viernes, 11 de noviembre de 2011

La Monarquía de Felipe VI

Felipe de Borbón y Grecia nació en 1968 con el título de Infante. Como único hijo varón de los Príncipes se convirtió de manera autómatica en heredero del Heredero, en caso de que el dictador Franco eligiese a su padre como sucesor. Eso pasó en 1969 y hasta 1975 tuvo una vivencia como un niño más y convertido en el compañero de juegos de sus hermanas. Cuando su padre fue proclamado Rey se convirtió de facto en Príncipe de Asturias, cargo que ocupa hoy, y lo seguirá siendo hasta su ascensión al Trono. Con la mayoría de edad juró su cargo y pronto empezó a tener proyección política, presidiendo ya desde muy joven la Fundación Príncipe de Asturias. Aconsejado por sus padres inicia una formación sin dignidades en escuela, aunque los aires de superioridad durante la adolescencia lo harán rebelde y engreído al saberse como futuro Rey. Para cortar esto de raíz, Juan Carlos I hace que se forme de manera intensa en los tres ejércitos y tras esto cursó el último año de secundaria en Canadá, donde tuvo que apañárselas solo y con pocas distinciones. Ya un poco curado vuelve a España y estuda Derecho en Madrid, con asignaturas de Economía para preveer las posibles acciones que podría llevar en un futuro. En Estados Unidos obtiene su máster en Relaciones Internacionales, copando todos los requisitos para ser un Jefe de Estado preparado. Como todo joven, sus escarceos amorosos ocupan un lugar en su vida, pero con la consabida repercusión mediática, tanto que termina la relación con Isabel Sartorius. Quizás resentido intenta conseguir el amor que le complete y no como un mero trámite. El conflicto causado por su relación con Eva Sannum salta por todas partes y Zarzuela se opone a ello, pero no lo consigue con Letizia Ortiz, con la que termina casándose y teniendo dos hijas. El periodista Jaime Peñafiel puso bajo dura crítica esta decisión, el egoísmo de Felipe en hacer pesar más su amor que las obligaciones que le conlleva el cargo. Estas declaraciones lo alejaron de la amistad del Rey. Parece que no quiso seguir la tradición Borbón de amar a una mujer y estar casado con otra y convivir para protocolo y asegurar la sucesión dinástica.

Los monárquicos más puristas han detestado este matrimonio, ya que la Corona tiene que ser una institución modélica y fiel a sus tradiciones. Que entre una plebeya (divorciada para más inri) y se derogue la Pragmática Sanción de Carlos III sin pompa ni boato ha hecho que incluso piensen en una alternativa republicana antes que ver a un Rey que ningunea las tradiciones, uno de los pilares de la monarquía. Pero creo que la ola europea de matrimonios morganáticos (sin pérdida de estatus) influyó a la hora de elegir a alguien conocida y preparada y española para afianzar los vínculos entre Corona y ciudadanía (ya no se lleva lo de alianzas entre países por medio de matrimonios). Creo que más que rechazo ha provocado acercamiento entre la mayoría de la población que se las trae al fresco estas cosas o lo que quiere es que solo se desempeñen fielmente las funciones constitucionales y que lo demás es accesorio. La gente ha visto que la Familia Real es más cercana y que no vive en una burbuja al estilo inglés. Que hablan tranquilamente y no usan guantes para tocar a la gente y que cualquiera puede llegar a la más alta institución representativa del Estado. Quizás no se puede banalizar esto y diluir todas las normas porque entonces la Familia Real carecería de sentido, pero con gestos así se pone de manifiesto que no son de otra pasta o que no pueden mezclarse con los que representan, que sospecho sería algo de más insidia y traería a la larga más desafección que afección por misticismo.

