jueves, 24 de mayo de 2018

Diario de Viaje: Santillana del Mar (Mayo de 1997)

Pues en el viaje fin de colegio tocó hacer noches en esta hermosísima localidad. Prados muy verdes, vacas mugiendo en la lejanía. Lloviznas por la mañana, neblinas y su consabida humedad. Es espectacular y tengo aún buenos recuerdos del sitio. El hotel estaba casi a la salida del pueblo.

La arquitectura es de las que esperas en series o películas de ambientación medieval o fantástica. Calles empedradas y estrechas, casas bajas con vigas de madera vistas y con amplios balcones llenos de helechos que forman voladizos que ayudan a protegerte de la lluvia eterna. Por aquí y por allá viejas construcciones de piedra, como la torre de don Borja. Quedarse paseando por la Plaza Mayor es como viajar en el tiempo y visitar la fachada de la famosa colegiata de Santa Juliana, con esa puerta abocinada es espectacular.

Entre paisajes y arquitectura quedé encantado con esta localidad. Y en el hotel, desgraciadamente, no pude quedarme en la habitación con los amigos de siempre y me tocó pasar noche con una persona muy rara que solo hablaba de lo mala que es la pornografía, que los rosacruces siguen entre nosotros y que la reencarnación es muy probable. O sea, un conspiranoico en ciernes.

La pena fue que ni se planteó la idea de visitar las cuevas de Altamira, que hubiese sido entonces una experiencia trascendente.

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