Pues tenía ganas de ir a este lugar, muy mencionado en las guías turísticas nantesas. Mi primera idea fui ir hacia el lugar caminando hasta una estación de autobuses tras cruzar el Loira, pero vi que la espera era titánica, así que me decidí ir a pie en un paseo-caminata reconfortante y aprovechando uno de los pocos días soleados que está teniendo la ciudad.
Volver a la isla y tomar otro puente me llevó un tiempo mayor al estimado, pero no importaba, puesto que entraba en la localidad vecina de Rezé y aproveché la tranquilidad de la mañana para ejercitar mis piernas. Trentemoult es un barrio de Rezé aislado de este mismo pueblo por carreteras y naves industriales. Todo muy silencioso en el trecho hasta que te lleva al barrio, lleno de casas al estilo de la arquitectura de estaciones de ferrocarril.
Ver Nantes desde la otra orilla es curioso y especial, se ven los grandes edificios como si estuvieran inaccesibles. También me percaté de la bajada de la marea y cómo encallaban los barcos atracados en el puerto. Tras esto decidí caminar por el interior del barrio y ver las callejuelas floradas y las casas de diversos estilos y colores. Llegué incluso a presenciar la actividad del péndulo colocado sobre un silo que simbolizaba el paso inexorable del tiempo. Vi edificios viejos y señoriales, casas típicas de pescadores y casas de configuración moderna, como una con multitud de aberturas circulares que hacían de ventanas. Un paseo por algunos parques y varias caminata hacia las plazoletas centrales y la calle cortada por un grupo de vecinos que preparaban el almuerzo en la calle.
Poco rato después, no llevando más de tres cuartos de hora en Trentemoult me di por satisfecho y embarqué en la nave que te conecta directamente con Nantes, así hacía el camino de vuelta más rápido y compraba algo en la panadería para preparar la sesión de rol que iba a tener esa tarde. Un viaje relámpago, vamos.
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