lunes, 6 de noviembre de 2017

Estabilidad regia ante la tormenta política

Si hay una característica principal que destaque a las monarquías, aparte del derecho hereditario conocido por todos, es la de neutralidad. Pero esta va unida a la de visión a largo plazo, pues al ser depositaria de una larga tradición histórica y las ganas de perpetuarse en un mundo que no le ve utilidad, planifica más allá del tumulto puntual, mide sus tiempos en eras mayores a legislaturas de cuatro años. Si se mira por el país, ha de hacerse en intervalos de tiempo algo mayores. Planes a futuro.

Puede pensarse que ya uno nace por derecho de sangre con todo dado, con todo seguro. Pero el mundo nunca ha sido algo seguro ni inmutable. En contra de este argumento de todo decidido (saco este argumento de los muchos que se les puede sacar en su contra) está la realidad de que ha de ganarse el puesto día a día, el titular y la familia han de revalidarse cada poco y la opinión pública se determina con mayor periodicidad y se toma más en serio que las idas y venidas de, por ejemplo, un partido político en concreto (estos siempre pueden rencauzar su estrategia cada pocos años para que la siguiente elección le sea más favorable).

La institución de la Corona llegaba a una puntuación de 3,7 justo durante la abdicación de Juan Carlos I. Felipe VI pudo remontarla hasta un 4,3 y ascenderla a principios de año hasta un 6,4.

El actual Rey, a inicios de este año que ya decae, obtenía una puntuación de 7,3 y lo ha mantenido hasta alcanzar hace poco un 7,2. Su aparición ante el desafío soberanista y la defensa de la unidad de España le ha granjeado muchas simpatías, más a él que a la monarquía en sí. Es garante de la unidad y eso es lo que defendió. No es como indicaron algunos que como representante debía aceptar todas las ideas, que fuese un monarca de todos, y que por tanto debía mantenerse al margen en todo este conflicto secesionista. Más bien su actuación fue motivada por las políticas contrarias a toda ley que se estuvieron llevando a cabo. No criticó la idea, sino la forma de implementarla. No sé por qué tanto lío armado. Las puntuaciones favorables al Rey vienen por las mujeres (7,6) y los ancianos (9,3) aunque también su valoración crece entre los jóvenes (6,5). Es sorprendente que el votante de Podemos, que a principios de año le daba un 1 de media, ahora, tras el discurso, le dé un 4 de media. Ante tantos movimientos sorprendentes, ante unos políticos que apenas llegan al 5 y que poseen miradas a corto plazo, la idea de solidez y estabilidad es una apuesta segura. Ante la tormenta la gente se pone a buscar una referencia, algo estable.

Por otro lado, la reina Letizia obtuvo a principios de año una puntuación de 6,3, algo mayor que la de su suegro Juan Carlos (6,1) y donde siempre gana la admirada Sofía (7,5). En cuanto a las hermanas de Felipe VI, doña Elena solo llega al 4,5 (y es que ya apenas posee apariciones públicas como representante de su hermano) y doña Cristina se hunde hasta un 2,0, ya que a pesar de haber sido condenada solo a una multa, evadiendo la cárcel, la gente no ha quedado convencida de sus argumentos de amor ciego hacia su marido. No ha podido seguir una actuación seria y digna de su cargo.

Reiterando lo del inicio, si bien en principio parece que la Corona tiene resueltas muchas cosas, en el fondo, es una de las instituciones más delicadas y por ello sondea la opinión de manera diaria. Cualquier paso en falso puede ser fatal.

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