sábado, 2 de febrero de 2019

Diario de Viaje: Palomino en Dibulla (Enero de 2017)

Nada mejor que en Año Nuevo despertarse temprano (eso sí, sin resaca) y pasear en una ciudad que está como desierta. Llevo ya haciéndolo algunos años y es una maravilla, la verdad. En este caso pronto nos subimos al coche y empezamos a bordear la costa, parando en algunos lugares para ver el mar bajo acantilados y sentir el viento salado.

Por el camino vimos bastantes ríos donde las familias pasaban la mañana entre algarabías y gomones para bajar las aguas transparentes. Eso sí, casi todas las familias de varios hijos aprovecharon para ocupar todos los ríos y estaba todo abarrotado.

En Palomino, que ya estaba en la región de La Guajira (Santa Marta pertenece a Magdalena) pudimos parar en un aparcamiento grande e ir recorriendo las casas llenas de chiringuitos. Las comidas de pescado y los zumos de frutas exóticas pululaban por doquier. Al final de tanta saturación llegamos a un lugar donde eran conocidos de Tatiana y nos reservaron un lugar, donde pudimos ponernos al día en las redes sociales y disftutar de un excelente postre.

Pero lo bueno de Palomino es la playa. Está en pendiente pero es muy extensa y con arena muy blanca. Unos baños rápidos y mucho paseo (que en la arena termina agotando mucho, en serio). Al final llegamos a la desembocadura del río Palomino y pudimos tomarnos unas fotos en esa encrucijada entre río, playa y mar. Una gran experiencia y bastante relajante.

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