lunes, 22 de julio de 2019

Diario de Viaje: Ávila (Septiembre de 2018)

Eso de que estás sacando a la perra y en el parque te dicen que hasta este mismo domingo hay una feria medieval en Ávila. Pues ganas que aumentan y toca despertarse temprano y tirar para allá. Creí que estaba más cerca y era más fácil, pero atravesar la sierra te pone a prueba en el manejo del coche y en el tema de cambio de marchas y revoluciones. Eso sí, el camino es muy hermoso, muy verde, con algunos embalses y un cambio de paisaje y vegetación cuando te acercas a la ciudad: llanuras con algunas lomas, árboles pequeños, todos los prados amarillentos, como si estuviesen listos para la inminente cosecha. Tiene su encanto.

La parte nueva es como cualquier ciudad, pero aparcar cerca de la iglesia de San Nicolás ya te va motivando. De ahí, y a base de mapa, se sube hasta llegar a una placita donde observas parte de la muralla, muy clara y de impresionante extensión. Entramos por la Puerta del Rastro, que te deja admirar los montes cercanos a la ciudad y de ahí empiezas a callejear y ver antiguos palacios y monasterios. Incluso los edificios de la administración se enclavan en lugares con mucha historia. La fachada del convento de Santa Teresa de Jesús, que da a la puerta del mismo nombre.

Por el callejeo pasamos por la plaza Mercado Chico con el ayuntamiento engalanado, donde estaban la mayoría de puestos medievales y la zona te lo enmarcaba de manera espectacular. Por otro lugar vi uno de los famosos toros de épocas ancestrales. Por fin encontramos la salida a una de las enormes puertas de la muralla, la que da a la basílica de San Vicente, entre el parquecito que bordea, las atracciones medievales, y las larguísimas y altas murallas te dan un asombro de por qué este lugar ha encantado siempre a los turistas.

La catedral también impresiona, más cuando hay otra sede del mercado medieval con sus danzas y músicas (y junto a pasacalles). Incluso llegamos a ver danzas árabes para dar ambiente multicultural. Por otro lado, todo me pareció caro y almorzar se hacía tarea difícil hasta encontrar algo asequible y que te llenara.

Cerca de la torre del homenaje vi la estatua del gran Adolfo Suárez y algunas actividades murallas fuera, junto a la parroquia de San Pedro Apóstol, de aire, supongo, románico. Y aquí se ve, en la calle, cómo la muralla se rompe para dar paso a la cabecera de la catedral, rompiendo magistralmente la simetría del lugar.

Caminar un poco más y ver la puerta del Mariscal, donde se alinean las torretas de la muralla es impresionante. Otros vistazos más a la capilla Mosén Rubí y darse por satisfecho al conocer una ciudad bastante hermosa. Eso sí, el mapa nos engañó a la vuelto diciendo que había una estación de servicio con gas natural en la zona industrial, pero no.

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