domingo, 8 de marzo de 2020

Diario de Viaje: Noez (Febrero de 2019)

El casero que nos acogió al comienzo de nuestra andadura toledana nos recomendó este lugar, pues cuenta con un pico que supera los mil metro de altitud. Queda un poco antes de los Montes de Toledo, por lo que la sierra da la impresión de que tuvo que ser lugar privilegiado de observación desde tiempos antiguos. El ascenso es sencillo y recorres lugares arbolados y cada vez vas atisbando más los pueblos cercanos y la orografía que lo rodea, es una buena experiencia. Arriba del todo hay una rosa de los vientos y se señala qué localidades estás viendo al asomarte en la cima. Una buena y ventosa experiencia, la verdad.

A mitad de camino hay un pequeño desvío que te lleva a los restos de una antigua trinchera de la Guerra Civil. Según parece, el bando republicano ocupó dicha posición estratégica para intentar alertar sobre el movimiento o avance de las tropas sublevadas. Es una pena que no tenga tanta publicidad dicho lugar pues considero que puede aportar información trascendente sobre el día a día de tan cruel guerra.

Lo malo es que parte de la ladera es privada, la parte más boscosa pertenece a una finca y no puedes pasar la valla, aunque puedes seguir varios senderos bien marcados que recorrer el lugar de cabo a rabo. El pueblo es pequeño y tiene la iglesia de San Julián, con la arquitectura tan típica de la zona, y la gran plaza de Licinio de la Fuente, político natural del lugar.

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