Pues casi sin organizar, sin tener claro cómo aprovechar el día de San Isidro Labrador, descubrimos este bello lugar. El mismo sábado lo organizamos todo, reservamos y coche hacia las llanuras castellanas salpicadas de lluvia. Para salir de Madrid elegimos secundarias y sin darnos cuenta y sin atascos llegamos a la hora del almuerzo a Huerta.
Pequeño pueblo con una robusta iglesia de San Bartolomé. Se recorre rápido pero pasear por las frondosas orillas del Tormes es una gran experiencia. Te relaja bastante. Y remontando el río atraviesas una seguidilla de esculturas bastante pintorescas que le dan más aire cultural al pueblo.
Fuimos a dos chiringuitos, uno en el almuerzo y otro algo más alejado, tras un extraño jardín, para la cena. Se comió bastante bien y el trato amable de la gente nos agradó mucho.
La verdad que intentamos repetir en Navidades pero todo estaba cerrado, vaya chasco, porque se comía bastante bien.
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