martes, 22 de noviembre de 2011

Cristina sube, Rossi se estrella

De tiempo atrás viene la discusión sobre el peronismo. Esa corriente ideológica que un pelo más y se convierte en populismo puro y duro que a la vez que ningunea y exprime a la opinión diferente garantiza y promueve el bienestar a las clases más desfavorecidas. Escudados en el peronismo ha habido corrientes totalmente antagónicas y solo podía darse y congraciarse en ese peronismo.

Sin embargo, la política de los Kirchner, que si bien sacó a Argentina del pozo en el que estaba sumida, ha acusado su éxito a un romance casi obsceno con el populismo. Nacionalización de industrias, refinanciación de la deuda, aumento del nivel de vida, coaliciones con Estados a la vez que desprecio a los que querían meter mano. Sí, de eso no cabe duda, pero lo que mucha gente no quiere ver es que fuerza las tuercas más de lo conveniente, oculta datos preocupantes y el personalismo amenaza con abarcarlo todo. Cristina arrasó en estas elecciones presidenciales en una mezcla de falso exitismo, oposición trasnochada y obnubilada, la titulación de "viuda de" y las acciones necesarias para asegurarse tranquilidad. A pesar del uso de "perros de la guerra" como Hugo Moyano o Aníbal Fernández para destrozar las ideas opositoras (incluso con políticas sospechosas de rozar en lo mafioso), ocultar represión a pueblos originarios, uso de policía o matones para acallar a profesores, etc. ha conseguido cubrirse de una gloria tal que puede compararse a los próceres decimonónicos.

Que todo venga del Banco Interamericano de Desarrollo, que la industria nacional sea solo industria de montaje de lo comprado afuera, que el proteccionismo y aumento de portes de aduana aumente todo (porque al final todo viene del extranjero), que las empresas saquen recursos naturales impunemente y se compren hectáreas a precio de saldo, que se prohíba con miles de trabas la compra de divisa extranjera para hacer la ilusión de que el peso es fuerte y que no se devalúa, parece poco comparado con las medidas exitosas y brillantes como dar pantalas gigantes LCD para todo el mundo para ver el fútbol gratis pagado con el fondo de pensiones, que se den netbooks (portátiles con pocas prestaciones) a los colegios mientras se caen a pedazos, que se regalen milanesas y cerdos comprados a Brasil y decir que son de aquí. Estos éxitos (minimizando las críticas que se le sacan) hacen que todo el mundo se vea feliz y completado, que parezca que no haga falta nada más, que seguir viviendo en una villa miseria enganchado a todo pero con zapatillas y móviles de último modelo. Total, Europa está mucho peor. Siempre la misma comparación, en un afán de ser líderes latinoamericanos pero con la morbosa obsesión de compararse a Europa o Estados Unidos, a la vez que saltar por los aires cada vez que esas dos economías alaban las políticas Argentinas (al más puro estilo "odiamos al Imperio menos cuando nos dicen cosas bonitas").

Lo raro es que el efecto Cristina perdió fuerza en las elecciones provinciales de Santa Fe. En las presidenciales el Frente Para la Victoria arrasó, pero a la hora de elegir Gobernador fracasó. Santa Fe es un fuerte feudo socialista. La gente, además, creo que tiene aún un fuerte sentimiento paternalista (maternalista en este caso) y en vez de ver las políticas de un partido miran a la persona, diga lo que diga. Por eso la empática Cristina Fernández tiene tanta confianza y puede remontar cualquier varapalo. No importa que mientan en la inflación o que use fondos públicos para transporte de jarrones de Santa Cruz a la Casa Rosada (o sus operaciones de estética en EEUU y la compra de ropa carísima de París), porque es verla y es olvidar todos los problemas. Sin embargo, el candidato santafesino a la Gobernación, Agustín Rossi no tiene empatía personalista. Todo el mundo lo conoce, conoce sus métodos rastreros y su poca valía. Sabe que se arrima al árbol que más conviene y que siempre tuvo perfil bajo. Se presenta en una inauguración de cualquier cosa (aunque no haya sido con fondos nacionales -de su partido-) y se pone cerca de la fiesta para que le hagan fotos. Si alguien se queja, se ríen de quien lo delata y le echan para otro lado, siguiendo con su campaña caradura. Esta vez ha sufrido una humillante derrota, pero eso no lo va a hacer reflexionar de que no engaña a nadie y se dejará otra vez la barba para parecer que ha cambiado (o como hizo en estas elecciones, usa el logo de un chivo -su apodo- para que no asocien su nombre y lo que dice que hará a tan nefasto personaje).

Pero el cúlmen de todo es la gran cantidad de admiradores e idólatras. O miman al FPV o a Cristina o a Rossi a capa y espada. Los kirchneristas, que tanto criticaban la época de Menem y terminan aplicando cosas parecidas. Se autotitulan defensores de una política "nacional y popular" que más bien parece nacionalista y populista. Aplauden (y bien que hacen y hacemos) que den cadena perpetua a los crueles dictadores del Proceso y alaban la democracia, pero cuando les dices que disientes en sus posturas ya abandonan la democracia y exaltándose llegan a insultarte entre crítica y crítica destructiva. Nunca vi tanta pasión y ganas de destruir al adversario para no escuchar críticas. Si se dicen tan abiertos y demócratas, ¿a cuento de qué esas dentelladas?

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