sábado, 13 de marzo de 2021

Réquiem por UPYD

 En este momento en que Ciudadanos hizo su mayor jugada para recuperar el terreno perdido y se le torció todo (no esperaban la maquinaria pútrida del Partido Popular en su máxima expresión) me acuerdo mucho de UPYD. El PP lo llegó a ver como algo molesto, ahí está Margallo confesando que era hora de aplastarlo como un vaso de papel. Ciudadanos (y el Ibex-35 que lo amparabe) lo veía como competencia directa y empezó a dinamitarlo desde dentro. Ahora la formación naranja, formada a base de tránsfugas, se sorprende que tenga tránsfugas en sus filas. Me apena que un partido de centro quede tan mal, pero no tengo remordimientos en confesar en que disfruto parte de esto.

Sí, las encuestas dicen que los españoles se consideran de centro pero no hay partidos fuertes de centro. Creo que Lleonart lo dijo claro una vez: los partidos de centro, como tienden a pactar a ambos lados de su espectro político en su misión de bisagra, terminan siendo vistos como partidos veleta por sus propios votantes y pierden credibilidad. La idea es buena, si en este momento lo que propone la izquierda conviene a la sociedad, apóyalo; si en aquel momento lo que propone la derecha conviene a la sociedad, apóyalo. O mejor, rescate en el mismo momento lo mejor de la izquierda y de la derecha. Pero bueno, esto en un mundo de bloques y ahora bien polarizados se ve como tibieza o traiciones a cada minuto. La gente se siente más cómoda en su bloque con un partido muleta por si hay que pactar (o sea, lo que era IU para el PSOE hace una década y lo que hoy es Vox para el PP, nos coaligamos si yo, el partido fuerte, no alcanzo las mayorías necesarias).

Unión Progreso y Democracia fue mi inicio en el activismo, con su revolucionario manifiesto fundacional (¡no nacemos con el carné de ningún partido en los pañales!), la fortaleza y carisma de Rosa Díez me cautivó, la vi como el revulsivo socialdemócrata que necesitaba el país. Lo he dicho muchas veces, UPYD tendía a ser la versión que debía ser el PSOE. Sus postulados de transversalidad atractivos para militantes de izquierda y derecha me convencían y la defensa de unos términos básicos y comunes me parecen lógicos a día de hoy: patriotismo constitucional, unidad de España como garantía de igualdad de derechos, derechos para las personas y no para los territorios, Sanidad y Educación competencias centralizadas para la igualdad, posiciones críticas con los rescoldos de ETA, convicción europeísta, avances hacia el federalismo español y furibundo ataque contra el bipartidismo imperante. Se agrupó con el núcleo fuerte de la plataforma vasca Basta Ya y acudieron personas de alto carisma, buena formación y reflexión intelectual auténtica. Y mucho joven desencantado con el bipartidismo, con el «y tú más».

Rosa lo dijo una vez, la formación magenta era la piragua que se colocaba entre dos transatlánticos. Pero una piragua que les hacía escocer, que sembró la semilla del multipartidismo y dejó marcado un camino para Ciudadanos y el flamante Podemos (aunque ambas formaciones se nieguen a aceptarlo). Sí, un partido muy nuevo que consiguió una diputada. Era poco, pero dio mucha guerra. Y luego, a pesar de unas tramoyas no tan sanas, cinco diputados y grupo parlamentario propio. Representantes en varias autonomías, algunas alcaldías simbólicas y una fuerte aparición en el Parlamento Europeo. Todo parecía maravilloso y fulgurante pero la formación pronto cayó.

Yo no estuve muy dentro y me perdí mucho. A día de hoy sigo descubriendo algunas tramoyas que me confiesan antiguos compañeros de partido. Si bien entró gente muy motivada, sin padrinos políticos y con trabajo fuera de la política (ser representante es un honor, una función que se hace por tiempo limitado, pero no es para vivir de ello) también entró gente buscando acomodo, centros de poder y probabilidad de ascenso. Ahí están los tristes ejemplos de Prendes en Asturias y Cantó en Valencia, dinamitando desde dentro. Muchos dieron el salto cuando vieron que sus opciones mejoraban, hablando pestes para regocijo de izquierda y derecha. Y Sosa Wagner (fichado solo porque fue el tutor de tesis o tesina del expresidente Zapatero) intentando imponer su visión del partido y despotricando si esto no era así. Una persona muy interesante, pero muy soberbia. Lozano también aprovechó la publicidad de sus intervenciones para ir haciéndose un hueco en el PSOE, que está aprovechando hasta el día de hoy. A Rosa le hicieron un Rosa Díez: encabezaron la disidencia del partido y como no les fue bien huyeron de este con un portazo y acudieron a otras formaciones.

