martes, 22 de junio de 2021

La insurrección trumpista y el inicio de Biden

 Hace como medio año Estados Unidos vivió una situación atípica: al contrario de la tradición, el país no fomentó un golpe de Estado fuera de sus fronteras, sino dentro. Bueno, no llegó al punto de ser un golpe de Estado, sino más bien una insurrección promovida por grupos de extrema derecha, extremistas religiosos cristianos y conspiranoicos arracimados en torno a QAnon. El objetivo era subvertir el orden constitucional y mantener en el poder al presidente Trump, a pesar de haber perdido las elecciones.

Según la historiografía, hacía siglos que no se asaltaban las cámaras y hacía décadas que nadie había entrado armado (con intención de usar el arma). Momentos convulsos para una primera potencia que está, según parece, en sus estertores. China ya quiere recoger el testigo, aunque pueda ser como el viejo dicho, «de Guatemala a "guatepeor"». Gente de lo más variopinta, vestidos con las indumentarias más estrambóticas, entraron en el Capitolio, quizás con la connivencia de sectores de seguridad del edificio. Hubo mucha tensión, hubo forcejeos, hubo incluso disparos y muertos (eso sí, creo que hubiese sido una masacre si los perpetradores de la insurrección no hubiesen sido lo que ellos definen como «raza blanca»). Por suerte todo fue profundamente investigado y los cabecillas fueron identificados y arrestados, esperando cumplir una merecida condena por atentas contra la democracia.

Un país que ha perdido el rumbo y el liderazgo mundial, un país azotado por fuertes crisis internas, tales como el Black Lives Matter y el Me Too. El racismo y el machismo siguen aún muy presentes en la sociedad estadounidense y a veces explotan conflictos que dejan multitud de disturbios. 

Creía que Trump iba a tener una política aislacionista y solo se iba a interesar de temas internos. Pero no. Movimiento de embajadas en Israel, apoyo a Marruecos sobre la soberanía del Sahara Occidental, blanqueamiento del régimen de Corea del Norte, distensión Rusia. Y las políticas de aumento de crispación de Steve Bannon han atravesado fronteras para arraigarse rápido. Trump ha dejado una escena internacional demasiado herida y resentida y esto va a traer cola.

Por supuesto, muchos dicen que con Biden y Harris todo esto se va a revertir y que por fin triunfa la democracia. Veamos, el Partido Demócrata es más potable que el Republicano pero olvida mucha gente que sus políticas son más próximas a la derecha que a la izquierda, aunque mentalmente se les tenga por una formación de izquierdas. Biden ha recogido muchas propuestas de Trump y le han dado un discurso más florido, pero siguen siendo políticas de Trump, como sus fuertes aranceles proteccionistas o el veto a la inmigración (uno quería un muro pagado por México, el de ahora suplica que no venga nadie) o la prepotente actitud de Donald Trump camuflada en la cara amable de Nancy Pelosi.

Biden tiene por delante una misión muy difícil, que es apaciguar a una sociedad muy polarizada. Pero no creamos en cantos de sirena, no es un filántropo que va a mirar por el bienestar mundial. Es más, quizás sea un candidato de transición para una pronta presidencia de Kamala Harris viendo que presentarla directamente generaría el rechazo machista que tuvo Hilary Clinton en su día. Solo pido que reduzca el fanatismo y que la gente de ese país viva en paz con sus semejantes, que bastantes momentos truculentos nos esperan como civilización.

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