martes, 6 de noviembre de 2012

Discurso graduación Licenciatura en Física (julio 2006)


Por fin llegó el día de la graduación. Hemos dejado a nuestras espaldas años duros de estudio y exámenes, problemas y clases difíciles aunque las buenas vivencias entre todos han hecho que en nuestra mente sólo quede el recuerdo de que todo ha ido bastante rápido. Ni que decir tengo de que se ha vivido mucho durante todo este tiempo: hemos madurado como personas y hemos aprendido a convivir con gente que en principio no conocíamos y que parecían de un carácter incompatible al nuestro. También tuvimos vivencias importantes que experimentamos de cerca, como el percance de hace dos años de Palop o la reciente pérdida de Colomer que nos ha hecho estrechar el ya de por sí afecto con nuestros profesores.



Cierto que no todos nos han caído bien en su labor docente, ni la opinión sobre alguno de ellos es unánime, pero lo que sí es verdad, ya sea debido a los pocos que estamos o al gran carisma que poseen, es que la relación con ellos ha superado el nivel del aula para considerarlos como mentores, y lo que es más importante, amigos que no durarán en ayudarnos siempre que lo necesitemos. Nos han enseñado de diversas maneras: con el rápido avance página o con una papelera y correa, sin moverse de la silla o gesticulando hasta marearte, sin tener ni idea de qué iba la asignatura o hasta conociendo el más pequeño resquicio de todo de lo que habla, hasta la vida de los científicos que aportaron algo en su asignatura. Ante todo esto, sólo puedo dar las gracias por vuestro esfuerzo y tiraros de las orejas por la presión a la que nos habéis sometido con tantos temas y horas de recuperación inventadas para examen.

Es de vital importancia también sañalar a la familia como apoyo único en las horas oscuras y en las alegres. Su colaboración desinteresada, tanto económica como moral, nos ha permitido llegar a donde estamos ahora y con la firme proposición de seguir junto a nosotros después de esto. El hecho de aguantar nuestro mal humor durante los periodos de exámenes y de perdonar nuestros desfases de los fines de semana hacen a vosotros pertenecientes de un gran porcentaje de esta licenciatura.

Amigos, ¡lo tenemos!. El título ya es nuestro. Y hoy es el día elegido para celebrarlo con tanta pompa y ceremonia. Este tipo de reconocimiento, aunque artificioso, es una buena manera de gratificar los esfuerzos realizados durante estos años. También hay que decir que no es necesaria, los frutos de nuestra dedicación podemos degustarlos de manera conjunta entre nuestra promoción, que seguramente quedará llena de anécdotas, como que se perdieran en Bélgica o que venciesen una cama de Mallorca tras un inocente manteo en los respectivos viajes de final de carrera.

Estos viajes no han sido sino el epílogo de una larga conviviencia, durante la cual poco a poco nos hemos ido conociendo, tenido nuestros percances y reconciliaciones, afianzado amistades y respetado nuestra forma de ser. Gente que al principio era distante se ha hecho indispensable en la clase, por ejemplo, el Niño Momia. O conflictos resueltos tras largo tiempo, como el asunto entre Gabri y yo. Tras todo esto ha llegado el momento de buscar nuestro futuro. Algunos se quedarán un poco más en la facultad y otros viajaremos en busca de trabajo. Todo sea por asegurar un lugar en esta sociedad que exprime sus engranajes al máximo. Esto conllevará inevitablemente la separación y el enfriamiento en las relaciones. Bien es cierto que nos mantendremos en contancto habitualmente, incluso quedando de vez en cuando para recordar nuestros días universitarios y ponernos al día sobre lo que nos está pasando. Pero esto no puede compararse con el trato diario al que estamos acostumbrados, por lo que con el paso del tiempo nos distanciaremos y nos perderemos la pista, encontrando nueva gente y un futuro que nos obliga a separarnos. De lo que estoy seguro es que tiempo adelante, cuando vayamos con nuestros hijos de la mano y veamos a algún compañero les diremos que esa persona estuvo con nosotros en la carrera con ese saborcillo de buenos tiempos vividos, haciendo el reencuentro más emotivo si cabe.

Mientras leo estas aburridas líneas ante tanta gente que, para bien o para mal, no conozco sólo tengo en la mente una idea que es la que me empuja a vencer la vergüenza de hablar en público. Ésta es la sensación de que vosotros no sois mis amigos, sino mis hermanos y este homenaje no es nada en comparación con lo que os debo y admiro por haber pasado tantos años juntos, con risas y confidencias, reuniones insulsas y conversaciones trascendentes, peleas y desconfianzas, viajes y estudios, éxitos y fracasos y tantas cosas que hemos hecho juntos durante cinco años. A veces, me pregunto qué sería de mi vida si no hubiese escogido esta carrera, si no hubiese conocido a nadie de los que ahora conozco, si no hubiera hecho lo que está hecho. La respuesta es sencilla, la vida seguiría igual pero con la idea eterna de que en el pasado no hice lo correcto y por culpa de eso no conociera a la gente que debería haber conocido: a vosotros.


Por último, para cerrar este discurso he de mencionar a una gran persona. Durante mucho teimpo puso en duda, por supuesto en broma pues confiaba plenamente en mí, que con lo bien que me trataba y con lo que yo comía nunca iba a acabar la carrera. Pues bien, hoy llegó el final de un ciclo y aunque desgraciadamente ya no estás aquí esto va por ti: Juan Menor Borrego.

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