Fue en realidad en Villa Martelli, en la provincia de Buenos Aires, justo cruzando una carretera que delimita la Ciudad Autónoma de la Provincia. Pero como no tocamos la ciudad y era grande de por sí, pues tiene mérito de ser un punto de destino por nombre propio.
Había mucha ilusión por ir en el laboratorio. Un enorme complejo dedicado a la tecnología argentina. Así que acordamos con un sindicato comprar los pasajes para ir con ellos en autobús muy temprano y volver a la tarde. El día prometía por estar despejado y no una temperatura muy fría, y más sabiendo que las predicciones meteorológicas para la semana siguiente eran nefastas y los días en que podíamos todos eran pocos. Para entretenerme en el viaje nada menos que un libro sobre Historia, la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media, vista desde los romanos, los pueblos germánicos y los sasánidas, y centrándose en religión, literatura, adornos, pocas fechas y pocos nombres.
Tecnópolis es inmensa. Música y malabaristas nos recibieron ante una gran puerta con una inmensa Constitución. Rápidamente fuimos a ver una actuación de Fuerza Bruta que estaba inspirada en la industria nacional. Un coche colgado con fuegos artificiales y dando vueltas gente; tres frigoríficos colgados y gente descendiendo por ellos boca abajo. Muy raro, la verdad. Interesantes las áreas de robótica, de paleontología (con esqueleto incorporado), antártica (con frío y agua salpicando) y aeronáutica. Además de los choripanes, superpanchos y shawarmas que dimos cuenta. Había tanques y cohetes, además de helicópteros. Pero no tenía nada un nivel alto, era más divulgativo pero desde una perspectiva simplista. Esperábamos ver avances y explicaciones del tema, pero todo eran juegos infantiles o monólogos pregrabados. Algún proselitismo muy evidente y la recomendación de muchos vigilantes de que no entrásemos en ciertos sitios que eran extremadamente aburridos.
El final de Fuerza Bruta tirando hierro fundido a una pared y ver las explosiones de la oxidación del metal fue casi lo más destacado de Tecnópolis, además de la actuación discotequera, los helados para celíacos y la zona de antropología que parecía más un circuito de trial de motociclismo.
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