jueves, 12 de abril de 2018

Titulitis

Estos días nos vemos asaltados no a una caza de brujas por los que les gusta maquillar su currículum vitae, sino de gente que trajina de tal manera para conseguir un título universitario que les dé cierto prestigio. Ya no están de moda los títulos nobiliarios, pero cierta gente aún lucha por tener títulos para diferenciarse de los demás, mereciéndoselos o no.

El caso Cifuentes ha saltado por los aires multitud de casos de títulos comprados, de trapicheos en ciertas universidades para falsear actas y trabajos y dar por una gran cantidad de dinero, el título que se prefiera. La palestra política ahora está abarrotada de gente que tiene títulos falsos. Los políticos que tenían títulos verdaderos ya hace tiempo que tiraron la toalla ante el percal corrupto.

No, no creo que el máster sea un invento de los ricos para diferenciarse de los pobres cuando estos empezaron a obtener títulos de grado. La titulitis tiene, para mí, dos contribuciones: afán recaudatorio y ansias de tener un cuadro colgado en la casa. Me explico. Antiguamente sí, solo los pertenecientes a familias ricas podían costearse unos estudios universitarios pero con el tiempo, los considerados pobres (o no ricos, perdón si parezco bruto) empezaron a ahorrar y a tener muchas más oportunidades de estudiar (becas, plazas para adultos, estudios a distancia, etc.) y vieron que las puertas del mundo laboral se les abrían en gran medida poseyendo un título. Conminaron a mi generación y las siguientes a hacer lo mismo, a conseguir trabajo seguro. Y, evidentemente, saturaron el mercado (¡hasta se vituperó la FP, tomándola como conglomerado de gente que no estudiaba!).

Si los ricos querían haberse diferenciado ahora de los pobres podrían haber optado por el secular doctorado. Pero bueno, este por dinero es difícil de conseguir por el trabajo asociado y niveles de especialización que contiene. Tantos licenciados ahora no era bueno y si no iban todos al doctorado habría que hacer algo intermedio, aproximarse a una rama del saber concreta, menos general, pero no lo suficientemente específica (como el doctorado). Fue así como se puso un escalón más en el mundo de los títulos (como tenían los títulos nobiliarios) y una oportunidad más para lucrarse. Porque un máster no es nada barato. Quizás al comienzo la idea de una aproximación es interesante y útil (menos tiempo de formación en la empresa, que esos sí que quieren lucrarse) pero ahora es un tope para acceder a casi todo. Y más cuando la educación se tercerizó: empresas que montan una plataforma digital y cobran una cantidad de dinero brutal, realizando apenas tareas de gestión entre alumnos y con profesores y prestigio de la universidad.

Y con ese panorama es normal que crezcan empresas o universidades que basen sus ganancias en estas cosas. Ya sea online o con extraños másteres se puede diseñar algo a la carta por bastante dinero. Sí, Cifuentes y Casado pudieron conseguir un título poniendo la cara dura y pagando mucho pero además necesitaban universidades que permitieran esto. Es por eso ridículo que la Rey Juan Carlos ahora se escandalice de los trapicheos de Cifuentes y amenacen quitarle el título. ¡Fueron ustedes los que crearon esto, la Presidente de Madrid no les obligó con un arma a hacer esta inmoralidad! También que Cristina tiene ganas de poner la patata caliente en manos de la universidad, y claro, la universidad no obligó a esta señora con un arma a hacer esta inmoralidad.

Maroto falseó títulos, Sánchez falseó títulos, Cantó se ha inventado un título, Errejón consiguió una beca fraudulenta, Ana Pastor anda corrigiendo su CV. Esto está podrido y muy pocos se pueden atrever a lanzar la primera piedra. Eso sí, nadie dimite. Faltaría más. Pero lo más trágico es que ninguna universidad ha lanzado un grito de alarma (la CRUE apenas ha juntado a los rectores para inventarse infantiles excusas), ninguna ha dado un paso al costado para desvincularse de estas organizaciones corruptas. Ese silencio me da miedo porque da a entender que todas, en mayor o menor medida, se lucran siguiendo estas prácticas aberrantes. De nuevo nadie puede lanzar la primera piedra. Eso queda claro cuando preguntas a muchos titulados de cierto país americano de dónde sacaron sus títulos: muchos te dirán de España y que apenas sin esfuerzo. Y la mayoría apuntará a dos universidades, que es raro que aún no haya saltado nada.

Otra cosa que me apena son los estudiantes que estudian lo mismo que estudió Cifuentes, que se esfuerzan en estudiar y aprender algo que les apasiona y se esfuerzan tanto intelectual como económicamente para ello. Ahora, en una futura entrevista de trabajo, sus títulos y su universidad les será más un lastre que un punto a favor. Una lástima para una generación de estudiantes. Por culpa de la titulitis de algunos, pagan muchos. Demasiados.

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