jueves, 20 de diciembre de 2012

El momento de actuar


La crisis económica pega fuerte, de eso no cabe duda. Pero no solo es económica, sino institucional. Parece ser que no es una crisis más del capitalismo, sino que está afectando a los propios fundamentos de este sistema y que ahora son estertores para otra época de entender el mundo, las relaciones humanas y su economía. Casi siempre los cambios se han dado por guerras, muerte y enfermedad, ¿será de nuevo así? ¿Una batalla Oriente-Occidente o la clásica Cristianismo-Islam? No tengo ni idea, pero espero que la transición se haga sin derramamiento masivo de sangre. Convulsiones, protestas, desahucios, suicidios, migraciones desesperadas son síntomas que la cosa está mal y hay vidas perdidas. La represión de protestas se está haciendo más impune y brutal, incluso con propuestas (no llevar placas o prohibir filmaciones) que se salen fuera del entramado democrático.

Anonymous, Democracia Real Ya, Plataforma 15-M son unos ejemplos de organización humana que repudia la forma de organización clásica y plantea nuevos cambios. Porque los políticos han demostrado ser más un lastre que una solución. Nuestros representantes han olvidado representarnos y hacen y quitan a su antojo, obligados por la injusta disciplina de partido y convirtiendo el programa electoral en bombas de humo. Listas electorales cerradas, sistema electoral viciado y mentiras sistemáticas (como el no traicionar a pensionistas, que no hubo crisis o que es leyenda eso de pagar rescates a terroristas) han hecho que la población se queje y los consideran un problema, y grave. Pero hay que recordar que los políticos son una extracción de la sociedad en la que vive. No solo hay corrupción en la casta política, sino que en este estrato se es más publicitada y afecta a mayor número de personas. Hay que reformar de fondo a la sociedad, hay que apostar por la Educación y a muy largo plazo. Así, gente perversa habrá, pero mucha menos, y los corruptos que quieran hacer vida en política serán menos. Aunque también, aparte de entonar el clásico mea culpa, hay que analizar el sistema interno de los partidos, sus órganos y su idiosincrasia, puesto que puede ser que fomente que lleguen siempre corruptos y analfabetos a sus cotas más altas. Si un puesto político disuade a gente preparada será (como es hoy) caldo de cultivo de los que quieren vivir del cuento, de trepas y ambiciosos de poder. Y cuando alguien tontea con el poder mucho tiempo, aunque sea un santo, se corrompe; luego si está mucho tiempo se le tiene que quitar poder o que si tiene poder que sea en un lapso de tiempo corto.

Hoy vivimos en una democracia representativa de corte liberal. Castoriadis habla de que en realidad es una oligarquía liberal, puesto que siempre hay grupos de poder que influyen y no todos los mayores de edad votan, solo los ciudadanos (extranjeros son considerados como "el otro" en una tierra "que no es suya" y se les niega indicar mediante el voto qué opciones deben representarlos para conseguir tal o cual beneficio). Estas ideas de separar ciudadano de ser humano están en el embrión de la definición de soberanía popular. Creo yo que es algo místico, mitológico, irracional, como una religión laica. La soberanía es un ente abstracto y se define al definir pueblo (que según como se haga puede ser la suma de individuos o el común de individuos, llevando en este caso al concepto Nación y la soberanía nacional). De alguna manera mística al nacer en un lugar o descender de unos padres le da cierta nacionalidad y al justísimo momento de cumplir 18 años y ser mayor de edad, un trocito de esa soberanía se instala en tu cuerpo, en tu persona. Mágicamente se pasa de ser persona a añadirse la virtud de ciudadano, con un minúsculo átomo de soberanía. Pero si yo soy recipiente de algo de soberanía podría hacer con ella lo que me viniese en gana. Pues no, porque esa soberanía solo se activa cuando se considera a todo el pueblo y solo en ciertos momentos (va sonando más a religión con sus días santos, ¿no?), como un referendum o unas elecciones generales.

También se puede decir que la soberanía se ejerce también fuera de esos días, como una protesta masiva o la tan ansiada por algunos revolución. Pero existe un contrato entre ciudadanos que se llama Constitución, donde se refleja el concepto de soberanía y los cauces para ejercerla, incluso la regulación de la vida cotidiana (igualdad, vivienda, representatividad...) y el funcionamiento de poderes. Pero lo loco es que solo es un libro escrito y hay una fuerza (por convicción, por adoctrinamiento en nuestra infancia, qué sé yo) que nos obliga a respetarla. Podría tomarse como los carteles de "no pisar el césped" y sortearlo para dormir una siesta, pero afortunadamente nos autorregulamos y le damos un poder de freno absoluto y fomento de derechos y obligaciones. Que conste, prefiero seguir esta religión laica de seguir un libro, que incluso admite la posibilidad de reformarse, que una religión clásica con un libro inmutable. Uno acata por respeto y convencimiento de valores, usa su raciocinio; no se vuelve loco por metáforas y enigmas interpretables de mil maneras.

Lo bueno de las constituciones es que sean flexibles, perdurables y admitan reforma. De manera autoimpuesta y mágica nos obligamos a reformarlas según los pasos que se consensuaron en su momento y que admitimos como válidos. Por eso no me gustan los que dicen que no votaron la constitución. Si es susceptible de reformarse, ¿a qué esperas para ver plasmadas tus ideas sobre convivencia? Derogarlo o escribirla así tal cual de un día para otro es posible, pero nos obligamos a descartar dichas opciones. Y eso es bueno. Pero creo que es el único camino. Si la clase política se hunde no hay que olvidar que es la única que puede reconducir la situación. Quizás no esta, quizás nosotros tengamos que arremangarnos, dejar de quejarnos por todo y empezar a plantear soluciones. Mejorando educación, haciendo transparente el funcionamiento de partidos, evitando corrupciones y eternidad en el poder. Los indignados han de ser los nuevos políticos, porque aunque todas las teorías fallen por la volubilidad humana, hasta ahora la democracia se ha declarado como la mejor. Quizás haya otra forma mejor que la democracia, pero aún estamos a milenios de encontrarla o inventarla. Muchos apuestan a que un sistema asambleario de consenso (como se han dado numerosas veces en las plazas españolas) es el siguiente paso de convivencia. Aún está como germen, ya que es lento y solo aplicable a una proporción baja de personas discutiendo simultáneamente. Quizás tantos puntos de cambio no lleven a este sistema anhelado por muchos y sea una triste reedición de épocas pasadas, donde se vislumbra un líder autócrata que usa mano de hierro para imponer su concepto de lo mejor y marea a la gente con proclamas populistas. Siendo pesimista esta época es caldo de cultivo de lo segundo. Si hay suerte puede que me equivoque y comience una época mejor hasta que pasados siglos se vuelva a viciar, porque de lo que estoy seguro es que nada será perfecto eternamente. Por eso, aún que estamos a tiempo, intentemos depurar y mejorar este tinglado y solo nosotros somos los únicos capaces de hacerlo.

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