domingo, 21 de julio de 2019

Diario de Viaje: Consuegra (Agosto de 2018)

Volviendo de una boda paramos por aquí y el calor no nos dejó explorar mucho. Y eso que viniendo por la autovía te dan un montón de ganas de parar por aquí, ya que se divisa desde bien lejos su cerro con los blancos molinos y un imponente castillo. Este primer viaje lo pasamos en el largo paseo que bordea el cauce del río Amarguillo, con la coqueta iglesia de San Juan a un lado. El parque es bastante bonito, con cruces de Malta por todas partes. Para seguir la tradición, hay una rotonda con una gran bandera de España, algo ya típico de esta zona del país.

En otra visita sí pudimos callejear algo más y ver grandes edificios testigos de épocas ilustres y una apretujada iglesia del Cristo de la Vera Cruz. Mientras más se sube al cerro las calles se hacen más estrechas y empinadas, pudiendo ver varios campanarios y, supongo, viejos columbarios de casonas nobles. También está una plaza de toros que entiendo que se usa poco, afortunadamente.

Pero lo importante de Consuegra es subir al cerro Calderico y acercarte a los alineados e imponentes molinos de viento. Muy blancos, bien cuidados y atestado de turistas por todos lados. Creo que hay uno que es el que funciona y dan algunas explicaciones del proceso de funcionamiento. Otros se convierten en tiendas de regalo y cada uno tiene su nombre particular. Hay como dos o tres grupos, separados por alguna antigua muralla y el castillo de La Muela, que verlo desde su base impone. No entré, pero su zona con enredaderas y los altos muros dan cuenta de su azarosa y dilatada existencia.

La verdad es que da para volver y recorrer aún más sus calles para encontrar los menos conocidos restos romanos y las huellas de la orden de Malta.

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