miércoles, 3 de abril de 2013

¿La Monarquía Parlamentaria está caduca?


Seguramente, excepto las leyes fundamentales del universo, todo lo que nos rodea es caduco. Lo importante es ver cuándo lo es. Por tanto, no es de recibo pensar que solo un tipo de régimen puede estar caduco, sino que cualquiera es susceptible de ser cambiado. Podemos ver las democracias que se asemejan a regímenes totalitarios, el republicanismo australiano o el monarquismo georgiano. Y nada que decir de los aderezos de populismo que hoy en día están azotando al mundo, que puede llegar a hacer tanto daño como hace casi un siglo hizo el fascismo.

¿La Corona española está sujeta a caducidad? Ya lo creo, pero no tiene por qué ser para mañana o para dentro de diez años. Es más, caducidad no implica un paso a una república, que las buenas maneras de hoy las presentan como el súmum de la evolución del ser humano. Lo que sirve, lo que es válido, es lo que funciona y da beneficios; todos nos sabemos la teoría, pero a la hora de la verdad hay que ser prácticos. Y España, siempre sumida en crisis o en enfrentamientos fraternales, ha de pensar más en lo que sea práctico que en metas nebulosas. Y digo nebulosas porque décadas después de haber asumido la jefaura Juan Carlos I aún no hay una propuesta republicana sólida y definida. No es solo reunirse días especiales, sino plantear si se quiere un régimen parlamentario o presidencialista, federal o unitario, nueva constitución o retomar la de 1931, dejar los símbolos actuales (o con pocos retoques) o presentar antiguos. Y es que, aunque parezca increíble, aún no hay una postura oficial en los partidos republicanos actuales. También he repetido en otras ocasiones que democracia es separación y control mutuo de poderes, consolidación del Estado de Derecho y Bienestar y elecciones libres para elegir a los representantes cuya política te afecta. Cada poder tiene sus procesos de elección y muchos de ellos no son democráticos en el estilo tradicionalmente concebido, totalmente compatibles con la democracia si se acatan a la decisión última y al estudio de la soberanía popular. Por ejemplo, el Poder Judicial no funciona bien porque lo reparten en sectores de afinidades políticas (mitad de derechas, mitad de izquierdas, algunos nacionalistas, más equitativo y democrático imposible) en vez de ser compuesto siguiendo criterios únicamente meritocráticos. En la Corona, lo que se pide es neutralidad y alta preparación para representar a toda la Nación. Esa es su característica y no veo por qué defendiendo un programa político particular para que te voten se puede representar a estos y a los que no votaron.

Caducidad habrá cuando solo importen las glorias pasadas (transición democrática, sucesos del 23-F) y en la actualidad no sirva para nada. La institución está muy tocada, los mangoneos de Urdangarin y las posibles misiones secretas de Corinna zu Sayn-Wittgenstein han dejado a la Familia Real en los tiempos de más baja popularidad. El Rey, operación tras operación, no puede cumplir sus funciones constitucionales con tranquilidad y ya hasta televisiones y políticos claman por una abdicación inmediata. No sé por qué se enfada el Rey cuando la gente pide esto, como si quisiese República. Quizás piden abdicación para que no la haya y en un Estado democrático estas cosas pueden debatirse sin miedo. Ya advirtieron que hoy en día aunque la abdicación sea una prerrogativa regia ha de estar fuertemente vinculada con el sentir del pueblo y la evolución política. Si la Corona está dentro de ordenamieno constitucional el pueblo no puede quedar sordo en este asunto y es posible influir en el hecho por el bien del país, no por el bien personal o sus ganas de seguir o no. O sus miedos de ser un ciudadano corriente.

Ya avisó Antoni Gutiérrez-Rubí que para que la ciudadanía acepte una jefatura del Estado en cuya elección no participa, es imprescindible que perciba en ella un valor incuestionable. Y sobre todo los jóvenes. En octubre de 2011 el 35,6 % de los que tenían entre 18 y 24 años confiaba poco o nada en institución. En la franja de edad entre 25 y 34 años desconfiaban de la Corona el 25,5 %. Por otra parte, la franja etaria entre 55 a 64 años invierte esta tendencia. Quie sí, que aún sigue por debajo de la mitad, aunque El Mundo publicó que los favorables a la Monarquía habían bajado hasta el 51 %, pero lo importante es dar a conocer a las nuevas generaciones el papel real que tiene la Corona. Si solo ven que son comidilla de revista de cotilleos y que solo inauguran exposiciones seguramente crecerán los porcentajes desfavorables. También puede que se queden con la idea principal que democracia es sinónimo de república, cuando la cuestión no es tan sencilla como muchos autores quieren identificar (Patricia Sverlo, por ejemplo). Es necesario que la Corona publicite sus acciones. No por medios palmarios, sino con rigor y seriedad. TVE 1 ya tiene un programa que habla sobre su agenda y las cuestiones constitucionales. Parece mentira pero hay mucha gente aún que no tiene ni idea de cómo se desempeña la función y qué acciones les corresponde. Otro acierto fue el canal de Youtube y la publicación de sus cuentas. Pero no ha de quedarse ahí; que no aparezca en la Ley de Transparencia, más que un flaco favor que le hace el Partido Popular, parece una maniobra oscura de su sector republicano conservador. Aún le queda mucho por dar a conocer, ya que solo noticias aisladas o por boca a boca comunican lo de relajamiento de trámites para que los españoles entren en Brasil, lo del AVE Medina-La Meca o el préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo. O que sus reuniones secretas para ejercer su papel moderador han de ser publicitadas como parte del trabajo inherente al cargo.

También en España, de formación ciudadana republicana que acepta la Monarquía por pragmatismo, ha habido pocos autores que hayan desarrollado los conceptos de esta forma de gobierno. No es solo biografías o entrevistas de agasajo, sino autores que se basen en ciertos principios, los desarrollen, los den a conocer y los contrasten con otras opciones. Quitando a unos pocos, como Torcuato Fernández Miranda y otros de los años previos a la Transición (donde las encuestas daban 49,4 % República, 29,8 % dictadura y 20,8 % Monarquía) no se ha vuelto a ver nada a menos que sea de manera esporádica en ABC (Pedro González-Trevijano, Gregorio Peces-Barba o Jorge de Esteban, por ejemplo) o los postulados de Pedro J. Ramírez. Si no hay teóricos la gente puede pensar con ilusión que la crisis y los corruptos desaparecen de la noche a la mañana por solo cambiar el proceso de elección del Jefe de Estado.

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