lunes, 6 de febrero de 2012

La Naturaleza también llora

Villa del Río es un pueblo pequeño cordobés, justo en la frontera con Jaén. Hay restos romanos y árabes sobre una ocupación del lugar temprana, pero destacó ya en la época cristiana como parada de postas y lugar de casas de nobles de cierta relevancia. Como siempre ha estado a la sombra de Montoro su término municipal es muy pequeño, por lo que en la actualidad casi todo está ocupado por edificaciones, olivos y empresa maderera para la creación de mobiliario.

En el boom español alcanzó cotas impensables y llevó a mucha gente a convertirse en nuevos ricos, olvidando un poco sus raíces y haciendo auténtico eso de "no sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió". La prepotencia de múltiples coches e irse a tomar cafés a Madrid se convirtió en algo cotidiano, y el ninguneo al anterior compañero gracias a estar pisoteando durante horas y horas a tus trabajadores y por una mísera cantidad... y con mucha suerte si te tiene contratado legalmente, al menos por un par de horas diarias.

Pero como todos sabemos la crisis estalló en el planeta y en poco tiempo los bancos empezaron a actuar mezquinamente y muchos que tenían créditos bastante delicados se quedaron para atrás. Muchas de las fábricas cerraron de improviso, yendo multitud de trabajadores a la calle y a varios de estos patrones soberbios que se gastaron todo en juegos se vieron de nuevo como al principio.

Pero no iba a hablar de esto, sino que quiero poner en contexto la sucesión de mala pata que está padeciendo el pueblo. En momentos tan delicados uno espera que pase ese trance únicamente, para soportarlo de una vez y que pase pronto. Pero el cambio climático está ahí y durante dos inviernos ha provocado que el Guadalquivir alcanzase niveles históricos debido a las intensas lluvias, de tal manera que se desbordó e inundó fábricas, instalaciones polideportivas, bares, carreteras, piscinas, provocando unas pérdidas altísimas y desmoralización entre los paisanos. Si de por sí la polémica piscina climatizada (construida por el alcalde anterior para su hija nadadora, y poco más, porque nadie la utilizaba) era cara ahora con el retiro de barros, la limpieza y la reparación de maquinaria se está convirtiendo en un sumidero de fondos. El pueblo, ya en crisis, tiene que perder dinero en intentar recuperar todo, aunque Diputación y Junta han colaborado y sospecho que también el Estado. Aunque sigue siendo poco.

Es que a los alcaldes les gusta una inauguración con fotos y luego a olvidarse. El puente romano está lleno de hierbajos y el merendero olvidado; el árbol del Amor está secándose; el Humilladero recordado una vez al año. Creo que apostando (no únicamente) por el turismo ecológico se puede sacar algo de rédito: publicitar, restaurar el patrimonio, adecentar senderos y señalizarlos, algo entrará en las arcas digo yo.

Pero aún no termino. Si los riachuelos de desagote de los cerros se siguen llenando de basura y matorrales las inundaciones seguirán. Si se pone una autovía y un pequeño agujero para que pase el caudal cuando a todas luces es insuficiente (en la ilusa creencia de que nunca más va a llover como hace décadas) es normal que cuando llueva un poco se inunde una zona inmensa, destrozando fábricas y empapando la madera, la materia prima fundamental de los polígonos industriales villarrenses. Al final se hace verdad que a perro flaco todo son pulgas. Pero es que no se aprende. A más de un año de la inundación de las fábricas, nada se ha limpiado, no se invierte porque parece un despilfarro cuando seguro que vale menos que reparar todo. Hay que concienciar a la gente que no se puede tirar impunemente la basura donde desee: hay centros de reciclado, no cuesta nada.

Y si los últimos terremotos en Andalucía respetan al pueblo, espero que empiecen las autoridades y los vecinos a tomarse las cosas en serio. Previsión no ha de faltar. Respeto por el medio ambiente, tampoco.

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