viernes, 29 de junio de 2012

Gibraltar, ¿español?


Pues como siempre todo viene de tiempo atrás. Carlos II de Habsburgo, Rey de España, muere sin descendencia por lo que las potencias europeas se enfrascan en una lucha por el trono de un país en honda decadencia, aunque ya llevaba un tiempo que se habían tomado medidas tendentes a una recuperación a muy largo plazo. Francia y el Sacro Imperio Romano-Germánico proponen a sus candidatos y el resto de potencias se alinean con un bando u otro. Pues bien, alidados a los germánicos están los ingleses que, por un acuerdo con el pretendiente Carlos III conquistarán territorios y los cederán a su causa. Por norma general los ingleses cumplieron el acuerdo, excepto en la toma del peñón de Gibraltar en 1704 y Menorca. En el peñón la población se ve obligada a abandonar sus casas y refugiarse en la vecina localidad de San Roque. Finalmente, y como es sabido, termina consolidándose en el trono Felipe V de Borbón y la cuestión de Gibraltar no se resuelve habiendo asedios borbónicos al peñón durante la guerra. Para pacificar algo las cosas se firma el Tratado de Utrecht por el que Inglaterra reconoce a Felipe como rey legítimo y se arroga la posesión temporal de Gibraltar y Menorca. El acuerdo solo habla de terreno seco, no de aguas (aunque se puede interpretar que cuando se habla del puerto no solo lo hace sobre las instalaciones marítimas, sino también de las aguas circundantes).

Con el tiempo Menorca queda devuelta a España, pero el interés de Gibraltar en el control del estrecho hará que la posesión temporal se haga indefinida en el tiempo. España intentará recuperar la roca por la violencia con un asedio en 1727 y otro más estricto en el periodo 1779-1783. Finalmente, la roca sigue siendo inglesa y para evitar conflictos se crea una zona neutral en el itsmo, propiedad de España, pero desmilitarizada. En 1830 alcanza el status de colonia y a finales del XIX una epidemia de cólera diezmó la población gibraltareña. Para evitar que la enfermedad acabase con toda la población Alfonso XII cede los terrenos de la zona neutral hasta que cese la cuarentena, pero tras finalizar el periodo de resguardo nunca se devolvió la zona, creándose en el siglo XX el aeropuerto. En este siglo se abrieron las verjas y se relajó algo la tensión, aunque las acciones de Franco por recuperar la unidad nacional hicieron presión, a pesar de que el enclave en la II Guerra Mundial había renovado el interés de los Aliados por conservar dicha zona. La ONU instó entonces a comenzar charlas sobre soberanía entre la dictatoral España y la democrática Reino Unido, aunque el referendum llevado a cabo en 1967 confirmaba su status. Tras ello la colonia queda considerada como Territorio Británico de Ultramar, una manera delicada de decir colonia: un país que no forma parte de Reino Unido pero este controla su política exterior y de defensa militar y que comparten la misma jefatura de Estado. Muchos gibraltareños ven esto como que están al mismo nivel que por ejemplo Canadá y Australia (o como las gestiones de Francia para la política exterior de Mónaco), pero estos países tienen control sobre su política exterior.

