jueves, 17 de noviembre de 2011

Diario de Viaje: Tecnópolis (Agosto 2011)

Fue en realidad en Villa Martelli, en la provincia de Buenos Aires, justo cruzando una carretera que delimita la Ciudad Autónoma de la Provincia. Pero como no tocamos la ciudad y era grande de por sí, pues tiene mérito de ser un punto de destino por nombre propio.

Había mucha ilusión por ir en el laboratorio. Un enorme complejo dedicado a la tecnología argentina. Así que acordamos con un sindicato comprar los pasajes para ir con ellos en autobús muy temprano y volver a la tarde. El día prometía por estar despejado y no una temperatura muy fría, y más sabiendo que las predicciones meteorológicas para la semana siguiente eran nefastas y los días en que podíamos todos eran pocos. Para entretenerme en el viaje nada menos que un libro sobre Historia, la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media, vista desde los romanos, los pueblos germánicos y los sasánidas, y centrándose en religión, literatura, adornos, pocas fechas y pocos nombres.

Tecnópolis es inmensa. Música y malabaristas nos recibieron ante una gran puerta con una inmensa Constitución. Rápidamente fuimos a ver una actuación de Fuerza Bruta que estaba inspirada en la industria nacional. Un coche colgado con fuegos artificiales y dando vueltas gente; tres frigoríficos colgados y gente descendiendo por ellos boca abajo. Muy raro, la verdad. Interesantes las áreas de robótica, de paleontología (con esqueleto incorporado), antártica (con frío y agua salpicando) y aeronáutica. Además de los choripanes, superpanchos y shawarmas que dimos cuenta. Había tanques y cohetes, además de helicópteros. Pero no tenía nada un nivel alto, era más divulgativo pero desde una perspectiva simplista. Esperábamos ver avances y explicaciones del tema, pero todo eran juegos infantiles o monólogos pregrabados. Algún proselitismo muy evidente y la recomendación de muchos vigilantes de que no entrásemos en ciertos sitios que eran extremadamente aburridos.

El final de Fuerza Bruta tirando hierro fundido a una pared y ver las explosiones de la oxidación del metal fue casi lo más destacado de Tecnópolis, además de la actuación discotequera, los helados para celíacos y la zona de antropología que parecía más un circuito de trial de motociclismo.

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