viernes, 28 de agosto de 2015

El hecho diferencial

Pues el único hecho diferencial es, como viene siendo lógico, dar pataletas para gozar de mucha publicidad. Mientras más te quejes más se te escucha y parece que tu postura es más lógica y que está compartida por una gran multitud.

El señor Mas sigue con su huida adelante. Ya no le importa haber roto la coalición de CiU ni que cada vez que convoca unas elecciones las llame plebiscitarias y saque poco a poco menos representación, en detrimento de sus socios de ERC, los cuales sí han tenido siempre la misma posición y no acaban de venir a un nuevo percal a hacerse los añejos del lugar. Ya apenas se habla de la deuda catalana, de que ya no es la autonomía que aporta más al Estado, la que cierra hospitales e impone ideas arbitrarias. Ahora es si se decide o no, si se hace una declaración unilateral salga el resultado que salga (vaya que la mayoría no sea aplastante o ni siquiera mayoría).

Los porcentajes de independentistas se han mantenido a lo largo de las décadas casi en el 30 %, pero publicidad más o menos o votaciones en los que solo participan ellos pueden tener gran efecto mediático. Incluso ya se les ve el plumero en las negociaciones con Madrid: son capaces de aparcar todo y santas pascuas si consiguen un concierto económico, al estilo vasco. Y es que han copiado mucho del nacionalismo vasco (olvidando cuando los vascos se definían como el nervio y centro de la españolidad, su versión mejorada) aunque obviando los orígenes sanguíneos y de Rh, sino con remembranzas lingüísticas y culturales. Ya pararían si tienen su propia Hacienda. Lo loco es que no critiquen este privilegio vasco y navarro que divide a los españoles en dos categorías: la beneficiada y la que le tiene que pagar a la beneficiada. El truco que quieren es auparse en esa dupla. Incluso los unionistas ya replican una y otra vez que ante tanta afrenta (en parte llevan razón, hay un rechazo irracional hoy en día que hace más daño que bien) no les parece mal que Cataluña se merezca ese mejor trato. No federalismo ni igualdad entre todos, sino que tengan más dinero.

Incluso el PSOE piensa que es necesario blindar a Cataluña, reformar la Constitución para darle privilegios y convertir en España en un Estado federal donde ciertos territorios (mejor dicho, ciudadanos) tengan unas prebendas que se les negarán al resto. ¿España federal? Puede que sí, pero con simetría. Pero viendo que si lloran pueden mamar, ¿no es para pensar que si se les concede este nuevo estatus al tiempo comenzarán a llorar aún más para ver qué nuevo juguete consiguen? ¿Quieren votar? Pues armemos consenso para reformar la Carta Magna y que contenga entonces el derecho de secesión. Y cuando eso esté, que votemos todos, porque la independencia catalana no solo afecta a Cataluña, sino a España entera. Y si se da, pues que convenzan al resto de Países Catalanes, no que queden englobados en su órbita por solo dibujar dos o tres mapas capciosos. Si se hacen las cosas, que se hagan bien.

El truco está en ignorar a los revoltosos y conversar con los que quieren conversar. De ahí, sacar una solución razonable para ambos sectores y entablar de nuevo relaciones sólidas y duraderas. No es un caso de Estado fallido, como siempre se habla de España en comparación contra Francia (a la vez que alaban esto critican las políticas centralizadoras absolutistas, ¡paradoja!), sino un Estado que hace mucho caso a los cantos de sirena. Es constitucional aplicar el artículo 155 y pararle los pies a los que hablan más por su beneficio que por el del resto de catalanes. Porque una política de postureo y gestos grandilocuentes que no llevan a nada siempre oculta un beneficio para los bolsillos propios. Las granadas de humo sobre descubrimientos catalanistas de próceres ocultan una sencilla verdad: se lucran con las esperanzas y deseos de algunos.

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