domingo, 24 de mayo de 2020

Nuevo orden de crispación

Vox no tendrá políticas viables, muchas posturas sin pies ni cabeza que casi siempre están en contra de un sector de la población (generalmente los más vulnerables), pero en lo que sí triunfa es en mandarse derrapes y que hablen de ellos semanas y semanas. Sueltan paridas para que los medios de comunicación les hagan la publicidad gratis (¡la noticia sería que dijesen algo sensato!). A veces se pasan de frenada, tanto que se escapan de su objetivo y llegan a tales extremos grotescos que terminan consolidando al PSOE de Sánchez como un adalid de cordura y coherencia.

Pero, aunque duela, lo están haciendo bien, ya que incluso la opción tradicional de derecha, el Partido Popular, empezó a imitarlos hace bastante tiempo. Casado solo se preocupa de lo que ocurre a su derecha y poco a poco se escora más a esas posiciones para intentar no perder todos los votos. ¡Olvida al centro y a los moderados, por supuesto! Incluso Ciudadanos estuvo bastante tiempo blanqueando a la formación ultraderechista en un afán de copar el voto de derechas y de conseguir tocar poder. Ahora, con los gestos de Arrimadas hacia el Gobierno, vuelve a moverse a la izquierda para ir ocupando el centro que hace tiempo abandonó.

Si bien desde el 15-M el bipartidismo que había imperado desde la Transición empezó a desmoronarse, se ha establecido una dinámica de bloques que presenta dos grandes efectos: uno, fragmentación del voto e imposibilidad de formación de mayorías estables; dos, polarización ideológica de la sociedad. Y esta polarización, que en momentos incluso había sido soportable, está llegando a niveles de crispación insoportables y alentada por los partidos políticos y medios de comunicación afines. Todo esto se adereza con un estado de alarma bastante cuestionado (no por ello menos útil y necesario) y el panorama futuro pinta bastante negro.

Está habiendo una 'desescalada' sanitaria y necesita ir acompañada de una 'desescalada' política. La tensión ha de ir rebajándose por el bien de todos, tanto de las instituciones como de la sociedad civil. Pero para eso hace falta tender puentes, acercar posturas. No, creo que ni hace falta ponerse dialogante con Vox, pues su intransigencia, a la larga, los hará quedarse solos y la efervescencia inicial que tuvieron los dejará en una calma absoluta. O sea, volverán con suerte a ser una formación extraparlamentaria. Entonces, para tender puentes hacen falta personas con valor y actitud dialogante, favorecer acuerdos y tener ganas de transigir en ciertas posturas.

Históricamente la derecha siempre se ha creído que el poder era de su propiedad y la izquierda siempre se ha creído que la razón era de su propiedad. La derecha supone que las instituciones son suyas, que el derecho de gobernar les corresponde legítimamente a ellos y que si no es así tienen carta blanca para erradicar esa situación, aunque queden tocadas fatalmente esas instituciones que supone suyas. La izquierda supone que la moral y la coherencia son suyas, que pueden indicar qué es realmente la derecha y exigir que cumplan, porque sí, los postulados que se inventan para considerar a alguien de la derecha buena y si no, automáticamente todo es fascismo, aunque con ello generen un ambiente de descreimiento que favorece a la incubación segura, y a la vista de todos, del verdadero fascismo. Mientras sigan estas dinámicas de cuñadismo y petulancia, respectivamente, la situación va a ser de crispación y no sé cuánto aguanta un país esta atmósfera hasta que le salten todas las costuras.

Por otro lado estamos viendo ahora manifestaciones temerarias de gente de derecha (muchos con aspecto de ser bastante adinerados), olvidando la precariedad del momento en el que vivimos, gritando por libertad cuando lo que hacen es querer mantener sus privilegios. ¿Distanciamiento? ¿Precauciones? Ni están ni se las espera. Son los mismos que se alarmaron, con razón, por la marcha del 8-M. Se quejan de una manifestación haciendo una manifestación. Irónico, ¿verdad? Yo aposté a que el confinamiento, si se alargaba mucho, iba a terminar en laxitud de cumplimiento de restricciones y en protestas sociales. No imaginé que los primeros en protestar iban a ser los habitantes de los barrios más pujantes de España. Pero bueno, es legítimo manifestarse (pero cumpliendo las especificaciones actuales, ojo) y el derecho de manifestación no solo lo tiene la izquierda, que hay gente muy acostumbrada a criticar y cuando los critican no saben qué hacer con su sorpresa e ira.

Otro tema es la proliferación, entre los insensatos (por despreciar las normas sanitarias) manifestantes de derecha de banderas españolas y franquistas. Que usen la bandera franquista merece mi repudio más enérgico pero, aunque me entristezca y reniegue de ello, no puedo ponerme en contra a que enarbolen la bandera del país. Sí, las manifestaciones se pueden hacer con banderas diferentes a las que unos predican como obligatorias en una manifestación. En estos casos no hacen tanto alboroto. Pero claro, la derecha tiene la pulsión innata de apropiarse cuanto antes de todo símbolo nacional, y los símbolos son eso, nacionales, y no deben ser partidistas ni ser patrimonio de una única facción. Si se hace eso, pierden toda neutralidad. El contrapeso natural para que los símbolos no pierdan sentido ni representación ha de estar en la izquierda, en el centro, en la sociedad civil, etc. Hay países en lo que esto es así: la derecha tenderá a usarlos más pero el resto de colores políticos también usarán dichos símbolos y habrá equilibrio. O sea, si unos quieren apropiarse símbolos otros han de defenderlos.

Pero hay muchos que juegan a la profecía autocumplida: no quieren símbolos o postulan otros, ven que alguien se apropia de los símbolos nacionales y salta rápido a decir que ya esos símbolos están viciados y que está bien que se reniegue de ellos. Hay en la izquierda española quien cree firmemente que la rojigualda ya no sirve, que Franco la pervirtió totalmente y que la tricolor sí pude tener ese rol unificador y neutro. Pienso que se equivoca en tanto en cuanto que si la II República hubiese prevalecido (o los golpistas no hubiesen cambiado de enseña, como pasó al principio de la Guerra Civil) con los años la tricolor hubiese sido normalizada y al ser normalizada la derecha empezaría su proceso de apropiársela. Pasa en Japón con su bandera del sol naciente, pasa en Alemania con su bandera negra-roja-amarilla, pasa incluso en Francia con la enseña más emblemática de la Revolución que dio la puntilla final al Antiguo Régimen. Ojo, se puede pensar que las banderas autonómicas aún no están polarizadas pero creo que es que no hubo proceso de independencia y normalización de símbolos únicos: la derecha nacional prefiere la rojigualda, si no tuviesen dicha bandera irían a por la nueva bandera nacional, por otro lado, la derecha nacionalista ya hace uso y casi apropiación de los símbolos autonómicos y otros han sido o están siendo criticados (Comunidad Valenciana o Cantabria, por poner unos ejemplos).

Por todo esto pienso que hay muchos conceptos que se nos han olvidado, hay cosas que dábamos por sentado que no eran así. El clima de enfrentamiento y crispación es bastante poderoso y ninguna sociedad puede aguantar mucho tiempo en tal situación. Creo que la sociedad civil, en aras de la paz y el progreso, está pronta a dialogar y pactar. Solo falta que la casta política ayude, que no siga actuando para sus fanáticos y que no derrumben desde dentro todo el aparato institucional que, irónicamente, los sustenta.

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