lunes, 7 de diciembre de 2020

Diario de Viaje: Nuño Gómez (Noviembre de 2019)

Para el puente de inicio de noviembre decidimos reservar una cabaña a los pies de la sierra de San Vicente. Están localizadas en una ladera y hay mucho espacio entre cabañas, por lo que la privacidad y tranquilidad son envidiables. Incluso la madera y el aire acondicionado evitan los rigores climáticos de la fecha. Fue un lugar para desconectar y descansar los vaivenes del año y tomar algo de energía para el último empujón.

El pueblo en sí no tiene mucho, quizás destacar en algunas esquinas con construcciones para el herraje de los caballos y abrevaderos, con ciertos carteles explicando las costumbres agrícolas de antaño. Como informativo está bien, pero poco más. Lo bueno son sus senderos, que conectan poblaciones cercanas. Yendo hacia el sur hay una dehesa enorme, con pasos canadienses para que el ganado no se escape y puedas caminar por ese entorno. Pasturas y encinas por doquier hasta llegar a las riberas del Alberche, verdes y con ese río que se le aprovecha todo.

En cambio, si vas por el norte hay un sendero bastante bueno que asciende por las estribaciones de la sierra, ya te cambia el paisaje y ves recintos con muretes y musgo, que encierran ganado vacuno y caballar. Es largo ese camino, pueste lleva a Pelahustán. El ascenso, el zizagueo y la posterior llanura te alejan de todo núcleo urbano y no escuchas nada, solo el viento fresco y algún mugido en la lejanía.

El lugar me gustó. No estás en plena sierra pero accedes a ella de inmediato. Y el trato de la gente es muy cordial, cosa rara en la provincia toledana. Un lugar al que acudí varias veces más.

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