miércoles, 22 de noviembre de 2017

Conflictos internos

Volver a un lugar que ya no existe. Sí, de esas cosas que hablaba al principio del blog. Pero experimentándolas de nuevo, desde una perspectiva diferente. Ya no me toca el rol de un visitante navideño sino de un conciudadano más. Y el país al que retornas ha evolucionado sin tenerte en cuenta y tú has evolucionado sin tener al país en cuenta.

Ay, España. ¡Cuántas fallas te quedan por resolver si quisieras resolverlas! Lo más destacable es su lenta burocracia, llena de lagunas informativas para que tengas que pedir cita previa una vez más (hasta para informarse hace falta una bendita cita previa). Diferentes administraciones (estatal, autonómica, local) que poco hacen por coordinarse y armonizarse y unas plataformas de Internet poco intuitivas y que no agilizan ningún proceso cuando en principio esa era su misión. Ay, toca esperar entonces.

El conformismo también me está repateando. Siempre lo hubo, quizás yo también lo fui, pero con el neoliberalismo ya empapando cada fibra de la sociedad es imposible desembarazarse de él. Precarización, loas a los excelentes indicadores macroeconómicos a la vez que se potencia el trabajo esclavo, salarios míseros, falacias empresariales para que te sientas bien cuando te tratan a patadas, etc. Contratos irrisorios y que duran menos que un suspiro, enriquecimiento de los empresarios a costa de los trabajadores. En resumen, un asco. Pero mucha gente (en general la que es fanática del PP, corrupto partido al cual no le tiemblan las manos a la hora de proteger la implantación del neoliberalismo) se encoge de hombros y te dice que eso es lo que hay, que la vida es así y que solo queda resignarse. Entiendo la gente que tiene que agachar la cabeza y tomar un trabajo precario porque no tiene otra alternativa pero no entiendo a la gente que dice que hay que sonreír al que te explota.

También hay mucha gente, familiar en concreto, que siguen teniendo la versión de ti de cuando saliste por primera vez hace más de diez años. Vuelves a la casa y vuelven a tratarte como antes, no tomando en cuenta de si has madurado o de si tus gustos han cambiado o no. Los mismos patrones, la condescendencia con el que supuestamente no sabe nada, las instrucciones innecesarias sobre cómo y qué cocinar para alimentarse. ¡Joder, si no supiera cocinar ya estaría muerto! Y los mismos epítetos, el sambenito de estudiante nunca se te quitará hagas lo que hagas. Claro, para esa gente tu profesión sigue siendo estudiante, aunque hayas hecho cosas muy diferentes, visitado los lugares más variopintos y ganado dinero por tu cuenta.

Ay, también me cuesta mantener y reforzar los vínculos de amistad de antaño. El día a día, al ser cortado, resiente la amistad pero se puede mantener mediante una correcta y afortunada modificación. Sí, volver una vez al año y verlos en una o dos ocasiones hace que el reencuentro sea buena cosa y se rememoran buenos episodios. Pero si permaneces más tiempo ya no eres y no son excepcionalidades en tu agenda y las remembranzas pronto se acaban. Hay que seguir construyendo la amistad. Y cuesta, puesto que hay muchos vivencias que en cada uno no han sido vividas. Hay un agujero y a veces se hace difícil sortearlo para seguir reforzando los lazos.

La vida es complicada, mi periplo vital entró en una era de cambios y temo desconocer cómo va a ser mi futuro. No sé y la pinta de la situación española no es muy sugerente. No queda otra, la verdad. Habrá que dejarse llevar y poner negro sobre blanco mis pensamientos para hacer catarsis.

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