domingo, 1 de marzo de 2020

La fortaleza interior de Ecuador

En octubre de 2019 en Ecuador se desató la locura. El presidente Moreno, adepto inicialmente a Correa pero justo al poco de asumir el cargo intentó purgar todo lo que había hecho él, quiso implementar medidas muy polémicas. Quiso subir el precio de los carburantes (en un país donde el salario mínimo cobrado por una gran parte del país no llega ni de lejos a los 400 dólares), reducir las vacaciones de los trabajadores públicos y destinar al Estado un día de tu sueldo. Evidentemente, las críticas no se hicieron esperar.

Hay mucha división y clasismo en Ecuador, los descendientes de potentados siguen actuando como si fuesen los amos del país, sobre todo descargando mucho desprecio contra la población indígena. En Ecuador he visto cómo la gente traga mucho pero deja internamente la bronca hasta que una chispa hace que todo salte por los aires. Y las medidas de Lenín fueron el detonante. En la provincia del Carchi se iniciaron fuertes protestas y el resto del país tardó poco en sumársele. Y cuando las comunidades indígenas se unieron a la huelga y protestas, la cosa se recrudeció. Dio igual el toque de queda gubernamental o las fuerzas de seguridad. Las protestas y disturbios pulularon por todos lados y muchas marchas se dirigieron con rabia hacia Quito. Incluso se saquearon edificios públicos. Como era de esperar, el Gobierno echó freno a sus polémicas medidas.

Por un lado me agradó y sorprendió la fuerza y determinación del pueblo ectuatoriano. Seriedad y compromiso por defender unos valores comunes y dignos, hasta las últimas consecuencias. Muchos estudiantes míos se sumaron a las protestas y pusieron su pellejo en riesgo. Marcharon, corearon, evitaron cargas y gases lacrimógenos. Que estas líneas de aquí sean un pequeño homenaje a sus hazañas.

Por otro lado me preocupé pues la huelga fue soportada por barricadas y muchos empezaron a sufrir de desabastecimiento. La universidad en la que estuve anda algo lejos de las vías de comunicación, luego en cuestión de pocos días los víveres desaparecieron. Hubo miedo por saqueos o disturbios. Muchos organizaban partidas para vigilar el campus y otros con riesgo intentaban llegar a la cercana Urcuquí y romper el cerco para conseguir alimentos. Viví unos días tensos y preocupados. Puedo decir que incluso temí por la seguridad de varios, amén de que quedaban completamente aislados y a la merced de cualquier grupo enfervorecido que quisiera violentar el campus pensando que hay dinero fácil en su sede.

Confieso que quedé, incluso después de que todo se arreglase, algunas semanas taciturno. Gente que aprecio, en un país en el que viví, pasaron momentos bastante crudos. Y a cada día parecía que la cosa no iba a detenerse hasta que no pasara una desgracia. La fragilidad de nuestras vidas y nuestro entorno es mayor de lo que se piensa. También hubo disturbios en Líbano, Chile, Cataluña, Bolivia, etc. El mundo está pasando momentos turbulentos y dudo cómo va a terminar todo esto.

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