sábado, 8 de julio de 2023

Diario de Viaje: Salamanca (Mayo de 2022)

 A pesar que pronosticaban lluvias, tras comer en Huerta fuimos hacia la capital. Mira que tenía ganas de visitar Salamanca, muchos amigos me la habían recomendado y la verdad es que llevaban razón.

Tras cruzar el ancho Tormes nos pusimos a caminar por el lado de la antigua muralla de la ciudad y vislumbramos el famoso verraco junto al puente romano. La vegetación de la ribera es abundante y nos dimos también un paseo por ahí. Al rato empezamos a internarnos en la parte histórica y nos maravillamos con la catedral. La cantidad de detalles de las puertas hace que te marees por estar ansioso de no escaparte de ningún hermoso detalle. Estuvimos también dando unas vueltas por la Plaza Anaya y de ahí recorrimos las calles centrales (con compra de camisetas incluida).

Ver la fachada de la Clerecía merece mucho la pena y llegar hasta la famosa Plaza Mayor. Es enorme pero no pude deleitarme todo lo que quería porque había casetas y las proporciones no podías contemplarlas en todo su esplendor. Una pena pero sabiendo que es el centro neurálgico de la ciudad es normal que toda actividad cultural tenga lugar ahí. Un poco de callejeo algo más al norte para ver edificios más modernos y la actividad de la ciudad, a pesar de la llovizna.

Paseando llegamos a la curiosa Casa de las Muertes, junto al convento de la Anunciación. Y la calle que te devuelve a la Clerecía es espectacular: Palacio de Monterery, la Plaza de San Benito, rodeada de imponentes edificios y la fachada con conchas de la biblioteca.

Y, cómo no, una visita a la increíble fachada de la Universidad. Costó encontrar la rana pero tanto detalle es una experiencia maravillosa. Y el entorno de la plaza ayuda un montón a meterte en la piel de un estudiante de la época. Merece la pena volver a mirar con detenimiento dicha fachada.

Unas vueltas más por el casco para rodear la catedral y llegar hasta el Convento de San Esteban, también de bella factura, con su gigante arco y fachada decorada. Aquí descansamos un poco antes de volver al río, pasando por la Casa Lis y su ornamentación de Art Déco. Una gran experiencia para repetir.

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