martes, 17 de abril de 2018

Diario de Viaje: San Lorenzo de El Escorial (Febrero de 1997)

El viaje a la sierra madrileña nos llevó a uno de los monumentos más impresionantes que hay en España. La fachada de El Escorial es enorme y muy sobria y con esos sillares da un aire imponente, como si estuviese hecho todo esto para impresionar, desde el paisaje hasta las explanadas que dan un aumento extra al edificio.

Dentro está lleno de patios, recordemos el diseño de la planta similar a una parrilla. Los patios son grandes y sobrios y conectan multitud de lugares. Es impresionante la biblioteca, con los libros puestos del revés. La recolección de todos los muebles y libros tuvo que ser ardua, aunque es una maravilla pasear por centros del saber de ese estilo. También hay lugares con grabados y listas interminables de los reyes visigodos y cantidad de frescos que a día de hoy me cuesta recordar.

La basílica es sosa, al estilo herreriano. Eso sí, muy imponente, en especial el retablo y las figuras orantes de Carlos I y Felipe II. El acceso a la cripta está cerca y se desciende hasta llegar a la sala de los infantes, que da lugar a una pequeña y rojiza sala poligonal donde apilados están los cadáveres de casi todos los reyes de España. El lugar, seas de la ideología que seas, impresiona.

Siguiendo en el lugar y moviéndonos por la sierra llegamos a otro enorme enclave: el Valle de los Caídos. El sitio también impresiona, piedra desnuda y unas escaleras que te dejan cerca de una gran cruz. La base de la cruz alberga a los Evangelistas y sus dimensiones son brutales. Recuerdo aún una uña de dedo gordo que me dejó boquiabierto. Se podía ver en la distancia desde ahí arriba incluso el monasterio de los frailes que manejan el lugar. Poco conocía yo en esas fechas sobre cómo habían hecho aquel monumento y a costa de quién. El interior de la basílica sobrecoge, unas puertas labradas enormes dan lugar a un largo pasillo (casi me mato al grabarlo y no cerciorarme de las escaleras) rodeado de tétricos y gigantes ángeles custodios. Si el bando fascista quería impresionar y aleccionar sobre la religión católica como se hacía antiguamente, creo que lo consiguieron. Ahí al fondo estaban en el suelo grandes losas de pesada piedra, como evitando que se escaparan Franco y José Antonio (ojalá nunca salgan, que queden enlosadas sus ideas retrógradas). Eso sí, ambas tumbas estaban adornadas con flores frescas.

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