martes, 31 de enero de 2017

Diario de Viaje: Granada (Enero de 2009)

Una de las ciudades más hermosas que he visto y que siempre que tengo la ocasión aprovecho para visitarla. Con mi hermano estudiando allí pues la excusa estaba servida. Lo primero de todo, las tapas granadinas son de lo mejor y se nota que es una ciudad copada por universitarios, pues bares y pubs están por doquier. Siempre hay buenas fiestas.

También pasear por la zona antigua es una delicia. Poco a poco vas dejando el callejeo con tráfico bullicioso y vas penetrando en la zona histórica. Las referencias a los Reyes Católicos cada vez van aumentando, ya sea en plazas o en el ayuntamiento. Eso sí, el aire moro de la ciudad de puede detectar por cada rincón. La perla del Islam, el último sultanato de la Península Ibérica. Tan impresionado quedé que tuve que comprarme Cuentos de la Alhambra de W. Irving para empaparme aún más.

De recibo tuve que visitar la catedral, enorme y oscura, con grandes pilares y escudos con el águila de San Juan. La incorporación de la granada al escudo y su uso heráldico está por todos lados. Y también visité la Capilla Real, donde están las lápidas (y los restos mortales) de los Reyes Católicos, con la diaria ofrenda floral. Y fuera ya las gitanas intentaban meterme en sus raros sortilegios. Fue bastante entretenido.

Remontar el Darro, con su encajonado de piedra antigua y vegetación es una hermosa experiencia y alzar la mirada y encontrarte con la Alhambra ya ni te digo. Es algo muy recomendable. A pie se puede subir y merodear por las antiguas puertas y los baños. Hay una zona de acceso libre que te da la impresión de cómo debía haber sido su época de esplendor. Si bien el palacio de Carlos V es enorme y majestuoso, pronto ves que rompe la simetría y ha puesto una pequeña mancha en la hermosa Alhambra. Entrar en los palacios nazaríes es como entrar en otro mundo y época y mirar por algunas ventanas el barrio del Albaicín es una maravilla. Esos estanques y el sonido del correr del agua tranquilizan. Y todo rodeado de majestuosas habitaciones con decorados de azulejos o yeso que te hacen pensar en la cantidad de trabajo que hay allí.

Lástima que las dos veces que entré no estuviesen los leones del famoso patio (ni la sala de los Abencerrajes, que también estaba en restauración), aunque pasear por allí es maravilloso. Poco a poco vas viendo los añadidos y un antiguo mapa del mundo donde América es una isla redonda y que no llega al hemisferio norte. Nuevos patios y vistas hacen que salgas con ganas de quedarte allí más tiempo. Pero bueno, el Generalife tampoco es cosa mala. El paseo es muy bonito y las vistas espectaculares. También el paseo por la Alcazaba merece la pena, algo menos, puesto que está en un estado de deterioro que no puedes contemplarlo como fue antaño. Al menos la vista de la ciudad merece la pena y los jardincitos que la rodean.

De ahí al barrio del Albaicín, casas blancas, con mocárabes y arcos árabes. La zona de teterías y tiendas te hace pensar que aunque desgraciadamente se expulsara a los musulmanes y posteriormente a los moriscos con Felipe III, su cultura e idiosincrasia permeó en los nuevos colonos y ha sobrevivido hasta nuestros días. Es más, al caer el sol se ilumina la Alhambra y verlo desde una plaza con música de guitarra hace que se te quede bien grabado en la mente.

Bueno, poco más puedo decir. Otra parte de mis paseos me llevó hasta un Genil canalizado y al Parque de las Ciencias. La verdad es que mereció la pena, sus exposiciones y sus experimentos demostrativos motivan a seguir la senda del conocimiento. Seguro que la ciudad de Boabdil tiene más que mostrar, pero es que lo antiguo me atrae.

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