sábado, 24 de septiembre de 2016

Diario de Viaje: Lima (Febrero de 2016)

¡Ea! Mi tan postergado viaje hacia Perú por fin sucedió. Aprovechando los días de vacaciones por carnaval (y asustado por los niveles de violencia que conlleva) decidimos organizar un extenuante viaje por el país vecino.

Primero de todo, y como era esperable, tocaba viajar hasta la capital, con la incógnita de si nos acompañaría Ismael, pues no respondía a ninguna llamada. Pero bueno, felizmente llegamos a Lima. Allí, tras unos planes para comprar la moneda local, el sol, tuvimos que agenciar un transporte especial hasta el hotel. Bastante majo, la verdad, pues tenía multitud de decoraciones: ruedas de molino, cuadros de época, confesionarios... La atmósfera era bastante buena.

Durante el camino de ida nos habían llevado por zonas concurridas, de altos edificios y bordeando el paseo marítimo, donde, a lo lejos, se divisaba una enorme cruz iluminada. El paseo y las zonas de recreo parecían nuevas y bonitas.

Ay, a la mañana. Tras un buen desayuno, Esteban, que había comido el día antes ceviche ibarreño en mal estado, se quedó muy mal y tuvo que descansar en el hotel. El resto cogimos un taxi y tras mucho tráfico llegamos al centro. La Plaza de Armas es espaciosa y da al Palacio de Gobierno, bastante grande y con muchos detalles. Incluso los militares estos que no se mueven andaban por allí. Había grandes fachadas de color amarillo. Y los balcones, grandes y salientes, con mucho decorado. Y todo de madera labrada. ¡Hasta la catedral! Como era bastante temprano nos dio tiempo a recorrer algo de este centro colonial. Las casas eran grandes y de varios colores, con balcones y artesonado en los soportes de tejados y salientes. Una corta caminata nos llevó hasta la basílica de San Francisco, llena de lugares con cuadros de pintores famosos y patios muy verdes. Me sorprendió unos cuadros de santos nuevos con un estilo bastante actualizado. Lo mejor fue la visita a las catacumbas: bajas, pobremente iluminadas, con olor a humedad y una cantidad impresionante de huesos colocados de las formas más decorativas que se puede imaginar. Y calaveras que no falten, claro.

Tras esto nos acercamos hacia el Río Rímac, con zonas de parque y una fiesta en honor al afamado pisco sour, del cual hicimos buena cuenta. Tanto que alguna lengua estropajosa tuvo lugar, ¡ja! El paseo nos llevó por otras iglesias y más casas típicas. Aunque lo mejor fue la parada gastronómica. Un ceviche con nada de caldo, carne de borrego, las conocidas causas y el nutritivo tacu-tacu. Más pisco y la Inca Kola, que nos enamoró a bastantes (aunque la recuerdo de regalo de visita por parte de unos amigos).

Con la barriga llena solo tuvimos que parar a un taxi y hacer una muy larga travesía hasta el aeropuerto, donde la desastrosa aerolína Peruvian Airlines iba con retraso y no nos daba información. Cambiaron de puerta de embarque y ante el desastre nos vimos obligados a reclamar. Cuál fue nuestra sorpresa que el libro de reclamaciones estaba repleto y tuvimos que esperar a un nuevo ejemplar.

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