martes, 24 de marzo de 2015

El soberanismo según Mas

Una temática que con los años va y viene. Nunca cerrada, nunca satisfecha. Pero para mi entender este tema solo resurge cuando los políticos catalanes necesitan más fondos económicos. Tocan la vena sensible de muchos soberanistas y la pólvora hace el resto.

Que si España nos roba, que no nos quiere como nación, que no entienden nuestra cultura. Son todas antiguallas que fueron con el tiempo bien respondidas. Pero como la memoria es corta pueden volver a usarse. Pero el presidente Mas, con su poca visión de futuro, no pudo o no supo cómo afrontar desde su autonomía la llegada de la crisis económica. No se atrevió a manejarla como debería haberlo hecho y ¡plas!, todo se va al garete. ¿Su solución? Evitar que la ciudadanía catalana lo vean como un inepto, alguien cuya gestión es tan precaria que cierra hospitales públicos sin pudor. Apela al victimismo, a una confabulación de Madrid y alimenta a los independentistas para que hagan cerrazón y lo apoyen contra viento y marea. El sentimiento gana a la razón.

Ante la pasividad del Gobierno central se dedicó a crear la imagen de un Estado paralelo y la gente empezó a creerse que fuera de España (pero inexplicablemente aún dentro de la Unión Europea y con el euro como moneda) las cosas se darían mejor. Ya no bastaba el término nacionalidades, ni los conatos de los Estatutos para asegurar que son nación. Ahora necesitaban más. ¿Colonia española como Puerto Rico de Estados Unidos (Estado Libre Asociado es el eufemismo)? ¿Separación unilateral? Qué más daba, Artur ya tenía la solución. Pero no pensó que los que siempre defendieron dicha postura iban a ganar más que él.

Y en las elecciones autonómicas casi les borra ERC la cara de CiU de un guantazo. Se habían aprovechado de la coyuntura y ahora los hooligans que apoyaban sí o sí ya se habían hecho un nicho y ganado la delantera. Pero Artur Mas puso cara impertérrita (eso le funciona muy bien, incluso cuando habla Felipe VI delante de él sobre unidad) y siguió con su fantasmada de referéndum. Evidentemente era ilegal pero eso no importaba, pues para él, la cuestión catalana era muy sensible y eran necesarias consultas. Sin padrón o sin normas legales, pero había que votar. Y quizás vino ahí la única buena jugada de Rajoy en toda la legislatura: dejó que se celebrase la pantomima. Los resultados parecían aplastantes para el SíSí (creación de Estado e independencia), pero vista la participación daba unos números ridículos. Bueno, quizás no ridículos, pero votaron por su apuesta el número típico que hay en Cataluña de independentistas, alrededor de dos millones. Como solo votaron ellos parecía contundente, pero en participación fue un fiasco (aunque intentaron ocultarlo). La ciudadanía ya vio que eran solo cantos de sirena, una huida adelanta del impresentable Mas. Ser parte de España, o no, no era una prioridad. Salir de la crisis sí. Y hartos estaban ya de tanta manipulación y sentimentalismo. España puede ser sin problema un Estado compuesto por naciones, y no pasa nada. Cataluña algún día puede dejar de ser parte de España, y no pasa nada. Pero ahora no. Ahora hay que salir a flote con buenas y serias medidas políticas, no con ínfulas mesiánicas. Ahora todo pasó por Cataluña: el reino aragonés, Colón, Cervantes y en Cataluña todos eran austracistas mientas en el resto de España todos eran borbónicos. Quejas históricas que se caen al abrir cualquier libro de primaria.

Ahora sus socios ya son sus rivales. CiU ya ahora en vez de más autonomía pide independencia aunque no sea independentista para no ver perder votos hacia ERC. Los unionistas de CiU se fueron por peteneras. Solo quedan radicales. O, mejor dicho, solo quedan los adeptos a Mas. No sabremos cuánto durarán, puesto que si el caso Pujol (el antaño intachable que se había cansado de los desaires de los españoles) ha tocado la cumbre de Cataluña, Artur Mas puede que no esté indemne. Cuando el fango le salpique quedará solo. Y Junqueras podrá campar a sus anchas.

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