Los sondeos de popularidad dan una pista de cómo va las simpatías o antipatías, aunque según quién y cómo pregunte los resultados serán muy dispares, incluso en intervalos de tiempo próximo. Otro problema a resaltar es que nunca se sabe si la gente puntúa por la propia institución de la Corona o por el papel del Rey. Si es lo primero, se asienta la monarquía sin importar quién ocupe la jefatura de Estado (o que si un Rey es impopular se puede cambiar por otro y no de régimen). Si es lo segundo estamos en un régimen monárquico transitorio sostenido por el juancarlismo. Quizás va siendo hora de diferenciar por quién se pregunta y puntuar por separado. En este año, según Metroscopia, la Corona cayó en popularidad de un 80 a un 74 %, según Abogacía, la Corona tiene de nota un 5,6, cuando siempre se sostuvo alrededor de 6,5-7,0. Para el CIS, el Rey tiene un 4,89 de confianza y suspende por primera vez, aunque es la tercera institución mejor valorada. La verdad es que la popularidad ha bajado, ¿por qué? ¿Ya no gusta? Hoy en día hay muy pocos que se denominen monárquicos, pero a fin de cuentas nadie cuestiona la monarquía (criticarla sí, aún nadie hizo proponer y publicitar una alternativa republicana con peso y visos de consistencia, a menos que consideremos algunos timoratos intentos de IU que parecen más intentos publicitarios y manifestaciones por la III República en fechas señaladas y sin repercusión días después) en serio y mientras dé estabilidad y se permita el desarrollo político normal en las Cortes no se van a hacer movimientos para eliminarla. Puede que haya temor a perder el estatus del partido o que todo se descontrole, quién sabe. Así que por pragmatismo está. Hace años leí una entrevista a un destacado comunista que ante la pregunta de si el aumento de críticas a la Casa del Rey se podía traducir como un desapego a la Corona, él, sorpendentemente, respondió que no: antes la institución estaba sobreprotegida y pocos confiaban en los partidos políticos democráticos de la Transición, por lo que se aferraban a la institución, pero cuando algo está asentado y normalizado desaparecen las ayudas periodísticas y la gente critica lo que no le gusta en un afán de que rectifiquen. También en una reciente entrevista al paradójico Mario Conde se dijo que cuando hay una crisis y la gente desconfía de la clase política y el ordenamiento actual, todas las instituciones caen en popularidad, arrastrándose unas con otras y que esto podría ser malo para la Corona, ya que él prefiere que sea una institución no política, sino popular, que el Rey (aun como Jefe de Estado y símbolo de España internacionalmente) fuese paralelo a la trama política, que tuviese las atribuciones que tiene hoy en día el Defensor del Pueblo y que en vez de estar para fotos e inauguraciones fuese como el rey medieval que protegía al pueblo de la nobleza, es decir, de la clase gobernante; que analizase cuentas, corrupciones, desmanes, falta de democracia, trampas y especulaciones y las hiciese públicas a la vez que llevaba estas pruebas a los tribunales.

El papel de Juan Carlos I ha sido impresionante, pero ya va siendo hora de una renovación en Felipe VI. Juan Carlos tiene empatía y sencillez, que junto a la democratización durante la Transición y su intervención en el 23-F se ha ganado un alto puesto, junto a su influencia internacional y el allanamiento de muchos contratos empresariales, como el reciente sobre la construcción en Arabia Saudí de una línea de ferrocarril de alta velocidad por parte de España. Seguro que tiene tratos oscuros y ha ganado dinero subrepticiamente, pero hay que ver cuánto es verdad y cuánto difamación, ya que no puede defenderse por sí mismo. Felipe no tiene la campechanía de su padre (dicho popularmente y por militares que conozco), es frío como su madre pero tiene presencia y transmite seguridad y ganas de aprender mientras se pone al tanto de todo (dicho esto por dos amigos declaradamente republicanos que se encontraron con él en una inauguración de un insituto y en una eliminatoria de la Copa Davis). El Príncipe ha tenido momentos de proyección, como su proclama a favor del fin de la violencia etarra, yendo a manifestaciones y su entereza en decir frente a Carlos de Gales que Gibraltar es un tema que ha de resolverse y que la soberanía ha de debatirse. No es un tema que muchos les guste sacar para no crear rencillas entre Reino Unido y España, pero él salvó el mutismo impuesto por el Gobierno a sus ministros. No se arredra cuando alguien lo cuestiona y puede hablar con esa persona sin problemas. Su trayectoria en las tomas de posesión de muchos Jefes de Estado en América lo han hecho relevante en este continente y ha ganado experiencia y popularidad. Su formación universitaria, su pericia en pilotar aviones militares desempeñándose duramente con la nueva hornada del Ejército y los plausibles consejos de un Juan Carlos recién abdicado pueden serles de gran ayuda. Y creo que esa experiencia y ese afán de ayudar a España reclamando su lugar en el panorama internacional sin arredrarse con potencias a lo inglesa, son vitales en estos últimos tiempos de crisis económica y política. El Príncipe seguramente tendría una actuación política más activa que su padre. Este, para consolidar la democracia, nunca ha aparecido públicamente ejerciendo sus funciones de árbitro y moderador máximo. No digo que el futuro Felipe VI meta las narices en política, sino que ejercite siempre sus derechos y obligaciones constitucionales, que no modere solo en privado, porque parecerá desidia o dejadez y cuando aparezca en público las críticas le arreciarán (como pasó con el actual Rey a principios de 2010). Que cuando haya crisis diga algo, que cuando algún estatuto autonómico sea sospechoso de inconstitucionalidad proclame algo sobre la unidad española, que cuando se ejerciten conciertos económicos hable sobre la igualdad de todos los españoles, que cuando haya polarización política luche por la concordia, que cuando los países vecinos o no tan vecinos insulten al país que pida calma y respeto y hable de las virtudes de España a la vez que pida subsanar los desperfectos, que cuando recorten derechos a las fuerzas de seguridad o se les cuestione su trabajo cuando lo hacían legítimamente (como los casos en las aguas cercanas a Gibraltar) que clame que son también ciudadanos españoles y no debe de recortárseles nada. En resumen, que sea activo y que aparezca periódicamente hablando y aconsejando, que se vea que le preocupan los problemas cotidianos. No meterse en política no quiere decir guardar mutismo, porque la gente al tiempo empezará a dudar del cargo y de la capacidad de responder hacia temas sensibles y de interés.

