miércoles, 16 de diciembre de 2020

La cuarentena del eterno retorno

Si lo piensas bien no es algo sorprendente: hubo una segunda oleada pandémica que dejó de nuevo a España contra las cuerdas. Ahora los números son bastante bajos (ojalá cero) y los países del norte de Europa, que criticaban a España, ahora están alarmados y aplicando confinamientos a lo loco. Y como la cosa es cíclica (y más que en el Reino siempre se plagia lo que hacen nuestros socios europeos, principalmente Francia), apretarán las tuercas de nuevo.

Idealmente, si todos nos quedáramos en casa por medio año todo se resolvería definitivamente. Pero esto es un caso ideal. Nadie puede tener cordura tras no salir para nada en medio año. Aparte, hay que comer y comprar, y muchos no se pueden permitir el lujo de parar de trabajar. No es solo la economía nacional sino también es cuestión de supervivencia para ciertos sectores. Por desgracia, toda desigualdad previa se ha acentuado durante 2020.

Vendrá una tercera ola, de eso no hay duda. Algo más amortiguada pero Navidades va a ser su punto inicial. Y vendrán muchas más. Respecto de mí, ya estoy bastante cansado de los entusiastas que van alargando el «poder abrazarnos» como el cuento de la zanahoria y el burro. No digas nada, cállate y aprieta los dientes como todo el mundo. Ya decían de no vernos en verano para vernos en Navidad. A pocas semanas ya decían no vernos en Navidad y vernos, ahora sí, en verano. Y cuando esté cerca el verano seguirán diciendo patochadas, no sé si para los demás o en un ejercicio de darse ánimos a sí mismos. 

Ya al menos se ve el final del túnel con la entrada en juego de las vacunas. Menuda pelea de porcentajes de efectividad (quizás algunos inflados para ganar en acciones) y de formas de aplicación. Por un lado me sorprende el grado de avance de la ciencia cuando los ánimos y fondos se ponen en una dirección concreta. Por otro me quedo convencido que no va a ser la panacea definitiva, el virus mutará y seguirá con nosotros. Quizás no tan fuerte porque ya habrá más gente inmunizada (la tan cacareada inmunidad colectiva) pero lastimeramente seguirán existiendo casos. Además, el calendario de vacunación irá primero por personal sanitario, gente de avanzada edad, personas de riesgo, etc. Los sanos iremos los últimos, como es lógico.

Eso sí, estoy seguro que estas vacunas han salido al mercado tras pasar todos los procesos de rigor y de seguridad. Como cualquier otra vacuna. Es por eso que no dudaré en ponérmela. Sin embargo, los medios de comunicación les han hecho un flaco favor a los antivacunas con una pésima campaña de divulgación y afán de utilizar el clickbait hasta niveles insoportables. A ver, preguntar hasta la saciedad si te la vas a poner sea como sea (como dando a entender, a un buen estilo de globo sonda, que a ver si le pones reparos a una vacuna que no ha finalizado su aprobación por los organismos de salud pertinentes) o publicar con un tufo prepotente que si tienes dudas eres un criminal (publicaciones diarias casi) hacen que la gente que confiaba empiece a desconfiar. Se empiezan a preguntar por qué están tan machacones los medios que si en realidad se oculta algo. 

Me parecen lógicas las reticencias viendo la pésima campaña ejercida por los medios de comunicación (sin contar que juzgan rápido qué manifestaciones son buenas e inocuas y cuáles son malas y van a aumentar el número de casos). También la ciencia ha de entonar el mea culpa al no dar el mérito merecido a las labores de divulgación científica que ha de acompañar a todo avance de su campo. Debería ser incluso una carrera, o posgrado. No me vale un periodista que le guste la ciencia o un científico que tiene labia. Es un asunto muy serio. ¡Y no dejar de lado como siempre a las ciencias sociales, que ahora están haciendo más falta que nunca para saber cómo llevar los mensajes de protección a ciertos colectivos, como los jóvenes!

Al ser la pandemia un caso global y que pone en peligro a toda la sociedad la vacunación debería ser obligatoria, como las que te ponen cuando eres muy pequeñín. Bien por la libertad de expresión de los antivacunas (liderados por muchos famosos que son buenos en lo suyo pero no más allá) pero la salud del prójimo también es igual de importante y en esta vamos todos de la mano, si alguien falla esto va a complicarse. Y así hasta el final de los días. También está el engendro que regurgita los dictados de su político favorito o de su cadena de televisión de preferencia. Ese que se reía de las mascarillas y decía que por qué tanto alboroto por una gripe fuerte y que ahora, olvidando todo esto, se pone con boato a criticar las políticas de confinamiento de las autonomías que no son de su color y a reírse (menudo método de seducción, ¿no?) a los que muestran reticencias a la campaña de vacunación.

Seamos sensatos, seamos racionales. Informémonos de lugares serios y de confianza (si es que se puede) y dialoguemos con el reticente. En un buen y sano debate se ganan adeptos. Y se aprende.

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