lunes, 3 de noviembre de 2014

La agitada vida de al-Afgani (3/4)

Retomemos otro episodio más sobre al-Afgani, sacado de Historia Universal Volumen 15: El Islam II. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días, editado por Siglo XXI en 1979 y escrito por Gustave E. Von Grunebaum.

Tras el éxito de las protestas y la victoria por el que Persia renegaba de la concesión de la producción de tabaco conllevó la primera deuda iraní con el extranjero. El valor ascendió hasta medio millón de libras esterlinas, concedidas en su día por el Banco Imperial. Ahora, todo iba a parar a la compañía de tabaco. Los ingleses, aunque podían haber perdido, terminaban, como siempre ganando. Sin embargo, hizo honda huella la unión de ulama religiosos con ciudadanos para protestar coordinadamente en contra del gobierno. Durante muchos años Irán se negó a otorgar más concesiones económicas. Aunque intentaron mitigar el varapalo aduciendo complots religioso-radicales, ya se sabía en todas partes que las acciones gubernamentales estaban seriamente coaccionadas con las protestas.

Indirectamente, los rusos se vieron favorecidos en el tema del tabaco, a expensas de los ingleses. El Amin al-Sultan, o sea, el Primer Ministro, había sido protegido en su cargo debido a sus excelentes dotes para conseguir dinero y evitar conflictos. Incluso gozaba de alta estima del propio Shah. Tras el conflicto de la concesión del tabaco se le criticaron sus posturas a favor de los británicos y fue obligado entonces a entablar conversaciones con los rusos. Si bien no les tenía en gran estima, poco a poco fue acercando posiciones y así pudo asegurar su cargo ministerial. Los británicos intentaron en el bienio 1888-1890 recuperar influencia, concediendo prebendas económicas al Shah, pero el Imperio Ruso jugó siempre bien sus cartas, apoyando las posturas antibritánicas, por lo que con el tiempo Rusia se convirtió en un referente y fuerte aliado.

Con estos nuevos aires la oposición religiosa al Shah se mitigó en gran manera. Aunque no quedó exento de críticas, puesto que desde Londres Malkum Jan seguía publicando el Qanun con proclamas en contra del soberano y pidiendo a los ulama que lo depusieran. Ya terminando 1892, al-Afgani se encamina hacia Estanbul, invitado por el sultán Abd ul-Hamid. Allí se le prohíbe tajantemente hablar en contra el Shah, pero a cambio se le convence de que escriba textos panislamistas para enfervorizar a los iraníes y los chiíes. Fue en la capital del Imperio Otomano donde se pone manos a la obra y funda un círculo de adeptos, encabezados por dos babis azalíes que habían abrazado el radicalismo librepensador: el autor y editor de la revista Ajtar, Mirza Aga Jan Kirmani, y un poeta, Shayj Ahmad Ruhi. El círculo panislamista decidió enviar cartas a los ulama iraníes chiíes y de otros países limítrofes para que declararan su lealtad al sultán otomano y lo nombrasen califa. Ante tal ataque, abrazado por radicales no religiosos, la embajada iraní critica esta actitud y ve un velado ataque al Shah. Para conciliar rencillas, el sultán decidió entregar a Ruhi y Kirmani, junto a un adepto iraní jabi al-Mulk. Cuando fueron llevados a una prisión en Trebisonda, al-Afgani usó sus influencias para evitar la deportación, cosa que consiguió.

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