los orcos derrotados, etc. O sea, de detalles que no van al caso en la historia principal. Sí, detalles que hacen más profunda la historia y simulan hacerla más real pero que el propio Tolkien ya dijo que era secundario, que no es lo que quería contar.

Claro que Martin es más detallista y cuenta los claros y oscuros de la administración de Jon Snow, de Robert Baratheon, de Daenerys Targaryen y de cualquiera que tenga algo de poder. Incluso habla de las complicaciones para conseguir financiación para movilizar ejércitos. Repito que me parece bien pero si quieres contar una historia concreta, si quieres realizar una alegoría, son datos que no sirven, que te distraen (¡incluso Martin se ha quedado atascado en su obra con tanto detalle accesorio!). Muchos amigos ya incluso me decían que la última entrega era bien aburrida, que la usaban para distraerse cuando iban al baño.

Lo que no gasta Tolkien en describir detalles que lo hacen verosímil lo gasta en descripciones de la naturaleza (tengo otros amigos que pasaban las páginas cada vez que se ponía a describir un paisaje), si bien sus personajes, excepto Gollum, son muy planos y simples crea gran complejidad en la historia previa de la acción, en los linajes y en la explicación del origen de todos los elementos que usa en la novela y que la preceden (las palantiri, el origen de los dúnedain, el trasiego de los anillos y el enfrentamiento eterno entre Sauron y los elfos). La complejidad de los personajes con Martin es preciosa (aunque llega un momento en que empiezas a verles el truco) pero su Westeros, aunque sea muy atractivo, no se te queda grabado a fuego como lo es la Tierra Media. O incluso si bien interesa saber más sobre los Niños del bosque solo se queda en un esbozo en comparación con los primeros conflictos entre los Valar y Melkor (que apenas trascienden a la novela principal).

Ambos son dos grandes escritores y hay que valorarlos en su justa medida pero, a mi humilde juicio, Tolkien quería tocar grandes temas usando nuevos y complejos idiomas, historias entrelazadas durante milenios de hombres, elfos y enanos. Lo cotidiano, lo simple, no le interesaba. Cuando esbozó La nueva sombra, la secuela de ESDLA, la dejó al pronto porque llegó a la conclusión de que sería una historia que no merecía ser contada: un asunto de hombres creados por hombres y resueltos por hombres (Sauron fue la última "deidad" maligna que fue digna de narrar, según Tolkien y la Tercera Edad ya la describe claramente como la del declive final de los elfos y la del auge definitivo de los hombres). Martin, lo bueno que tiene es que logra atraparte con multitud de tramas complejas que se relacionan entre sí, destejiéndolas poco a poco para mantener el atractivo de la narración. Y otra cosa buena es que noveló y metió dosis de fantasía en historias reales, o sea, hizo atractivo un libro de Historia (es innegable su homenaje a la historia de Gran Bretaña que hace en sus libros) poniéndole algo de magia y toques idealizados.

Los mapas de Tolkien son oro puro, hablan por sí solos, te los describe y presenta como un personaje más de la historia. Y me frustra que apenas se sepa más de Gondor con excepción de Minas Tirith y el viaje de Aragorn con los muertos. Me frustra que se hable mucho del pasado de la región de Eriador con el reino de Arnor y sus sucesores y Angmar pero que quitando la Comarca y parte del camino hacia Rivendel no se sepa (ni se describa) nada con detalle. Me vuelve loco que yo queriendo saber mucho de los elfos y sus historias solo aparezcan en Lindon de pasada hasta el final, la casita retirada de Elrond y en el Bosque Negro como unos juerguistas que no confían en enanos. Bueno, la dignísima excepción es Lórien pero quería ver los diferentes reinos y sus gobernantes y si había buenas relaciones o no. Y algo más de los enanos, pues me quedé con ganas de saber más de la poco dibujada Rhûn y las Colinas de Hierro. Y Beleriand ya es otro cantar, digno mapa que complemente aún más la metahistoria de Tolkien. 

¡Ay, cuánto me gusta la fantasía medieval y sus mapas acompañantes!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...