domingo, 3 de febrero de 2019

Diario de Viaje: Tayrona en Vereda Cañaveral (Enero de 2017)

Últimos pasos en Colombia. Con ganas de empaparnos del Caribe y su vegetación quisimos pasar la noche (suerte hubo que conseguimos lugar) en un grupo de casas cercanas a una de las entradas del parque Tayrona. Por la noche la cantidad de ruidos de la selva es espectacular y tuvimos que poner el ventilador para enmascarar el ruido. También muchos bichos pululando por aquí y por allá. Comida en un puesto en mitad de la ruta para rellenar el estómago y dormir cuanto pudiésemos.

Por la mañana la cola de la entrada era enorme pero finalmente pudimos sacar nuestros boletos y, en vez de pedir taxi que nos llevase a la playa, dar un enorme paseo para ir calentando motores selváticos. Eso sí, lo malo que tiene Colombia es que, para mí, su espíritu liberal lo empapa todo. O sea, el parque natural estaba lleno de chiringuitos y tiendas donde se asaba comida. No sé, para mí un paraje natural ha de ser lo más virgen e impoluto posible. Olores a fritura y basura, junto a innumerables bostas de caballo (que podías contratar uno para que te llevase de un lado a otro) inundaban algo que debía ser preservado lo más posible. En eso aplaudo las políticas de Ecuador, donde las tiendas, pocas, están justo a la entrada y nada más una vez que franqueas la puerta.

El camino del parque te lleva justo por medio de la selva, donde vendedores de agua de coco de origen, quizás, tairona, intentan ganarse algo de dinero. Hubo ascensos y descensos hasta llegar a la primera línea de playa, la cual era imposible de bañarse por el oleaje tan violento que tenía. Pero bueno, era la primera parada para desayunar de nuevo y disfrutar del paisaje.

Seguimos hasta la playa del Arrecife donde nos sentamos a disfrutar de nuevo del espectáculo y ver cómo en la desembocadura de un riachuelo asomaban la nariz unos cocodrilos. Al poco pudimos parar en la playa Piscina, con oleaje más tranquilo y donde pudimos bañarnos y disfrutar del lugar.

Última parada en playa del Cabo y en el cabo de San Juan del Guía. La playa está al lado del cámping y hay más gente pero las vistas son espectaculares. Y la subida al mirador del cabo no tiene desperdicio. La lengua de tierra que une dos playas y termina en el cabo va estrechándose y terminan por casi conectarse con marea alta. El paraje es paradisíaco, de verdad. Grandes piedras redondeadas por el mar, vegetación impresionante, arena clara y mar bravo. Un espectáculo de la naturaleza.

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