domingo, 29 de septiembre de 2013

La Casa del Rey lucha por no ser anacrónica

El 7,9 % de los jóvenes entre 25 a 34 años dan a la Corona una puntuación entre 2 y 3 (sobre 10). La puntuación entre 7 y 10 aparece entre los encuestados de 55 a 64 años y solo lo hicieron el 45,6 %. En otras encuestas tampoco funciona bien la cosa, suspendiendo la Corona bastante por debajo del 4. Pero hay que mirar con lupa esto, puesto si bien suspende, ocupa la 6ª posición y por encima solo está la figura del Defensor del Pueblo como instituciones político-representativas del Estado. La Corona está muchos puestos por encima de las Cortes Generales o incluso del Gobierno.

Con esto se ve claro que la Casa del Rey debe responder a nuevos desafíos y de manera que lleve la voz cantante, no a rastras de escándalos o con intentos fríos y sin carisma. No creo que sea una defensa al estilo de responder a los que dicen "Yo no voté la Constitución", puesto que esta aseveración indica un candor y desconocimiento de cómo se crean y reforman leyes que da miedo. La falta de una Ley de la Corona que explique varios supuestos o que su presencia en la Ley de Transparencia de manera grosera y que no permite conocer muchos detalles (unido al hecho de que a Hacienda le hacen falta como agua de mayo datos sobre las cuentas suizas del padre del Rey) son los puntos que se tienen que atacar con denuedo y razonamiento.

Pero claro, esto debe analizarse de manera desapasionada y con afán de encontrar todas las fallas y plantear cómo resolverlas. Y si no se encuentran, es que la Corona ya deja de ser útil al devenir político e institucional de España y se pide un cambio de régimen. Pero dichas discusiones y análisis son vitales, son los únicos medios para plantear alternativas o medios de subsanar. Otra cosa es darle esperanzas a ideas utópicas o pensar que en dos días todo puede arreglarse. El debate tiene que ser detallado y con muchos frentes a analizar, porque España necesita esto urgentemente. No solo frases y actos bonitos.

Sobre el tema de qué es algo anacrónico y qué no es puede parecer trivial, pero siempre hay que dar una explicación. Algo que está fuera de época (muy antiguo o muy moderno) y que no puede encajar es lo que es anacrónico. Que sea algo antiguo de por sí no es anacrónico. La democracia, en su concepto primario y original, es bastante antigua, pero como encaja en las sociedades actuales no es anacrónica. Anacrónico sería por ejemplo plantear el esclavismo como sustitución al problema de la inmigración. No encaja con los valores sociales actuales. Entonces, ¿la monarquía es anacrónica? Es un concepto antiguo, pero si en la sociedad encaja no lo es. Es más, lo que es anacrónico sería la crítica de este modelo porque se basa en el derecho divino (un ataque válido para los regímenes del siglo XVIII, pero no hoy para las organizaciones estatales basadas en textos constitucionales de consenso).

Pero la monarquía es tan antigua como la república, los fundamentos básicos fueron cristalizados en la época de Roma. Muchos dirán que el concepto republicano de aquellos años no es el mismo que la concepción actual, pero el otro régimen también ha evolucionado con el tiempo (de la heroica o chamánica, a la mitológica o sagrada, dando paso a la electiva germánica que lleva a las conocidas feudal, autoritaria, absoluta, constitucional y parlamentaria), aunque sigue conservando algunas características de sus orígenes. A la memoria me viene San Marino, el país más antiguo del mundo, fundado en el siglo IV, que siempre ha sido república, como Roma en su época de forja. Y las repúblicas italianas medievales también existieron. Pero claro, se perdona todo esto porque ya no son de corte aristocrático y se amoldan a la división de poderes de Montesquieu con una participación democrática en plano de igualdad. ¡Claro! como pasa también hoy en día en los reinos europeos.

