viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Cuál derecho prevalece?


En una sociedad que se resiente, en un mundo donde el capitalismo se ha convertido en tan voraz que puede comerse a sí mismo, es el momento de protestar. De manera democrática y siguiendo unos patrones de respeto, pero protestar. A veces olvidamos que los políticos son una extracción de nuestra sociedad y casi siempre olvidan los políticos que ocupan puestos de responsabilidad para mejorar la calidad de vida de la sociedad. Esta pescadilla que se muerde la cola ahora está molestando tanto a unos como a otros. La gente tiende a pasar del tema, como si desentendiéndose de todo se arreglaría algo. Los políticos tienden a ignorar al resto y a vivir a todo lujo. Por eso hay que protestar, pero una protesta activa y pacífica, con indicios de construcción (no solo rabia) y actitud de cambiar las cosas al día siguiente y el resto, incluso a optar a entrar en opciones políticas o crear las propias. Trabajo duro y difícil, sí, pero en mi opinión en un futuro (que quizás no veamos) cuajen en verdaderos cambios. Grano a grano, porque creo que una revolución (como quieren muchos nostálgicos) da cambios a corto plazo, pero se vuelve al origen de inmediato.

Hoy, una política de años enfocada a exprimir al contribuyente y perdonar al banquero, sucede que hay ya una segunda persona suicidada en España a causa de los desahucios. Los bancos tienen su parte de culpa por deshumanizar a sus clientes, pero los políticos que permiten esas prácticas abusivas son igualmente de culpables. O más. Recordemos que este Gobierno está anclado en dar palos de ciego y ocultar datos a la sociedad, como el rescate doble que no fue nombrado como tal, la petición de uno nuevo o el pago del rescate de los cooperantes españoles secuestrados por una facción magrebí de al-Qaeda. Como si tener la mayoría en ambas cámaras pudiese ser carta blanca para hacer todo lo que uno desea.

Las políticas restrictivas argentinas, el trato a pueblos indígenas y su propio medio ambiente, unido con la prepotencia de los políticos y la ocultación de datos importantes también hizo desesperar a gran parte de la población. Esta sociedad, alarmentemente, se está polarizando, creando odios y rencillas y viendo al contrario como un enemigo a abatir. Falacias hacia un lado y otro, insultos aderezados de amenazas de muerte, ninguneos de que sucediese una manifestación e intentos arrimar la protesta a corrientes políticas. Pero las protestas fueron ya de hastío, ya de un toque de atención tanto al Gobierno como a una oposición dormida, fragmentada y que ignora las peticiones de la población.

En España se plantea una huelga general en los próximos días. ¿Funcionará? De cara al prestigio internacional será un duro golpe para el gabinete de Rajoy y puede que repercuta económicamente, pero no creo que cambien sus atroces políticas de recortes sanitarios y educativos, ni que dimita nadie (y menos convocar elecciones). Al día siguiente, si todo vuelve a la normalidad la huelga habrá sido una inútil anécdota. Pero, ¿y si la huelga es indefinida? Ahí sí que va a hacer daño y obligará a Rajoy a reaccionar, sea como sea. No servirá la cortina de humo de la independencia, sino que habrá que ocuparse de problemas concretos. Y de manera urgente.

Ahora bien, está como siempre la anticuada dicotomía entre piquete y esquirol. Hay que aprender que existe la libertad de expresión y hay que respetar a quien quiera trabajar y quien no lo quiera cuando hay huelga. ¿Trabajan porque no se pueden permitir perder dinero o no están de acuerdo con las bases de la huelga? ¿Por qué el piquete informativo no informa y bloquea la actividad de su compañero? El esquirol, ¿no se solidariza por la causa común que le afecta incluso a él o es que no comparte la postura de quien organiza la huelga? ¿Por qué termina siempre todo igual?

Porque creo que hay dos corrientes de pensamiento fieramente ancladas en la sociedad actual. Una liberal y otra comunitaria. La primera pone la supremacía en el individuo, último bastión de decisión sobre cosas que le afecten. Si hay más gente que opina igual, perfecto, incluso pueden unirse y hacer causa común. La segunda piensa que es el grupo, la colectividad, la sociedad la que ostenta la supremacía y los individuos han de unirse y actuar de manera conjunta por el bien de ella. La decisión final está siempre en favor de la sociedad. Si la empresa privada tiene que lidiar con un caso (o varios) aislados de huelga, si se hace por concepción liberal, podría serle más fácil ignorar las peticiones (pero difícil congraciarse con todos y cada uno). Si, en cambio, la empresa tiene que lidiar con el colectivo le va a ser casi imposible salir indemne por ignorar, pero sería fácil contentar las exigencias del colectivo.

Por tanto, a la hora de hacer huelga quien sea liberal (en esta reflexión quizás no en el sentido literal, sino inspirado) decidirá lo que le conviene: si ir o no ir. Quien sea comunitario pensará que cuando se reúna el colectivo y vea lo que le convendría a la sociedad decidirían en grupo ir o no ir. ¿Cuál de las corrientes tiene la preponderancia? Es una pregunta que aún no se ha respondido en el marco de una democracia (en un Estado totalitario la respuesta es de cajón, como en uno ultraliberal). ¿Importa más el bien de la sociedad en su conjunto o el bien de la persona que una a una puede ser la inmensa mayoría? Sociólogos y antropólogos tiran sus ideas, pero esta diatriba sigue vigente décadas después de ser concebida.

Pero no solo hay que protestar y manifestarse. Hay que crear, hay que proponer, hay que debatir. En suma, hay que participar puesto que el ser humano es un animal político. Hay que enterarnos de una vez por todas que democracia no es ir solo a votar una vez cada cuatro años.

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