sábado, 14 de enero de 2017

El temor a lo de fuera

Viendo un programa de Lanata en la televisión argentina vino a destapar nuevamente mis temores. La tolerancia que tiene la gente a los extranjeros no es ilimitada. Les gusta crear un ambiente de opresión utilizando información sesgada y viciada. Y advierto, no es solo en Argentina, podría ser en el planeta entero.

Si la universidad argentina es libre y gratuita se deberían hacer celebraciones y recordatorios a cada instante. Crear marca país con esto e intentar que otros países te imiten. Pero no, empiezan las bocas sucias a decir que eso cuesta dinero (¿dónde lo quieres invertir si no? ¿Quieres que el Estado ahorre para que no pueda invertir lo que recauda?) aunque la cifra sea ridícula con otras. Y ahí viene lo típico: los malvados extranjeros lo hacen sin nada a cambio y dejan a un nacional fuera obligadamente. Primero de todo es que todo en esta vida se devuelve, si no de manera expresa (que también quieren eso, agradecimiento eterno) pues mediante impuestos, pagando vivienda, alimentación y muchas cosas allá. Si quieres crear una tasa para los de fuerza, hazlo, pero no puedes decir que los extranjeros estamos en lugares para llevarnos todo el dinero a una bóveda similar a la del Tío Gilito. Pues no, mientras estamos 'ocupando' lugar en vuestros países gastamos dinero. Y si hay trámites migratorios de por medio, se gasta a una velocidad bastante preocupante.

El tema de que los extranjeros dejamos sin vida ni trabajo a los nacionales es una de las falacias más populistas, demagógicas y extendidas que hay. Al Estado, en última instancia, no le importa contratar a nacional o extranjero, mientras el que está contratado siga cumpliendo en buenos términos las partes contractuales. ¿Robar puesto? Eso sería cierto si los extranjeros quisiéramos ocupar los nichos ocupados por los nacionales pero resulta ser que la mayoría de las veces los extranjeros trabajan donde los nacionales no quieren o donde no hay ningún nacional que en ese momento pueda trabajar.

También está la percepción del migrante. Los que se van de tu tierra van a ganarse el pan trabajando en serio pero los que vienen al país es gente que solo quiere vivir de subsidios y delinquir. También está que cuando vienen ricos y se afincan es porque aman nuestro país y lo quieren (aunque después, como los deportistas de élite, hagan malabares para evadir impuestos) y cuando vienen en masa gente pobre huyendo desesperada de una muerte segura en sus países, son tildados de maleantes y vagos (aunque sean los que más se partan el lomo trabajando). También está el xenófobo de turno que destaca 3 casos (sobre todo cuando toca reincidencia de robos, fundamentalismo o intentos de violación) y obvia los otros miles donde plácidamente hay una integración (convivencia, más bien) y el único afán es trabajar y sacar la familia adelante. También cuenta el país de origen: mientras más alto y rubio seas, mejor se va a tolerar la llegada. Mundo hipócrita.

Quién sabe si ahora con un mundo más globalizado y voluble, donde viajar ya no es tan exótico y hay décadas donde un país recoge inmigrante y otras donde sus habitantes emigran, la gente empezará a mejorar la opinión de los inmigrantes y de buscar a las mafias que se aprovechan de ellos (¿en serio se creen que un don nadie puede solo y sin dinero cruzar varios países a pie y pasar desapercibido?). Ojalá, porque muchas veces el propio migrante (o su familia) es el más contrario a la inmigración.

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