martes, 10 de noviembre de 2020

La polémica sobre el escudo andaluz (Libro de Feria 2020)

Hace unos pocos meses, durante los mayores rigores del Estado de Alarma, la Fundación Blas Infante lanzó una encuesta sobre la identificación que inspiran a los andaluces sus símbolos autonómicos. Si bien la participación no fue masiva los resultados fueron reveladores: 50,4% el Himno, 44,7% la Bandera y 4,9% el Escudo.


Pero, ¿por qué suscitó tanto interés esta encuesta? Pocos días antes, en la conferencia telemática de presidentes autonómicos que organizó Pedro Sánchez, el presidente andaluz, Juanma Moreno, intervino con un atril que mostraba un escudo de Andalucía que distaba ser mucho del oficial: una versión simplificada del escudo andaluz rodeada de laureles y timbrada con una corona real. Tan inverosímil símbolo no tardó mucho tiempo en ser descubierto y aireado en algunos medios de comunicación andalucistas, saltando la noticia más pronto que tarde a diarios de tirada nacional. Juanma Moreno usó un escudo inventado y lo hizo pasar por el escudo andaluz, contraviniendo la Ley 3/1982, de 21 de diciembre, sobre el himno y escudo andaluces. En especial, a juicio de quien escribe, violó el artículo 3.6 (El escudo de Andalucía habrá de figurar en [...] Los distintivos usados por las autoridades de la Comunidad Autónoma).


Evidentemente, una cosa es la libertad de expresión, pero otra es el acatamiento de las leyes, sean del agrado de uno o no. ¡Acatar las leyes ha de ser de esmerado cumplimiento en los representantes políticos! Es más, si hay alguna ley o símbolo que no cumple su función o no es aceptado ampliamente se pueden cambiar, está claro, pero siempre siguiendo los cauces legales establecidos para tales casos.


Rápido salieron los primeros espadas de la Junta de Andalucía para decir que no se había violado ninguna ley y que se seguía acatando el Estatuto de Autonomía; que ese símbolo era de nuevo cuño, sí, pero que no representaba ni a Andalucía ni a la Junta, sino que era el sello presidencial. Afirmaron que fue creado recientemente en un intento de renovación de la imagen institucional, que en cierta manera era un homenaje al 40º aniversario del referéndum del 28-F. Sin embargo, tras una búsqueda personal en el BOJA y en la web de la Junta de Andalucía, no aparece ninguna nueva ley al respecto, ni existe una referencia alguna en la web.


Es cierto que el Presidente, casi desde sus inicios, ha hecho apariciones públicas con un pin muy similar a este nuevo escudo y que parece ser que está hecho a imagen y semejanza de las Medallas de Andalucía, máximo galardón autonómico. Pero si no se ha publicado en el BOJA, si no se ha publicitado esta nueva ley o, peor, si no hay ley sobre el emblema, ¡no puede usarlo!


Repitiendo lo trascendental, que como cargo electo y líder del Poder Ejecutivo, se le espera, más, se le exige, que sea pulcro en cuanto a su trato con los distintivos andaluces. Por otro lado, si mediante los mecanismos legales crea un distintivo para cada uno de los tres poderes, o para la presidencia exclusivamente, no hay nada que objetar. Es más, incluso el propio escudo de Andalucía puede ser cambiado siempre que se dé el debate parlamentario debido y el emprendimiento de la modificación de
la ley.


Porque, evidentemente, en esta vida no hay nada inamovible y existen muchos temas que pueden ser debatidos (antes o después, no todo ha de ser prioritario). Es claro que Blas Infante, refiriéndose al escudo que diseñó, lo definió simplemente como insignia, pues no acataba los principios de la heráldica. Quizás, por qué no, sería buena idea tener un escudo andaluz que contemplase la riqueza histórica y cultural de Andalucía. El escudo actual tiene una fortísima inspiración del escudo de la ciudad de Cádiz: Infante y la Asamblea de Ronda lo hicieron a sabiendas, tomando a Cádiz (representada como un Hércules civilizador que doma con la razón y no con la fuerza a dos fogosos leones) como inicio de la cultura andaluza, de la cultura occidental. Si bien esto no es errado, se echa en falta otros símbolos igual de andaluces como la granada, tan extendido su uso en el oriente andaluz y que aparece en el escudo español. O valorar también el rico y fructífero pasado almeriense (cultura argárica, Los Millares) que tiende a simbolizarse en el eterno indalo. O el uso de la estrella tartésica de ocho puntas, uno de los primeros símbolos del sur de la Península Ibérica y tan utilizado en época andalusí y que aún se sigue usando en las decoraciones de las típicas casas andaluzas. ¡Incluso la fuente del Hogar del Pensionista tiene esta forma!


Nunca es malo que se genere debate para reafirmar los símbolos o para usar otros. Muchos dirán que es perder el tiempo, que hay cosas más importantes pero de un buen debate se pueden obtener multitud de cosas y siempre tras el estudio y contraste de ideas se generan cosas muy buenas. Quizás no hay debate porque los mitos fundacionales andaluces nos han calado muy hondo, aunque dichos mitos, las Asambleas de Ronda y Córdoba, por ejemplo, fueron bastante discutidas durante su época. Sin embargo, la autonomía y logros de Andalucía beben directamente de ellas, el 4-D (lamentando el aberrante asesinato de García Caparrós) y el 28-F (con la lucha por ser reconocida Andalucía como nacionalidad histórica) son los frutos de aquellas raíces y ponerlas en contexto siempre es complejo y delicado.


Concluyendo, si bien con gran agradecimiento hemos de mirar y honrar al pasado, no es bueno sacralizarlo. El pueblo andaluz despertó hace décadas y tiene suficiente espíritu crítico para debatir lo nuevo, lo pasado y su porvenir. Un debate sosegado siempre que sea requerido y obedeciendo cauces establecidos. Porque, haciendo gala del himno queremos volver a ser esos “hombres de luz que a los hombres alma de hombres les dimos.”

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