lunes, 30 de septiembre de 2013

Diario de Viaje: Ámsterdam (Septiembre de 2013)

Pues de vuelta de un mes de vacaciones con Geo. Pero bueno, hay que retomar las responsabilidades laborales. Y el coletazo final fue una visita a los Países Bajos, puesto que era una escala a Nantes de varias horas. ¿Quedarse en el aeropuerto cinco horas? ¡Venga ya! Se le echa valor y se visita la capital de la región de Holanda. Ante unas preguntas en migración por la factibilidad (y quitarme las gafas, como si no supiesen lo que había debajo de ellas) salí e intenté ver cómo llegar a la ciudad. Una argentina había escuchado mis propósitos y se unió a mí en la visita relámpago, puesto que el cansancio y el peso del portátil hacían que uno se canse rápidamente.

Lo raro es que en información y en venta de pasajes de tren los encargados son secos, ni una sonrisa, aunque con un inglés impecable. Menos mal que en información turística pudimos conocer un poco más con mejor disposición. Cuando supimos dónde comprar habilitaron una fila más y se coló uno. Pero claro, ahí fui yo a asegurar el orden de prelación. No le quedó otra cosa al muchacho que acusarme de racista por reclamarle que se había colado. Impresionante. Lo que me faltaba por ver. Pero bueno, ya quedó como una curiosa anécdota. El tren subterráneo oscuro y con prisas para que subiéramos nos llevó a la impresionante estación central de Ámsterdam, justo en el centro turístico. Parece un palacio, chavales. Y todo lleno de bicicletas y canales cada dos por tres, con gente de toda procedencia paseando por la ciudad. Pero esa zona es muy pequeña y se atraviesan los edificios emblemáticos en un periquete hasta llegar a la plaza central con esculturas raras y un Palacio Real muy pequeño. Me asombró al compararlo con el de Madrid, este parecía más una mansión. También me sorprendió la piedra oscura que usan para las construcciones. Me esperaba algo de piedra más clara, pero era como un color negro-amarronado y te da un poco de impresión de oscuridad aunque el día estaba totalmente soleado. También me sorprendió que los edificios tenían dos o tres plantas, pero nunca alcanzaban los cuatro metros de anchura. Unido a que el centro es pequeño te daba una sensación de opresión. Caminar por la zona y ver los canales de la Venecia del Norte es impresionante, junto a la cantidad de restaurantes de comida argentina que hay. Y los quesos y zuecos como atractivo turístico.

No el más importante, al recorrer el Barrio Rojo encuentras tiendas basadas en productos de marihuana y los famosos coffee-shops, con el característico olor a porro que se podía detectar a decenas de metros de distancia. ¡Y que había un establecimiento cada poco! Ay, poco tiempo para pasar un poco más detenidamente por estos lugares llenos de reggae jamaicano. Y, aunque era muy temprano, también habían las típicas, estilizadas y operadas prostitutas observando el panorama desde sus vidrieras. Como me contaron, Ámsterdam es una ciudad de contrastes totales: por la mañana es el lugar más serio y eficiente del mundo y por la noche es una locura y desfase.

Una visita final por el barrio chino y comprobar que en mitad de semana estaba a rebosar de turistas me encaminé hacia un palacete que hace de mercado y una ornamentada iglesia. De ahí a la estación y medio adivinando tomé el tren que me llevaba al aeropuerto, mientras la argentina se despedía e iniciaba la búsqueda de un hotel por unas horas. Llegué temprano, pero cansado como estaba no podía seguir recorriendo. Ahora solo quedaba tomar un nuevo vuelo y llegar a destino (no sin antes sobrevolar París y ver la pequeña Torre Eiffel) para dormir y descansar, puesto que a la mañana siguiente tenía que entrar a trabajar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...