Tras los hechos de corrupción en la Familia Real, la Corona debe purgar toda sospecha y alejar a los que se hayan aprovechado, criticando duramente la actuación del descarriado. Controlar para que no vuelva a pasar. Despejar dudas dejando que los presupuestos a la Casa del Rey sean transparentes y sepamos en qué se gasta hasta el último céntimo, tanto de lo otorgado en los Presupuestos, como en regalos y el uso del Patrimonio Nacional. Porque la Corona tiene que estar por encima, ser un claro ejemplo de austeridad y rigor, haciendo las cosas bien e intentando rectificar las que van mal. Que con cabezonería el Rey arrastre en su caída a la Corona es algo triste y patético y no faltan ejemplos. Entonar un mea culpa y aclarar todo cuando haya alguien que se lucre por su puesto (como pasó en Inglaterra y no por ello se impuso el republicanismo) y salir fortalecidos pidiendo perdón y dejando hacer a la Justicia y no ocultar todo y extorsionar para que se retiren cargos, repudiar la corrupción en público, tanto de su Familia, como de políticos o de constructores. Una abdicación rápida y sencilla va a consolidar en el puesto a Felipe de Borbón como monarca, ya tanto por la connivencia de los partidos políticos, como por los formadores de opinión y tanto por el pueblo que lo que quiere es democracia y pocos problemas. Habrá algunas protestas y manifestaciones, pero en el fondo la gente aunque no le guste la respeta y la deja estar a la monarquía, ya sea porque pasa del tema o porque tiene en mente cosas más importantes que un cambio de régimen no va a cambiar. Si la crisis hace esto más inestable quizás la muerte del actual Rey desencadenará en una República (aunque, como dato curioso, una vez leí en un foro que cuando España tiene problemas el primero que se va es el Rey, y que solo se terminan dichos problemas cuando vuelve otro Rey). Y si abdica quizás no dure mucho tiempo como Rey. Por eso ya dije hace meses que en 2012 sería la fecha ideal, ya por no entrar en un callejón tambaleante, ya por dar un soplo de aire fresco a una importante institución cuando el resto están flaqueando. Además, Juan Carlos I, desde su operación de pulmón, está cayendo una y otra vez en recaídas y en mal humor (quizás por el recuerdo de la angina de pecho mortal de su abuelo como del cáncer de laringe de su padre). Felipe VI, aun ya no tan joven, estará más sano y con una edad óptima para una mejor conexión generacional. Así que en apoyo a la neutralidad de la Corona y esperando un remodelado a los nuevos tiempos, ¡viva Felipe VI!

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