martes, 19 de junio de 2012

Custodia compartida ya


La época de discriminación por sexo tiene que desaparecer para siempre. No creo que porque te cuelgue algo o no de entre las piernas puedas hacer unas cosas y te estén vedadas otras. Quizás haya diferencias físicas y hormonales, por supuesto, pero también las hay incluso dentro del mismo sexo, por lo que si unos pueden, otros con dedicación también pueden. La diferencia de salarios o promociones, impregnadas de machismo, tienen que desaparecer. La violencia doméstica machista es una lacra que sigue azotando España y que tiene que desaparecer. Las Fuerzas de Seguridad han de velar por las desprotegidas y las leyes ser más duras para los maltratadores (y para quien mezquinamente finja agresión y denuncie por crueles motivos). La educación y los valores han de estar presentes al cien por cien y desde los primeros años. Y que esta educación, protección y justicia sean justamente igual de firmes para las parejas de igual sexo, que no solo para parejas de distinto sexo.

Poco a poco la discriminación desaparece, ya sea por sentido común, por demostraciones continuas de que las diferencias no son abismales y por educación. Una educación igualitaria es fundamental, tanto en la escuela como en las familias. Ver al hombre y la mujer como iguales y no discriminar por sexo, o por orientación sexual: cada uno tiene sus potencialidades y casi nunca dependen de por quién bebas los vientos. Igualdad de género, ya. Que algunos dirán que sí o que no, pero no pueden inculcar a su descendencia la idea de que hay opciones resultantes de enfermedad o degeneración y que deben ser erradicadas. Erradicada lo que tiene que ser es la intransigencia.

Pero si hablamos de igualdad no ha de haber tampoco discriminación positiva. Hablemos de igualdad, punto. Feminismo será como oposición al machismo, lo mismo pero desde el otro punto de vista (no hablo de la esencia del feminismo que luchaba por reconocer a las mujeres los mismos derechos y obligaciones que los hombres). Obligar a ocupar porcentajes es peligroso, puesto que pueden quedarse afuera gente válida y entrar gente pacata. Si hay mayoría de mujeres capaces, pues bien; si es de hombres, vale y si es una mezcla mejor. Y considerar que los gobiernos de mujeres, con el ejemplo de Thatcher y algunas de hoy en día (Aguirre, Fernández...), creo que dejan atrás la proclama utópica sobre que iban a ser mucho mejores que los de los hombres.

Pero a cuento de todo esto hablo más centradamente de la custodia compartida. Ya sea por ideas machistas de los jueces de que solo las mujeres saben cuidar de niños pequeños o de interesadas que solo quieren vivir de pensiones de los exmaridos, los padres son los más perjudicados (quitando los casos donde corre peligro el bienestar infantil si vive con alguna de las partes). Madres y padres pueden cuidar y educar a sus  hijos y las rencillas entre antiguas parejas no pueden proyectarse a los hijos, convirtiéndolos en armas contra el otro y a la larga destruyendo su infancia. Que estén por tiempo igual con unos y con otros, que las peleas no los involucren como instrumentos. Hay que madurar y no atacar con los típicos berrinches de la infancia, puesto que hay que comprender que existen muchas más cosas que dos contendientes. Quizás la futura ley de custodia compartida repare muchas fallas que ha habido. Hay vidas que se han arruinado y otras se han extinguido abruptamente. Y eso, tanto para un padre, una madre o un hijo, es monstruoso.

Un sentido homenaje para mi primo: José Antonio García García.

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