sábado, 26 de octubre de 2013

Nantes y ser de la Bretaña

España siempre ha tenido una tradición de complejo de inferioridad, como si el resto de Europa estuviese mentalmente varios siglos por delante. Esto al menos ha servido para recrearnos en nuestras miserias y en encallarnos indefinidamente en una situación de extrema dependencia. Pero señores, seamos sinceros, la especie es la misma y los vicios se repiten más o menos de la misma manera en todas partes.

Muchos españoles llevan décadas diciendo que el país se rompe, que los nacionalismos desvirtúan el sistema autonómico. Que hay que ser como Francia, que es un Estado centralista. Pues bueno, ni el nacionalismo es el arma demoledora que pintan ni los franceses se sienten totalmente franceses. Un nacionalista pide y pide, sí, pero creo que lo hace para asegurar sillón y entramado: las amenazas están huecas porque sabe que si las cumplen se quedan sin nadie atemorizado que les vuelva a tapar la boca con dinero. Sí, son los 'unitarios', constitucionalistas o nacionalistas españoles los que hacen más daño al caer en una trampa tan manida. Ni uno ni otros poseen sentido de Estado. Que en Francia hay zonas que el sentimiento francés está más diluido es cierto. Claro que existe el nacionalismo francés, pero también están en mayor o menor medida el bretón, el alsaciano, el flamenco, el vasco, el catalán, el corso, el nizardo, el normando, el occitano y el saboyano, así como deseos independentistas de varios territorios y dominios de ultramar.

Al menos el nacionalismo bretón, que es el que está más cercano a donde estoy, tiene muchos tintes folklóricos y los que se me han declarado independentistas lo hacen más en el sentido de que quieren ser una región autónoma, como pidiendo que Francia sea federal. Eso sí, tienen un fuerte regionalismo, destacando la antiquísima región celta de Armórica y el posterior Reino de Bretaña que pasaría a manos normandas a principios del siglo X, constituyéndose poco después el reconocido Ducado de Bretaña, con gran poder y que en numerosas ocasiones se mantuvo al margen de los dictados de Francia, reino al que nominalmente pertenecía pero con el que batalló en ciertas ocasiones e incluso acuñó moneda propia. Ya a finales del siglo XV con la dinastía Montfort Francisco II hizo la última defensa heroica del lugar y dejó el ducado a su hija Ana, que llegaría a ser Reina de Francia en dos ocasiones. Estos personajes históricos han quedado grabados a fuego gracias al romanticismo nacionalista del siglo XIX y si antes habían visto a Ana como traidora por doblegarse ante Francia ahora se ve como el ápice de lo bretón y su lucha contra el invasor, haciendo al final pactos que dejaron a Bretaña a salvo y en cierto sentido llegó a controlar Francia desde un eje bretón. Hoy en día hay muchas referencias históricas y el uso del armiño heráldico (que competía en esos años contra la flor de lis) se puede ver en cualquier cosa.

Hoy en día, en la Bretaña profunda se sigue hablando bretón, aunque de manera marginal y el uso simultáneo de francés y bretón en señales y paneles no es muy generalizado. Los bretones tienen un gran sentimiento de pertenencia a su región. Algo más alejado está su sentimiento de ser francés y más lejos de pertenecer a su pueblo. Como siempre, sentirse europeo está en la cola (aunque aún más bajo está la idea de pertenecer solo a su departamento).

Nantes y el departamento que preside, Loira-Atlántico, tienen actualmente un despertar de lo bretón. Nantes fue antiguamente capital temporal de los Duques, que se asentaron y edificaron un hermoso castillo ya en el siglo XV. Sin embargo, el reparto en regiones de los años 50 del siglo XX los colocó a los nanteses como parte de una nueva región denominada Países del Loira. Bien es cierto que hasta antes de los años 70 del siglo XX lo bretón había quedado en la imaginería de la ciudad como algo de pueblo, de gente bruta de modales pueriles que no sabían leer ni escribir. Los nanteses eran franceses ante todo. Pero el último cuarto del siglo XX ha sido la época del neonacionalismo. Quizás en un mundo globalizado donde las diferencias entre humanos se ven que no son tantas y que cada vez vamos teniendo elementos, leyes y planteamientos cada vez más semejantes, está el miedo acervo a ser igual del todo. Nos parece bien ser iguales en derechos y deberes, pero iguales en todo y en comportamiento nos asusta. Puede ser esto una idea de que si no tienes nada especial por lo que sentirte diferente te sientes uno más y, por tanto, prescindible. Si tienes algo de diferencia (aunque solo sea una gota en un mar de igualdad) seguirás pensando que eres necesario, que hay algo que te caracteriza y distingue. Y con los pueblos, comarcas o regiones ha pasado algo semejante: sus habitantes han tomado cosas del pasado y remodelado el nacionalismo decimonónico (ese que consiguió la creación en la doctrina liberal y consolidación de los Estados-Nación con el régimen democrático) y lo enarbolan como bandera de distinción. Eso sí, con los vicios típicos del nacionalismo de antaño y rescatando a personajes que tiempo antes eran conocidos como gente de baja estopa. O inventándose resultados.

Además, Loira-Atlántico basó su economía en el sistema portuario y de transportes, y desarrolló una fuerte y próspera industria. A su lado, Bretaña siguió inmersa en el sistema de pesca y ganadería, por lo que hasta no hace mucho las diferencias económicas y de concepción cosmopolita eran abismales. Solo con fondos de cohesión europea y con el intento del Gobierno central de equilibrar todo su territorio ha habido una oportunidad de limar el escalón. Hoy en día muchos nanteses que conozco se consideran bretones y piden que el departamento se reincorpore a Bretaña. El tema de qué pasará con unos Países del Loira sin capital y competir con Rennes para obtener de nuevo el estatus de predominancia como que no lo conciben. Un 71 % de los habitantes de Loira-Atlántico desean la reincorporación, así como un 63 % de los bretones. En el asunto de sentimiento de pertenencia se sienten más franceses que otra cosa, estando algo por detrás el sentimiento bretón. Pegado anda el sentimiento de pueblo y de sentirse de la región actual y ya al final el sentirse solo de Loira-Atlántico o solo europeo. Curiosamente, desde París se ha hablado de que si hace falta algún día apaciguar ánimos reunificadores será necesario crear otra nueva región más grande, llamada Gran Oeste. Casi todos los encuestados desechan esta opción al pensar que viene de fuera y que al hacer tal aglomeración quiere diluir sentimientos regionalistas bretones y normandos.

El asunto es que hay mucho romanticismo. Declaran sentimientos y anhelos pero a la hora de la verdad no es un tema que les preocupe demasiado. Movilizar políticamente la reunificación solo lo llevan a cabo algunos exaltados del extremo político. Solo uno de cada cuatro habitantes de Loira-Atlántico ve que esto sea un problema y que afecta a la economía de la zona. Hoy en día, los problemas más trascendentales son otros, como la crisis o el desempleo, por lo que estos movimientos son menores y de solo recordarlos en reuniones. Por ahora, las acciones que se llevan a cabo son más infantiles que otra cosa, como la de colocar la bandera bretona en el Consejo de la Región y evitar colocar la enseña francesa en sitios públicos y de mucha concurrencia. O sea, no solo en España hay caterva de acomplejados, aunque sea muy efectivo en vez de defender políticamente tu propuesta y convencer a la gente que este proceso es necesario.

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