domingo, 11 de noviembre de 2018

Diario de Viaje: Marmolejo (Noviembre de 2017)

Al lado de donde, tras la mudanza de país, vivíamos. Y que nunca lo había visitado. Sorprende que en este viaje de vuelta haya empezado a tomarme en serio lo de conducir, luego gracias a mi tía pude empezar a hacer mis pinitos casi tras 10 años sin tocar el volante. Evidentemente, muchos nervios. Pero bueno, con más pena que gloria llevé a todo el mundo a este encantador pueblo.

Tras aparcar y dejar a mi tía visitando a una familiar lejana pudimos empezar a recorrer algo el pueblo: ver el coqueto ayuntamiento al lado de la iglesia de la Paz, con un campanario que es más afín a los climas del norte que a los inviernos jiennenses.

Pequeñas plazas por todo el pueblo (ensanchamientos de aceras, las despobladas, las que tienen setos y hace de barrera entre calles, etc.) donde poder sentarse a aprovechar el poco sol y tomar algo para ganar energía. Eso sí, si no te hacen caso puedes cambiarte de bar rápido y aprovechar. Después tocó recorrer las calles de casas amplias y bajas, con esa soledad típica del cambio de estación. Casas algunas antiguas de sillería y otras de blanco total, mezclado todo. Y casi siempre calles bastante anchas, de esas que te dan relax al caminar o conducir y no te oprimen, aunque en el verano no te puedes esconder del sol abrasador.

Curiosa la Plaza de España con sus columnas dispuestas en un sentido extraño y las palmeras que cobijan el parque de deportes para mayores. Casi de noche ya, iniciando la vuelta, tocó ver el gran Paseo de la Libertad, ideal para fiestas populares o para evadir el calor veraniego por la noche. No sé, pueblo pequeño pero con gran encanto.

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