Los británicos ya ven obsoleto el Tratado de Utrecht y que por los nuevos tratados internacionales ha de quedar derogado. España no opina así, puesto que si bien el tratado fue entre Coronas el cambio de absolutismo a constitucionalismo hizo que fuera cosa entre dos Parlamentos, o dos Estados. Desde 2006 hay una coalición tripartita en la que la discusión del tema es tratada entre representantes de España, Reino Unido y Gibraltar, donde elementos que reporten beneficios en común se gestionan en común. Pero las discusiones aparecen de vez en cuando y sobre todo por las aguas. Según el Tratado no les corresponde ninguna, así como tampoco hoy en día se le reconocen aguas internacionales a las colonias. Gibraltar defiende a capa y espada que está vigente el Tratado Internacional del Mar, que anula todo lo anterior (hay cláusula de que si este Tratado entraba en conflicto con otro las partes involucradas debían ponerse de acuerdo en aceptar el nuevo o continuar con el antiguo; Inglaterra dijo aceptar el nuevo, España no, por lo que al haber discrepancia parece que tiene predominancia el nuevo, aunque esto jurídicamente no está resuelto) y que por tanto tienen aguas hasta 3 millas náuticas mar adentro. Esto ha provocado numerosas disputas entre la Guardia Civil y la Marina Real, donde los narcotraficantes y los que comercian con inmigrantes ilegales aprovechan para beneficiarse. En 1999 se permitió a los pescadores gaditanos faenar en estas aguas hasta una frontera de 225 metros de la costa británica, siempre y cuando utilizasen técnicas que no dañasen en demasía el medio ambiente. Pero de vez en cuando los gibraltareños los hostigan y hay conflictos. El nuevo Ministro Principal, Fabian Picardo, quiere evitar que entren alegando daños medioambientales, olvidando las obras sobre el fondo del mar que pueden desviar las corrientes hacia la bahía con el consecuente cambio de condiciones para la flora y fauna del lugar. Este hombre, recientemente en el cargo, creo que quiere presionar para ver hasta dónde puede moverse sin que le caigan represalias y tirar de la correa para ver cuánto tarda en saltar el nuevo gobierno español. Creo que cuando se midan unos y otros todo volverá al statu quo. Por el momento, siempre hay un tira y afloja diplomático en el que el Príncipe de Asturias recalca ante el Príncipe de Gales que Gibraltar no es una cuestión cerrada y que cuando los Condes de Wessex pasan unas horas en la roca visitando la ciudad y las instalaciones de defensa el Rey de España va a Algeciras a recibir a las cofradías de pescadores y a dar apoyo a las instalaciones de la Guardia Civil.

Y no debe ser así. Una colonia que es un paraíso fiscal (tiene domiciliadas más empresas que habitantes) donde delincuentes pueden escabullirse por sus aguas, puerto de submarinos y fragatas nucleares que necesitan reparación y el respiro que da que todos los gibraltareños tengan en España segunda residencia para salir de la opresión hace que sigan así, además que Reino Unido ha sido más importante económicamente que España. Una solución sería frenar el tráfico libre entre la frontera y apostar por una cosoberanía durante un tiempo hasta que se aclimatasen los ánimos. Gibraltar ya lo rechazó en referendum. Una independencia plena los devolvería a España por el Tratado de Utrecht y las habituales comparaciones con Ceuta y Melilla no vienen a cuento (no son colonias sino partes integrantes del territorio español, como pueden ser las Islas Baleares o Murcia), puesto que históricamente siempre han sido la mayor parte del tiempo dominios ibéricos (Califato de Córdoba, Taifas, Reino de Granda, Castilla, Portugal... y el Reino de Fez, cuando las poseyó por algún tiempo, no es el sucesor directo del Reino de Marruecos). Tampoco es que Madrid y Londres decidan por los gibraltareños sin escucharles. Tienen que decidir y tomarse en cuenta sus ideas, pero sin prejuicios o con el tema victimista de que son perseguidos siempre. Una guerra no es aceptable y por eso, con el mismo problema que Argentina, no participaron en la guerra de 1982 (el tema de la roca podía perfectamente esperar a que España consiguiese objetivos más relevantes, como era la entrada en la OTAN y la UE, que no quita por las declaraciones sobre la argentinidad de las Malvinas por parte del entonces presidente Calvo Sotelo) y más proviniendo de una cruel dictadura.

En vez de usar represiones y malos modos, que a la larga sirven para crear desconfianza habría que probar que estamos al nivel de aceptar a los gibraltareños y creo que lo conveniente sería algo parecido (en sus principios) como lo que pasó en Hong Kong en China: se reconoce doble ciudadanía (o nacionalidad) y se le adjudica un status particular por su situación dándoles autogobierno y alguna que otra prebenda. Sería crear una asimetría más para España, sí, pero también lo es la extrapeninsularidad de Canarias o el Concierto Económico Vasco y la Aportación Navarra. En una España federal Gibraltar podría ser una ciudad autónoma con fuertes competencias, que conforme se fuese integrando más volverían al Estado.

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