Pero ojo, la muerte de UPYD no estuvo creada únicamente por los tejemanejes de Cs y las formaciones políticas mayoritarias. Pensar eso es pecar de ingenuo. Tampoco fueron los tránsfugas, estos hicieron romper los cimientos y empezar el derrumbe del partido. Fue principalmente por sus dirigentes y sus endiosamientos. Rosa, cuando empezó a ver cerca el fin de su puesto (éramos defensores de cargos llevados por tiempo limitado) ya quería esquivar dicho fin diciendo que sus primeros cuatro años no contaban porque la limitación debía empezar cuando se aprobaban los Estatutos. Cuando la formación creció y empezó a desbordar a Díez esta quería aún manejar las riendas y no soportaba las críticas constructivas. Nos ufanamos de que la mayoría de simpatizantes y votantes venían del mundo universitario y empezamos a comportarnos como elitistas. Incluso a los que no nos votaban los tomábamos de tontos o poco informados (craso error llamar estúpidos a tus potenciales votantes). O que UPYD debía ser el adalid de toda causa justa y si no convencíamos a los diputados y senadores debíamos ir por lo judicial. Al final lo único que se veía de UPYD era una especie de bufete de abogados mediáticos. Y los petulantes candidatos para Galicia y Cataluña, que no consiguieron prácticamente nada, tampoco les hicieron arraigarse en el ámbito autonómico (cosa que veía lógica que sucediera, puesto que la propia idiosincrasia de UPYD era más enfocada al ámbito nacional, luego en los comicios autonómicos era normal que no convenciese ni a los votantes convencidos). La táctica de escupir en los medios de comunicación porque no te daban cobertura (incluso a los pocos que sí la daban) terminó de poner en contra a quien te podía ayudar.

El portazo de Díez y Gorriarán dejó descabezado al partido, no habían pensado nunca en preparar sucesores de Rosa, Carlos no tenía tal carisma. Pidieron la disolución del partido (es mi balón y me cansé de jugar ya) y el testaferro de Herzog a mí me dio bastante vergüenza ajena cuando descubrí que había iniciado espionaje a disidentes. Ahí ya me desencanté, viendo el ego de los que seguían y el derrumbe que no veían. Seguían con mirada altiva y actitud prepotente de que todo el mundo odiaba UPYD porque eran los mejores. Nunca supieron seducir a posibles votantes.

Estuvo bien que no se disolvieran, esperaba poder volver a darles otra oportunidad. Pero estaba desencantado y no quise apoyar la candidatura de Maneiro, quien sí me parecía alguien íntegro y admirable. Pero las tramoyas y secretos de Herzog (bueno, no él en exclusiva porque solo era testaferro) hicieron que tardase en acercarme. Y vino Brown que, si bien quiso darle un buen lavado de cara al partido, ya era demasiado tarde. La única punta de lanza, tras quedarse sin representación en el Congreso de los Diputados y con una colección de concejales mínima eran sus europarlamentarios. Pero no supo o no quiso promocionarlos, hacer ver al votante que aún seguían vivos y que actuaban aún por el bien de la sociedad.

Estuve de acuerdo en su momento en que no se disolvieran como juguete roto de unos pocos. Estuve en contra de la fusión con Ciudadanos. Ahora se está viendo que si bien estaban cercanos en el espectro ideológico, los magentas no íbamos de eslóganes y ganas de pisar moqueta a toda costa. Pero ya cuando Brown se dio cuenta que no iba a poder reactivar a UPYD empecé a ver a la formación como un fantasma que actúa como si aún no hubiese muerto. El propio Brown empezaba a ofrecerce a Cs para formar listas conjuntas a ver si conseguía algo de poder y en Europa, las impresionantes Becerra y Pagazaurtundua empezaron a abandonar el barco. El muerto no quería morir. Pero la justicia (la rama a la que quiso agarrarse una vez) le dio la puntilla final por impagos. Una muerte ansiada pero indigna a algo que hizo mucho en poco tiempo pero que no supo o no quiso gestionarlo adecuadamente.

Si soy sincero, siempre vi a UPYD como un partido de oposición. Más fuerte de lo que era, más sólido y más ágil, pero como un Pepito Grillo aconsejando y advirtiendo al Gobierno, condicionando sus políticas. Su actitud, propuestas y discurso funcionaban mejor en la oposición (al igual que veo a Podemos, por eso sus vaivenes ahora que están gobernando), en una oposición leal, activa y constructiva. Creo que era su misión final. Sí, fantaseaba ver en el Gobierno a la formación pero sabía que no se moverían bien en esos pasillos. Me quedo entonces con la postura inicial: un buen partido que a base de bien quebró el bipartidismo imperante y allanó el camino al multipartidismo actual. ¿Qué sería de la situación actual si hubiesen prosperado? Solo queda fantasear.

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