domingo, 12 de agosto de 2018

Voy de verde

¡Ay! Estuvo en la punta de los dedos. ¡Ay, qué oportunidad perdida! Argentina necesitaba dar un paso de gigante, necesitaba abrir un nuevo panorama de progreso y humanidad y por una jugarreta del destino, millones de voces han sido acalladas. Eso sí, no para siempre.

No voy a caer en el discurso fácil de que los políticos son voces diferentes a las voces de los votantes. O que cuando se elige lo que no te gusta es que estaban equivocados. El tema del aborto es muy delicado y hay muchas presiones juntas, los grupos abrazan rápido una decisión y casi nunca dialogan. Bien que por fin se dio una oportunidad de oro y es que mucha gente se enganchó a los debates parlamentarios y gente de variopinta procedencia y de variopinta especialización pudo dar rienda suelta a sus posturas refrendadas por datos y estudios. Eso enriquece el debate, pero la presión de la moral cristiana es aún muy fuerte. Muy bien que quieras vivir al dictado de una religión pero fallas garrafalmente si intentas que el prójimo deba vivir también bajo tu marco moral, más si tiene otra ideología o postura religiosa.

El tema ha de quedar bien claro, al menos para mí. El debate no es aborto sí o aborto no. Quien se vea acorralada va a abortar. ¿Entonces? El debate es si aborto clandentino o aborto seguro. Pero no solo aborto: educación sexual temprana y sin tapujos, acceso fácil a métodos anticonceptivos eficaces y bien explicados, acceso a un proceso seguro de aborto si todo falla. Y es que no creo que haya gente (o que represente un porcentaje contundente) que piense que el aborto es un medio anticonceptivo más. Ha de ser una experiencia traumática que ha de marcar toda la vida.

Creo que así lo entendió la Cámara de Diputados cuando dio su media sanción. Quien llega a la situación de cortar de raíz una vida no lo hace felizmente y hay un proceso de reflexión profundo. No se lo compliquemos más. Para ello también es necesario debatir y unir pruebas de hasta cuándo ha de ser legal un aborto, cuándo un feto puede arrogarse el estatus de persona susceptible de derechos y deberes. No hablemos del alma, pues no hay pruebas científicas, sino con datos contrastados. Quitar los tabús y separar Estado de Iglesia es el primer paso, el debate ha de ser lo más objetivo posible y mirando no solo a la ideología propia, sino al bien común.

¿Que el niño no es culpable? ¿Que se le puede dar en adopción? ¡Por supuesto! Pero esto ha de ser un cúmulo de opciones, todas disponibles y ofrecidas con altas dosis de información. Pero también en la oferta ha de estar el tema de aborto. Lo repito, aunque sea ilegal, aunque se descarte de las discusiones, es una realidad que se accede a él. Y repito, mientras ese acceso sea de manera clandestina se corre un riesgo inmenso de muerte, secuelas, etc. Dejen decidir a la madre. Eduquemos (empezando por uno mismo) en valores y en responsabilidad (no puede ser que el padre sea el primero que por propia voluntad desaparece). Investiguemos qué porcentaje de abortos son solicitados por una noche loca y cuántos son por abusos dentro de la propia familia, nos sorprenderíamos de los pocos de lo primero y del gran número de lo segundo. Demos información, educación, posibilidades para garantizar la salud, ofrezcamos muchas opciones (todas bien respaldadas por el Estado) y dejemos que se decida. Eso es lo que, a mi entender, el Senado no ha entendido.

El feminismo, también, ha de replantear cómo comunicar sus posturas para sortear la barrera automática que crece alrededor de los que tienen un pensamiento inflexible. Quizás tildándolos de tontos e hipócritas no se va a lograr que se acerquen a tus posturas, ¿no? Se pueden desmontar posturas e ideas con un debate sano y abierto, donde en vez de ver cómo ridiculizar la idea opuesta se trate de dialogar y ofrecer una solución que combine ambas ideas. Es difícil, lo sé, pero por algún sitio hay que empezar.

Yo ando triste por el varapalo de esta semana, pero también es cierto que este debate ha quedado bien presente, arraigado en una sociedad polarizada y que poco a poco va a calar, va a modificar la manera de comunicarse y se va a prestar al diálogo (entre los que sí quieren dialogar). Posturas cerradas e hipocresía siempre va a haber, pero cuando el tema del aborto se normalice, sea una tema de conversación más, el proceso va a estar casi culminado. Todo el mundo se acostumbrará y verá que, en el fondo, no era tan abominable como se podía llegar a pensar.

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