En España sigue dando que hablar, y mucho, el caso Nóos. La infanta Cristina fue imputada y la histeria colectiva desatada impidió escuchar voces tranquilas que querían más detalles. El fin repentino de su imputación (y los desmesurados aplausos de los fiscales y políticos) puede que haya tocado más gravemente a la Corona que el juicio imparcial de la justicia. Porque si uno analiza las causas de la imputación son demasiado vagas y que estas ya fueron descartadas con anterioridad. Luego uno piensa que el juez Castro hizo esto, de motu proprio, como un favor a la Corona para purgar los lastres y que los asesores y miembros de prensa de la Casa del Rey no han sabido comprender la jugada. Y es que resulta muy raro que nunca supiese nada la Infanta de lo que hacía su marido. Puede que se lo ocultase, pero hay ciertos temas que no son fáciles de ocultar, como que vengas con más dinero de no se sabe dónde. Las esposas, en este caso, saben más de lo que se supone, al menos para saber a dónde va tu firma o qué aceptas al rubricar (o cuentas compartidas). Con esta lucha contra Castro la Infanta sigue en el orden sucesorio, por lo que si las sospechas se consolidan la cosa se pondrá muy, pero que muy mal. El tema del DNI por poco tiempo tambaleó de nuevo a Cristina, pero la mayor parte de las cosas como que no eran para ella (¿tractores?). Esto hace dos incógnitas que se tienen que resolver ya: primero, entre tantos inmuebles, ¿hay alguno realmente que ella adquirió en negro? Segundo, si la gente que quiere ocultar su DNI, o lo ignora, usa números bajos para rellenar las casillas correspondientes, ¿por qué tanta impunidad? ¿Es que hay un pacto tácito de no preguntar mucho cuando aparecen estos números asociados a la Familia Real?

Afortunadamente, Urdangarin no consiguió nada en Qatar (donde si se ponían mal las cosas no podía ser extraditado) y por ahora no irá a Suiza con su familia, aunque las multinacionales se lo rifan por tenerlo a su lado, que es un experto en sacar dinero de donde parece que no hay (o sea, lo saca del pueblo). Tener al Duque cerca da un poco menos de imagen de impunidad y la Justicia, harta de ser humillada, ninguneada y politizada, da pasos lentos pero seguros, aunque la trama valenciana esté congelada y con visos de que van a ser huesos duros de imputar.

No nos olvidemos tampoco de Carlos G. Ravenga, el secretario de las Infantas, también imputado por no tener las cuentas claras y aseverar que no sabe qué es cosa privada y qué es cosa institucional. Mal lo lleva, pero como aún no es declarado culpable sigue en su puesto como si nada. También el Conde de Fontao tiene que dar una versión sólida, ya que también parece salpicado. Mientras tanto, el Rey de recuperación y operación continuas haciendo una emulación de la clásica fórmula de Trono vacante.

Hoy en día el apoyo del Rey está cayendo abismalmente. Ante la diferencia de votos que aprueban y desaprueban su labor, hasta hace poco Juan Carlos I tenía +21, pero ahora cae hasta los -11 (o sea, 42 que lo aprueban esta vez ante los 53 que lo desaprueban). De manera particular, los votantes del PSOE otorgan una media de -22, mientras que los del PP sube hasta los +34. Y ojo, los menores de 34 años, que no vivieron la Transición, le dan una media de -41, según el CIS.

Entonces, el desapego y desaprobación al Rey son evidentes, pero ¿también a la Corona? Parece que no, porque en principio el Príncipe de Asturias tiene un +28 (61 que lo aprueban, 33 que lo desaprueban). Poco tiempo antes tenía un +37, por lo que se puede dar por sentado que la Corona se está resintiendo en popularidad y aceptación, pero que hay una mayor confianza por el relevo generacional en la jefatura del Estado. La gente no quiere a este Rey, pero sí a otro Rey.

¡Cuidado cómo se hacen las críticas! Dar lecciones de democracia, por ejemplo, a la gente por el solo hecho de ser republicano no es muy sano que digamos. Vale que se defiendan la ausencia de todos los privilegios, pero eso no te da carta blanca para recurrir a la petulancia. Y, ¿de verdad las instituciones republicanas carecen de privilegios? Me parece que no, desde el poder votar de manera representativa del grueso de la población hasta tener seguridad y guardaespaldas confirman día a día que en una sociedad que se ordena por jerarquías los privilegios se dan (porque siempre hay clases y privilegios, es connatural a la división jerárquica humana, no es culpa de si existe o no un rey). Otra cosa es qué derechos se restringen y si tales condiciones son permanentes o solo por un periodo de tiempo.

Para finalizar, J.L. Ruiz-Navarro comenta acertadamente que "el papel de la Corona en una monarquía parlamentaria es el de un símbolo que a su vez desempeña un servicio especial de unidad y continuidad de la nación". Si pierde su papel de ejemplaridad y representatividad deja de encajar en la sociedad que la acoge y se vuelve anacrónica. Y de ahí, a su disolución, hay un paso.

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