viernes, 9 de noviembre de 2018

La otoñal estación

Pues sí, creo que ya con los años que tengo puedo hacer estas selecciones sin sentido: mi estación favorita es el otoño. Eso sí, no aguanto cómo las horas de luz se van acortando y te sumen casi en una noche perpetua. Eso sí que no voy a poder aceptarlo en mucho tiempo.

No sé si es mi predilección por literatura gótica y victoriana, por los relatos de Lovecraft. No sé, pero el otoño, con sus hojas amarillentas bañando árboles y suelos dan ciertos tintes melancólicos que inspiran. Las tempranas lluvias y los primeros frescos nocturnos hacen ver que termina una etapa y comienza otra. Como en la agricultura: la siega ha sido reciente y las tierras yacen yermas, regenerándose, descansando, quizás conteniendo una semilla que espera a germinar. Esas lluvias que refrescan el bochorno del verano y ver a la noche los impresionantes relámpagos zigzagueando entre ominosas nubes. ¡Cuántas veces me habré quedado en una azotea en plena madrugada viendo ese espectáculo de la naturaleza!

Y la lluvia trae un nuevo juego de tonalidades, resaltando los verdes. En esta época del año puedes ver cómo hay diferentes verdes en la naturaleza, más intensos, más protagonistas, como si te lo pintaran en un afamado óleo o te lo describieran en una novela de fantasía. Si hay oportunidad de hacer senderismo por las sierras ver tantos verdes se convierte en una hermosa experiencia.

¡Ay, el cielo! El alegre azul tiene su ocaso y deja de ser el protagonista absoluto. La verdad que ahora la variedad es impresionante. Diferentes tipos de nubes que cubren el cielo, ya sea con elevadas motas aquí y allá o con émulos de gigantes montes de algodón que se mueven a gran velocidad. Y las nubes de tormenta, dando muchas tonalidades de gris al cielo y creando una iluminación atenuada y melancólica es espectacular. Lo que más me impresiona es que a veces se consiguen, cerca de los ocasos y los amaneceres una composición cromática impresionante, mezclando dorados o carmesíes, con grises, blancos y algún claro azul. Es como si tuvieses en la vida real alguna fotografía de la película de Vidocq, como si pintasen fantasías en el cielo durante la época.

Lo malo, junto a la oscuridad es la llegada de cada vez más frío y, por tanto, menos ganas de salir a descubrir estas maravillas naturales. Pero todo lo bueno no dura eternamente, entre gotas de rocío y ruidos de riachuelos intensificados en la atmósfera. Pero, al menos, es cíclico. Como esta vida que vivimos.

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