miércoles, 14 de marzo de 2018

Que la incertidumbre os sea leve

Menudo marzo estamos teniendo, la verdad. Hoy va a ser conocido como el día en que murió el gran Stephen Hawking, uno de los mayores físicos que ha dado la historia. Pero a principios de mes murió Jorge Wagensberg, otro físico y también conocido por su faceta de divulgador científico.

Porque en esto de la Ciencia, con mayúsculas, no solo es importante investigar y generar conocimiento para aplicarlo ahora o en un futuro, sino también dar a conocer ese nuevo conocimiento. Esta tarea, fuera de los pares de un determinado campo, a veces se hace imposible y es cuando llegan las malas interpretaciones, la tergiversación y los intentos de manipulación. Llevar algo muy complejo y abstruso a un nivel que sea entendible por todo el mundo es una tarea encomiable. Muchos 'genios' dirán que eso es simple, que no hace falta ser alguien inteligente para ello, pero ya dijo Einstein (otro genio, y este de verdad y sin comillas) que uno realmente comprende algo cuando es capaz de explicárselo a su abuela ¡y que esta lo entienda!

Todos añoramos a otro gran científico y divulgador, Carl Sagan, cómo nos inculcó a algunos la curiosidad y la pasión por conocer, a interesarnos cómo aplicar una de las herramientas más poderosas de la humanidad: el método científico. Es cuando te das cuenta que no necesitas introducir en la explicación algo inexplicable, algo inteligente de cualidades divinas. El método científico llegará hasta donde puede llegar pero desde Descartes, Galileo y otros, ¡cuánto que hemos avanzado tecnológicamente! Y no solo en temas de ingeniería, sino también en medicina, biología y un eterno etcétera.

Pero entre todos estos gigantes hay alguien que podría ser considerado menor pero para mí, ninguno de estos famosos logra hacerle sombra. Jorge Wagensberg y su libro 'Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?' hicieron que, finalizando la carrera de Física, me replanteara mi lugar en el mundo y la manera de entender tanto el universo como la ciencia en sí. Todos los planteamientos y reflexiones, todas las ideas de implementar conocimiento y divulgarlo lo llevó a cabo, esencialmente, a base de aforismos. Oraciones cortas condensadas de conocimiento capaces de ser leídas en pocos segundos pero también capaces de desbordar la imaginación y la reflexión. Ideas en forma de píldoras, como si fuesen un antiguo refrán, que me permitía pensar en ellas horas y horas, llegando a profundas conclusiones. Ya digo que a Jorge le debo mi manera de entenderme y entender el mundo y eso es mucho. Por eso sentí como un duro golpe su marcha. Una marcha a la incertidumbre que, para él, era el motor del progreso y la evolución pues todo ser vivo intenta eliminar (o reducir, más bien) la incertidumbre de su entorno.

Incluso a mis alumnos, al inicio de cada curso, les hablaba algo de Jorge Wagensberg: yo iba en esas clases a hablar de ciencia, pero el conocimiento también se genera mediante arte y religión. Eso sí, cada una de ellas no puede interferir con las demás, no pueden ni confirmarse ni refutarse. Diríamos que son una base de elementos linealmente independientes. Durante las clases solo tocaba ciencia, mientras que arte y religión quedaban para fuera de clases.

Parafraseando a Newton, solo soy alguien que llega a ver más lejos porque se ha subido a hombros de gigantes. No quiero parecer presuntuoso diciendo que estoy alcanzando los méritos de Newton sino más bien que si puedo ver cosas que de joven no veía es porque tuve buenos tutores en cuanto a divulgación científica y pasión por ella (y a los tutores del campo en el que estudié también, no quitemos méritos). Gracias, Carl; gracias, Stephen; gracias, Neil, y en especial, gracias, Jorge.

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