lunes, 5 de febrero de 2024

La era Milei

 Llevo unos años que mi don de acertar no está muy afilado. Y justo me ha pasado eso con el tema Milei. Una sorpresa, la verdad, aunque en el fondo sabía que no era una misión imposible.

Un candidato mediático que, independientemente de su estabilidad emocional y psíquica, ha sabido atraer el descontento generalizado argentino. Tal y como lo consiguió Podemos hace una década es ahora (ironías del destino) la extrema derecha la que es depositaria del voto bronca. Milei tiene los parabienes de Orban, Bolsonaro, Trump, Abascal... es decir, está en la órbita de Steve Banon y su plan de derechizar Latinoamérica para que vuelve a acercarse a EE.UU. en vez de a China. Ya sabes, el oscuro tema del patio trasero.

Sin embargo, hay muchos matices en Milei que lo diferencia, por ejemplo, del ideario de Vox. Milei se define como libertario, mal entendido, eso sí. Todas sus políticas se enfocan en adelgazar todo lo que pueda al Estado, para que el comercio y la economía se regulen solas sin trabas. Eso siempre es un peligro porque, si bien en el papel todo funciona, en la práctica el mercado termina orbitando en pocas multinacionales y expulsando a la gente de pocos ingresos. Algunos lo tachan de anarcoliberal, pero otros también dicen que no cumple todos los requisitos. En la práctica podemos decir que es un reboot de Menem y su política privatizadora sin cuartel.

Me sorprendió que ganara en las PASO y la victoria de Massa en primera vuelta me tranquilizó algo. Milei había alcanzado su techo electoral y muchos votantes de la derecha no iban a votarlo ni locos (léase, radicalismo). Además, la estrategia de Massa era buena, resaltando sus logros y distanciándose del Gobierno para que no le salpicase su nefasta gestión. Y su plan a largo plazo de arrinconar al kirchnerismo ha sido bastante buena en su intento de retomar posturas del peronismo clásico. Sin embargo, la inflación galopante, la inseguridad que cada vez es más grande, la corrupción en todo estamento político y la ineficacia en el sistema de ayudas estatales ha pesado mucho. La gente ha votado no a favor de Milei, sino en contra del peronismo. Habrá "cryptobros" convencidos y libertarios, pero esos son los menos (había que ver que casi no hubo publicidad electoral mileista en las calles) pero muchos se han hartado de estatus quo actual, del entramado casi extorsivo de sindicatos y de organismos que reciben mucho dinero y generan dudosa producción.

Claro está, la gente sabía que ganara quien ganase iba a haber recortes y devaluación. Están dispuestos a apretarse aún más si cabe el cinturón. Pero en las calles se respira calma tensa. Si para abril no hay signos de mejoría las calles pueden estallar y recrearse otro nuevo 2001. Muchos alegan que por fin terminó la impunidad, sea lo que sea que entienden por ello, pero no están dispuestos a apostar por una nueva derrota.

Milei tiene varias opciones que le van a hacer moderarse y no aplicar esa agenda ultraliberal que tenía en mente. Los poderes fácticos ya se habrán reunido con él y advertido sobre lo que se puede y no se puede hacer para mantenerse en el cargo. También, su acercamiento a la derecha macrista por falta de experiencia gobernando puede hacer que combine propuestas y que, eventualmente, termine convirtiéndose en un títere de un Macri que gobierne desde las sombras. Por ahora, el megadecreto que quería imponer por la fuerza está siendo bien matizado, el Legislativo le ha dicho que no, que no puede saltarse con algo tan variopinto y extenso el escrutinio de los poderes políticos. Incluso los gobernadores están empezando a reclamar más peso en las decisiones, más contrapoder. El pueblo argentino espera expectante si hay avances o no. Ya se ven las primeras protestas de la oposición y queda saber dónde han puesto el límite porque hay sapos que no se pueden tragar.

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